Capítulo 8 | Vulnerabilidad |

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Al salir de la facultad fui directamente al departamento, y esta vez sí le avisé con días y horas de anticipación.

No tenía ni idea de cómo manejarme frente a él después de lo que pasó en el auto hace dos semanas, pero no estaba en mis planes cancelar mi ayuda con la mudanza ya que principalmente lo quería hacer por Diego y Amanda, mis suegros. Mientras subía por el ascensor repasé el plan: llegar, saludar, mantenerme todo el tiempo ocupada e irme cuando Estefanía se vaya.

Mis hombros se relajaron cuando escuché voces dentro del departamento. Abrí la puerta con la llave que Amanda me dio y lo primero que vi al entrar fue a Estefanía atravesando el living con una gran caja entre sus manos. La rubia vestía ropa deportiva y tenía su cabello amarrado en una cola alta. Se le notaba agotada pero su cara de porcelana estaba impecable.

La envidié un poco por eso.

Se sobresaltó con mi presencia pero al segundo sonrió mostrando su impecable dentadura blanca. Dejó la caja en el piso y cerré la puerta a mis espaldas dejando mi cartera en la mesita de la entrada. Le devolví la sonrisa por cortesía.

— ¡Hola! Pensé que llegarías más tarde. Soy Estefanía, un placer.

Dijo desde su lugar y yo di unos pasos para terminar de adentrarme al departamento. Mateo salió de su habitación y caminó por el pasillo hasta llegar al living. Cuando me vio musitó un simple "Hola" y se acercó hasta la pequeña repisa donde está el televisor. Agarró con una mano los controles de la tv y el dvd para guardarlos en una caja vacía que había en el piso. Con la mirada recorrió el living en busca de más cosas pequeñas para guardar.

Bien, todo seguía igual.

— Hola, soy Mari.

Respondí unos segundos después de que su novio interrumpiera con su presencia.

— Por fin te conozco.

No sabía qué contestarle así que ladeé una sonrisa de medio lado.

— Ahí tenemos más cajas vacías, podes agarrar una o dos y meter todos los libros y CDs que están en los cuartos - dijo la rubia.

Fue una sensación extraña recibir indicaciones de una desconocida dentro de un lugar que en su momento fue mi segunda casa, pero despejé todo pensamiento negativo y mentalmente le agradecí por saltarse el protocolo e ir al grano. El departamento era un quilombo, todo estaba esparcido por todos lados y todavía había mucho por empacar.

— Gordo, ya me voy. Mañana si tengo otro rato libre vengo y continuo con la cocina.

Mateo volteó a verla e hizo una mueca.

— ¿No podes quedarte unos minutos más? - le preguntó.

Sí, por favor, quedate - pensé mientras agarraba una de las cajas vacías.

— Mi amor, estoy aquí desde la mañana, ya no puedo más. Con Mariana podes seguir adelantando.

Me fui a los cuartos dejándolos solos y murmurando todas las groserías que me sé.

Primero entré en el de Agustin. La última vez que estuve aquí sólo fueron un par de minutos los que me bastaron para agarrar el álbum de fotos y un par de remeras mías que me hacían falta. Miré a mi al rededor y sentí mi corazón apretujarse al notar que la mitad de sus cosas ya no estaban. Recordé que en las últimas gavetas de su escritorio tenía algunos CDs y fotocopias de la facultad que sacaba pero nunca leía. Caminé hasta el escritorio, que estaba pegado a la pared al lado de la cama, y me senté en el suelo colocando la caja a mi lado. Tomé los dos primeros CDs y los guardé en la caja, seguido agarré una de las fotos copias y la hojeé un poco.

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