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Los chicos de primero vivieron la primera semana de clases de manera intensa. Albus pronto aprendió que todo lo que veía hacer a sus padres era algo que solo con el tiempo y la dedicación necesaria podría lograr. Mientras que por su parte tanto Rose como Scorpius parecían decididos a entablar una especie de competencia para ver quién era el mejor alumno de la clase, algo que a veces divertía a los profesores y otras veces generaba momentos de tensión. Scorpius no iba a negar que en un principio aquello lo había desencajado, pero agradecía que las peleas que le causaba Rose Weasley lo distrajeran de los murmullos que a veces se alzaban a su paso por el Castillo, parecía que el hecho de que un Malfoy hubiera terminado en Gryffindor era el escándalo más grande del siglo, casi como si se hubiera descubierto que Lord Voldemort había tenido descendencia en secreto (irónico, ya que Scorpius había escuchado ya una teoría que decía que él no era hijo de Draco y Astoria, sino que era el hijo oculto de Voldemort, lo que le hacía pensar hasta qué grado la gente podía inventar cosas basándose en prejuicios).
Por otro lado, el que tenía que soportar las constantes riñas y competitividad entre la pelirroja y el rubio era Albus, a quien habían adoptado como un referí involuntario, pues estos habían decidido ocupar los asientos a ambos lados de él en cada una de las clases que compartían. Albus sospechaba que era una especie de competencia por parte de Rose para probarle a Scorpius quién era su «mejor amiga» ya que en los últimos días el pelinegro parecía haber empezado una relación de amistad con el rubio a pesar de lo que se hablaba de él en los pasillos, o lo que su propia familia pudiera pensar.
Fue así como se encontraron la mañana del viernes en la segunda clase de Pociones, la cual, muy para el lamento de los tres Gryffindor, la compartían con los Slytherin. Esa era una de las tres clases que debían tener juntos.
—Alguien que no sea ni Weasley, ni Malfoy me podría decir, ¿qué es el bezoar? —quiso saber la Profesora de Pociones, Miranda Harris.
Las clases de pociones se impartían en las mazmorras, tal como sus padres les habían contado a sus hijos, ya que se suponía que esa locación era ideal para la elaboración de todo tipo de pociones que los profesores les enseñaran debido a las condiciones que muchas de ellas requerían, como la humedad del ambiente. Albus y Rose ya habían escuchado cómo podían ser las clases con la Profesora Harris, en especial por la cantidad de quejas que llevaban sus primos a casa, al parecer la Profesora no era la favorita de la familia. Todos los Weasley, sin excepción alguna, odiaban con creces a la Profesora Harris debido a la exigencia que pedía en su materia.
La Profesora Harris era una mujer estricta, su cabello negro hacía juego con sus dos ojos que parecían observar en todo momento a sus alumnos con la agilidad de un halcón. Su nariz puntiaguda le daba el aspecto de un cuervo que cuando hacia cuestiones en clase parecía buscar a su presa con sólo olfatear el miedo que producía, porque sí, la Profesora Harris infundía pánico en algunos de los alumnos presentes. Según las malas lenguas era como si Severus Snape hubiera resucitado en el cuerpo de una mujer, con la única diferencia que ésta era de Ravenclaw y no favorecía ni a su misma Casa.