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El viernes 5 de enero, Scorpius se despertó temprano, sintiendo que el frío de la mañana le calaba los huesos. Con algo de confusión, se levantó de la cama para encontrarse con la ventana de su habitación abierta. Desde su jaula, Morgana ululó de manera irritada, provocando que su adormilado dueño se diera cuenta que ella había sido la responsable de que la helada brisa matinal se esparciera por todo el cuarto. Scorpius había olvidado cerrar la ventana luego de que la noche anterior enviara a Morgana en una misiva para sus amigos.
Hacía una semana que sus padres lo habían recogido de la casa de los Potter, y aún recordaba con gracia aquél momento. Su padre se llevó un gran susto cuando le mostró los regalos que la familia de su mejor amigo le había hecho. Definitivamente había valido la pena ver la reacción de Draco después de haber tenido que pasar las fiestas casi sin tener noticias de ellos. Incluso, a modo de revancha, había pensado en mandarle una foto a Ron Weasley con la cara de su padre y el tic nervoso que le había dado en el ojo luego de ver el televisor y el Wii, ya que sabía que el pelirrojo tal vez lo disfrutaría más que él; después de haber pasado la mayor parte de las vacaciones en la casa de Albus, con visitas esporádicas de Rose en esos días, el rubio había llegado a la conclusión de que el papá de su pelirroja amiga no simpatizaba con su padre, y sospechaba que era a causa de las actitudes que Draco había tenido cuando eran más jóvenes; razón por la que Scorpius parecía no ser del todo del agrado de Ron. En una ocasión, durante la cena de Navidad, no pudo evitar escucharle susurrar a su mujer que él tenía un «asombroso parecido con su padre». Scorpius había querido rodar los ojos, pero se contuvo. No quería hacer enojar al Señor Weasley.
Draco no había reparado de inmediato en los regalos que los Potter le habían hecho a su hijo, fue recién cuando llegaron a su casa y Scorpius se dispuso a desempacar los extraños paquetes que había ido cargando en el viaje. El pequeño rubio estaba emocionado de poder disfrutar de sus presentes en la tranquilidad de su cuarto, pero aquello se vio interrumpido cuando su padre entró en su habitación de improvisto, tomándolo por sorpresa y descubriendo los regalos no-mágicos que le habían hecho. Draco Malfoy jamás había estado tan blanco, por un momento Scorpius temió en que su padre le quitara sus obsequios y esa fuera la última vez que los viera.
Mientras que Astoria (quien había seguido a su esposo hasta la habitación de su pequeño), sólo se limitó a rodar los ojos ante la actitud de ambos, temerosos de decir nada. Una actitud demasiado infantil, si se lo preguntaban, especialmente por parte de su marido. Luego de unos minutos, la mujer tomó a su esposo por el brazo y entre cuchicheos le pidió que no le arrebatara sus regalos a Scorpius, alegando además de que su propia hermana podía haberle regalado todo aquello. Después de todo, no por nada Daphne Greengrass había sido borrada de algunos árboles familiares que seguían con ideologías extremistas sobre la pureza de la sangre.
Scorpius tomó el abrigo que había dejado colgando en la silla que tenía al lado del escritorio y se apresuró a cerrar la ventana, viendo a Morgana con reproche por haberlo despertado de aquella manera. Cogió unas de las chucherías lechuciles que tenía sobre el mueble y se las colocó en su cacharro para la comida; no podía reprocharle a su lechuza el trabajo excepcional que había realizado aquella vez. Morgana había superado su tiempo récord de entrega de cartas, habiendo tardado sólo una noche en ir y regresar. Y es que el rubio ya comenzaba a añorar un poco la inmediatez que les habían ofrecido los medios muggles desde la casa de sus amigos. Para Scorpius las computadoras eran algo que deberían intentar tener los magos, nada podía compararce con la rápidez del Internet.
