Capítulo 21 | Felicidad |

8.2K 358 6
                                    


Un mes después

13 de noviembre de 2016.

Hoy oficialmente se cumplen diez meses de aquel día.

Él estaba en shock con la mirada congelada y los ojos hacia al frente. Yo gritaba su nombre, al mismo tiempo que Tiziana gritaba el mío. Nos movíamos tan rápido que todo fuera de las ventanillas se veía disperso. En ese momento muchas bocinas empezaron a sonar y me aturdieron por completo. Recordé que mi hermana de apenas dieciséis años no traía puesto el cinturón, y cuando giré para observarla sólo pude ver su rostro lleno de miedo. Pero luego escuché un fuerte ruido antes de quedar en blanco.

Todo eso pasó en tres largos segundos.

— ¿Por qué tenes esa cara?

Preguntó regresando a la cama desnudo luego de haberse lavado en el baño.

Era la tercera vez en este mes que veníamos a este hotel. Su hermana ya se había ido de Buenos Aires, pero le agarramos el gusto a frecuentar este lugar. Supongo que nos ayudaba a convencernos de que esto solo es algo pasajero.

Deslizó la sábana hacía abajo para llevar su mano a mi pecho descubierto. Apoyó la mitad de su cuerpo sobre el mío haciendo que sintiera su erección a la altura de mi cadera. Hizo un apretón con su mano y jadeé.

— ¿Alguna vez escuchaste algo sobre "la culpa del sobreviviente"?

Pregunté dejando que sus manos viajaran por donde quisieran.

— No, pero puedo imaginarme de qué se trata.

Respondió sin dejar de acariciarme mis pechos desnudos, pero mirándome fijo a los ojos.

— Las personas que sobreviven a una situación donde pierden a un ser querido pueden sufrir algún tipo de estrés postraumático y se culpan a si mismos por no haber salvado a nadie.

Dije observando una de las paredes blancas de la habitación. Mateo tomó mi barbilla y me hizo mirarlo.

— Basta, no fue tu culpa.

Dijo firme, casi molesto.

— Lo sé, pero se siente como si lo fuese.
Raúl me dijo que...-

— ¿Quién?

— El psicólogo - le recordé - Fue una de las primeras cosas que habló conmigo. Sé que fue algo que yo no pude controlar, y por eso es que me siento tan impotente.

Expliqué y acarició dulcemente mi brazo. Se acomodó mejor entre mis piernas y coloqué mis manos en sus hombros, para luego subirlas por su nuca hasta llegar a su pelo.

— Yo era consiente de que era feliz, pero no era consciente de que podía perder gran parte de esa felicidad en tres segundos.

Dije enredando mis dedos en su flequillo para peinarlo y me miró pensativo.

— ¿Qué es la felicidad para vos?

Preguntó examinándome el rostro con detenimiento.

— Mi pasado.

AfterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora