Capítulo 5 | Lástima |

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Finalmente la cursada del miércoles terminó. Me subí a mi auto, puse el aire, buena música, y me fui a casa. Llegué devorándome el almuerzo, buscando distracción en las redes sociales, y subí a mi cuarto a esperar que se hiciera la hora para salir al gimnasio. Hace un par de meses que empecé a tomar clases de boxeo. También me había anotado en clases de ballet y yoga, pero a esas voy cuando la vida facultativa me lo permite.

Nunca fui una persona fit, pero esto había sido una sugerencia de Raúl. Al principio sólo tomaría un par de clases para probar, pero me gustó, así que me quedé. Mantener mis tardes ocupadas con algo que me distrajera a un cien por ciento era un alivio. Antes del accidente trabajaba con mi papá en su oficina, pero ahora con la actividad física mi mente y mis pensamientos me dejaban en paz, y lo más importante era que drenaba muchas cosas, física  y emocionalmente hablando.

A eso de las cinco de la tarde terminé con el boxeo y quise hacer un poco de yoga para relajarme antes de volver a casa. Mañana era feriado, no habría facultad, así que quería aprovechar mi tarde libre.

Regresé a casa cuando ya era de noche. Tomé un baño de media hora para que mis músculos se des tensaran con el agua tibia. Empecé a viciar con el celular mientras me comía la cena ligera que me preparé y vi que mis amigos de la facultad habían subido varias fotos de la juntada de esta noche. Se habían ido a un bar a tomarse algo porque mañana no hay cursada. Suspiré agotada. Esta mañana cuando rechacé la invitación no me insistieron más. Ellos han tratado de que yo vuelva a ser la Mariana que siempre fui, y lo han logrado, sólo que no me siento cómoda con eso de volver a salir a bailar y a tomarme un trago.

Siento que no tengo nada que celebrar. 

Por suerte ya había quemado esa etapa de ir llorando por los rincones. Me costó mucho, pero logré controlarme con la guía de Raúl.

Puse las noticias y rodé los ojos cuando después del segmento de economía nombraron los seis meses cumplidos del "accidente de las Soler" y enviaron sus falsas condolencias. Mi mamá trabaja en la radio, tiene su propio programa y es conocida por los medios y por gente de la industria, pero no me gusta que le recuerden al país entero la tragedia que vivió mi familia. Ya está, no hay necesidad de usar el nombre de mi hermana para llamar la atención del público.

Vi en mi celular que iban a ser las 20:00hs, así que me puse ropa cómoda y agarré las llaves del auto.

— ¿A dónde vas?

Preguntó papá al verme cruzar el living con las llaves en la mano.

— A lo de Mateo. Vuelvo rápido.

....

Era inevitable no largarme a llorar con tal solo ver su edificio a través de la ventanilla del auto. Me quedé en mi asiento, mirando a la nada y calmando mi respiración. Dudé en llamar a Raúl y decirle que estoy por entrar al departamento de Agustin. Seguramente me diría que tal vez esto me hará retroceder en todo lo que he avanzado, pero que sin embargo es un mal necesario, y eso lo sé, así que preferí esperar a la fecha de la consulta y charlarlo ahí. De todas maneras recordé sus palabras, esas que me repetía a mí misma todas las mañanas al despertar:

"Vos controlas el dolor, él no te domina"

Me bajé del auto y caminé sintiendo el peso de mis pies. Algo dentro de mi pecho se sentía como un puño, y ese maldito puño me jalaba hacia el suelo desbaratandome por completo. El portero me miró con tristeza cuando me reconoció. Me abrió la puerta dejándome pasar y se acercó a mí aclarándose la garganta.

— Mi sentido pésame, señorita. Lamento la pérdida de su hermana, y la del señor Agustin.

Sonreí con la intención de mostrarle mi gratitud pero enseguida me desesperé por el miedo a que se extienda con sus palabras. Sólo quiero buscar lo que vine a buscar e irme de una buena vez. Me cuesta mucho estar en este lugar.

AfterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora