LA PROFESORA TRELAWNEY

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Como desde hacía ya una semana, los tres compañeros de Gryffindor se encontraron cumpliendo con el castigo impuesto por el Jefe de su Casa: el Profesor Longbottom (y al cual Rose ahora detestaba), a la misma hora en que en el Gran Comedor se servía la cena, esta vez por ser el último día se dedicarían a limpiar las mazmorras, lo cual teniendo en cuenta la ubicación del lugar donde debían cumplir con las últimas horas de su condena, se convertía en un suplicio con el correr de las manecillas del reloj.

Las tripas de Rose rujían cual león enjaulado, tanto ella como su hermano habían heredado el apetito voraz de su padre, lo que a veces no la hacía quedar como una dama, muy para el desmayo de su madre. Para colmo de males tenía frío, los dedos de los pies se le habían entumecido y ya no sentía ni su nariz.

—Odio esto— la voz cansina de la pelirroja resonó por las paredes de piedra—, y todo esto es por tu culpa, Malfoy— añadió la niña mirando de forma acusatoria a Scorpius que se encontraba a unos metros de distancia de ella limpiando el suelo con un trapo y un balde de agua helada.

Albus rodó los ojos, esa escena ya la había visto repetirse por lo menos en cinco ocasiones en los cuatro días que ya llevaban de castigo. Era una suerte que ese fuera su último día.

—En un par de horas se termina todo— se encogió de hombros Scorpius—, además tú quisiste venir en mi ayuda, ¿o ya se te olvido, Weasley?

Rose bufó, mientras pasaba el plumero con demasiada fuerza a una armadura, que no tardó en protestar ante el acto de la pelirroja.

—Por suerte nos separaron de Goyle, Zabini y Derrick— anunció Albus, quien se encargaba de barrer y juntar la tierra de las esquinas—, ya no soportaba escuchar sus acusaciones y comentarios burlescos.

—Son así todo el tiempo, créeme— le dijo Scorpius—. Todas las Navidades cuando se arma la fiesta en la Mansión de mis abuelos, debo soportarlos... este año será mil veces peor— agregó con algo de molestia el rubio—, seguro que mi abuelo se les une en el juego de «molestar a Scorpius».

Rose se giró bruscamente y observó con recelo a Scorpius.

—Lo dices como si tu abuelo no te quisiera— observó la niña.

Scorpius se limitó a seguir en su tarea, lo cierto era que no quería la lástima de Rose ni de nadie, menos cuando se trataban de temas como su familia disfuncional. Maldijo mentalmente haber comentado sobre esa pequeña parte de su vida.

—No puede ser verdad— habló de nuevo la pelirroja, quien no podía creer lo que Scorpius Malfoy le estaba insinuando, ya que con su silencio afirmaba su sospecha—, se supone que los abuelos quieren a sus nietos de una forma casi desquiciada porque son el fruto de su propio fruto...

Albus no sabía si reírse o no, lamentaba realmente que su amigo no tuviera una buena relación con su abuelo, de hecho podía llegar a darse una idea del porqué de la situación, pero eso no quitaba el hecho de que Rose estaba metiendo la pata con su comentario, su prima realmente no conocía los límites de que rayaban en lo personal, y eso era algo que sin duda había heredado del carácter de su tío Ron.

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