Capítulo 22 | Menos él |

7.8K 348 4
                                    




— ¿Por qué a mí?

Pregunté mirando al cielo.

Llovía, y llovía muchísimo, cuando la batería de mi auto murió. Y por si fuese poco, la señal de mi celular también. Ninguna de las quince llamadas que le hice al servicio de grúas entraron. Por suerte seguía estacionada y no alcancé a arrancar.

Hoy era uno de esos días en que todo sale mal.

En la mañana me quedé dormida y no llegué a una de las clases más importantes que tenía en la facultad. Luego pasé por el gimnasio, pero en la caminadora pisé mal y desde entonces tengo un espantoso dolor en el tobillo. Mi entrenador me aseguró que no es grave, pero que será mejor que detenga la actividad física por algunos días. Después en el camino a casa quise parar en un kiosco a comprarme un chocolate como premio del mal día que estaba teniendo, pero cuando me bajé del auto el paraguas se rompió por culpa de la lluvia y su fuerte viento. Tuve que correr hacia el kiosco, que literal está al lado de donde estacioné. Pero no pude comprar el maldito chocolate porque dejé el dinero en el auto, y claramente no estaba dispuesta a seguir corriendo debajo de esta lluvia torrencial sólo por un pedazo de cacao, sobretodo cuando mi tobillo no se encuentra en estado para eso. Y cuando pensé que ya no habría nada que detuviese mi camino a casa: el auto no encendió.

Respiré profundo varias veces mientras me recordaba a mi misma que soy una persona adulta que sabe muy bien que llorar de bronca no ayudaría en nada. Gruñí en voz alta cuando en la pantalla de mi celular se volvió a iluminar la frase "Sin señal". Puteé cuando me bajé nuevamente del auto y corrí al kiosco. La amable señora, y dueña, me prestó su teléfono para llamar a una grúa. No tuve más opción que aceptar cuando el señor que me atendió dijo que la grúa llegaría entre media hora y cuarenta minutos. Regresé al auto resignada para esperar adentro donde no lograba ver casi nada a través de las ventanillas. Los minutos fueron pasando y mi frustración fue creciendo junto con mi mal humor.

La grúa llegó una hora después y quise matar al señor por mentir con "entre media hora y cuarenta minutos". Pero estaba tan desesperada por llegar a casa que decidí guardar mis insultos para mi almohada. No encontré nada dentro del auto para cubrirme de la lluvia, así que me mojé de pies a cabeza mientras esperaba a que se estacionara y bajara. Se presentó como Claudio y nos cubrió a los dos con su paraguas mientras le daba mis datos y le explicaba lo de la batería. Abrió el capó y lo revisó varias veces antes de decirme que efectivamente el problema es la batería que se había desgastado.

— Esto es lo que haremos. Me lo voy a llevar al taller, ahí te vamos a cargar la batería y así aprovechamos de revisarte los frenos y de hacerte un cambio de aceite que te hace falta.

— Como sea, yo sólo quiero irme.

— Bien, engancharé el auto a la grúa - dijo dándose vuelta.

— ¿En cuánto me va a salir todo esto?

El señor de baja estatura y bigote sacó una libreta de su bolsillo trasero y anotó algunas cosas. Me dio la hoja y se fue con su paraguas hasta la grúa, haciendo que una vez más la lluvia me empapara. Casi me caigo al leer el total de todo, pero supongo que así son estas cosas. Regresé al auto a buscar mi cartera, pero lo que vi hizo que me diera un mareo.

No traía nada de efectivo, y mis tarjetas las había dejado en la otra cartera.

Ya está, eso era todo. Le pediría prestado el teléfono a la señora y llamaría a mi papá para que viniera a rescatarme. Corrí hacia el kiosco mientras el señor enganchaba mi auto con la grúa. Intenté mantener la calma cuando mi papá no atendió a las tres primeras llamadas. Finalmente contestó al cuarto intento.

AfterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora