Capítulo 19 | Paredes |

9.1K 359 4
                                    



Desperté cuando su brazo dejó de abrazarme por la cintura. Se levantó y salió para ir al baño que estaba enfrente de su cuarto. Me senté en la cama y la realidad me golpeó junto con la culpa. Sentía como si las cuatro paredes de la habitación me estuviesen mirando fijo y negaran con la cabeza. Estaba harta de sentirme igual cuando estaba con él, especialmente después de la noche que pasamos juntos. Suspirando, y sin moverme mucho, alcancé mi ropa interior y me la puse con calma mientras escuchaba el agua saliendo del lavamanos. Me asomé al piso y lo primero que vi fue su campera. Me la puse encima y salí de la habitación. Caminé descalza hasta el balcón y respiré profundo el olor de la lluvia que se mezcló con su olor impregnado en la campera. Disfruté del aire fresco dejando que el viento me despeinara un poco. Observé a las personas caminando a paso rápido para refugiarse de la lluvia, mientras que los autos empezaban a quedarse atascados en el tráfico. Me sobresalté al sentir su mano deslizándose en mi cintura, pero al segundo me relajé.

— Pasa al baño si queres.

Dijo a mis espaldas y besó la coronilla de mi cabeza antes de volver a entrar al departamento.

A este punto sabía que ya no había mucho que hacer, porque acababa de confirmar que esto era más que una calentura. Lo que claramente me dejó más intranquila que antes.

Entré de nuevo para ir al baño. Me lavé la cara con agua fría y enjuagué mi boca. Me miré en el espejo y con calma desenredé mi pelo con los dedos. Fue inevitable juzgarme a mi misma al verme semidesnuda debajo de su campera. Y sentí terror por quedarme sola con estos pensamientos destruyentes, así que salí.

Reí al verlo putear a la cafetera y mis ojos rápidamente recorrieron su espalda donde tenía algunas sutiles marcas de mis uñas. Me acerqué y lo aparté para darle una mano. Presioné unos botones y la máquina empezó a funcionar.

— Es nueva, pero no tengo idea de cómo funciona.

Dijo abriendo uno de los estantes para tomar una caja de cereales, y luego sacó la leche de la heladera. Dejó ambas cosas en la mesa antes de buscar un plato hondo y una cuchara.

— ¿Queres? - preguntó.

— ¿Tenes algo más?

— No sé, su majestad. Ayer esos bestias me dejaron sin nada.

Respondió sentándose en la silla y sirviéndose. Rodé los ojos por el apodo de "su majestad". Abrí la puerta de la heladera y encontré algunos huevos y pan.

— ¿Puedo?

Pregunté sosteniendo el pan y los huevos en mi mano. Mateo asintió mientras me miraba atento y no perdí tiempo en hacerme el desayuno. Estaba hambrienta.

— Me gusta como te ves, nena ¿pero no tenes frío?

Giré mi cabeza sobre mi hombro y lo vi llevarse una cucharada la boca mientras me miraba de pies a cabeza.

— Me gusta el frío.

Contesté regresando a lo que estaba haciendo. Unos minutos después me senté a su lado con mi plato lleno y cubiertos, aunque Mateo ya había terminado con sus cereales.

— ¿Qué hora es? - pregunté antes de dar una mordida.

— Las once.

AfterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora