Capítulo 15 | Difícil |

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Con la mirada puesta en el camino le subió volumen a la radio y empezó a tararear la canción que sonaba.

— Deberías escuchar este tipo de música.

Comentó de la nada cortando el silencio que llevábamos en todo el camino.

— Sí la escucho.

— Si mal no recuerdo vos sólo escuchas música cheta. En las juntadas siempre nos quitabas alguna cumbia y ponías algo gringo. Bien rompe bolas.

Comentó sin dejar de maniobrar el volante y mirando los espejos retrovisores para cambiar de canal. Respiré profundo y rodé los ojos. Seguía siendo el Mateo de siempre.

Era la primera vez en casi tres años que me sentaba acá y no en los asientos de atrás. Casi siempre que salíamos a bailar íbamos acá en su auto, ellos adelante y yo atrás con Maxi, con Peter, o alguna mina que Mateo se estaba comiendo.

Volteé a mirarlo como quien no quiere la cosa cuando su celular empezó a sonar. Lo tenía en una de sus manos mientras que con la otra maniobraba el volante. El nombre de Estefanía era el que aparecía en la pantalla acompañado del tono de llamada, pero presionó el botón rojo sin siquiera haber atendido.

¿Qué carajos estábamos haciendo? Y sobretodo, ¿por qué?

— En este momento no me vendría mal que el Rodri apareciera con un cafesito para mí. 

Dijo de la nada mientras observaba las nubes grises a través de su ventanilla.

Reí. ¿El atorrante estaba celoso?

— A mí me vendría bien otro cafesito de Rodri.

Contesté nada más para provocarlo y saber si de verdad eran celos. Despegó su vista del camino por unos segundos para mirarme con las cejas alzadas.

— Ah, mirá.

Dijo antes de regresar sus ojos al frente. Me mordí el labio y negué con la cabeza. Esta situación ya era bastante complicada para que los celos hicieran acto de presencia. Le subí volumen a la canción que sonaba y no dijimos más nada hasta que estuvimos cerca de la entrada de mi vecindario.

— No podemos seguir más.

Dije delicadamente y sin mirarlo.

— No lo soporto. Me cuesta mucho dormir sin pensar tanto - continué.

Él siguió manejando hasta que estacionó en la puerta de mi casa y sin apagar el auto me miró serio.

— ¿Cuántas veces vamos a tener esta conversación? - preguntó.

— Las veces que sean necesarias.

Respondí intentando convencerme a mí misma.

— ¿Y acaso nos ha funcionado? - preguntó irónico - Hace tres semanas lo hablamos y un segundo después estuve apunto de hacerte mía en la puerta de mi casa. Y la otra noche en tu casa al verte tan mal no sabes lo que me tuve que contener para no tocarte ni un pelo más de lo debido.

— No me digas esas cosas. Estamos mandado todo a la mierda, Mateo.

Respondí tensa masajeando mi frente.

— ¿Pensas que sos la única que no puede dormir? ¿Crees que nada más vos se siente como una gran basura con todo esto? - preguntó alterado.

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