EL LEÓN, EL FÉNIX Y LA ROSA

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No podía creer lo que estaba pasando, simplemente aquello era tan bizarro como el hecho de que una acromántula hubiera decidido salir a "jugar" a los lindes del Bosque Prohibido. Nunca las arañas se habían comportado así. Harry sólo recordaba una vez en la que las hijas del legendario Aragog habían decidido abandonar su madriguera, cuando Voldemort les había ofrecido la oportunidad de alimentarse con los cuerpos de los que perecieran en la Guerra. Un escalofrío le recorrió el cuerpo al recordar aquellas imágenes.

—¡No hagas nada estúpido, Malfoy!—le avisó al rubio que estaba trepado en uno de los árboles.

Cuando Draco se hubo dado cuenta del peligro en el que estaba su reacción fue casi instintiva, se trepó con la misma agilidad de un gato sobre el tronco de aquél enorme árbol. Lo que no había calculado era que la misma araña podía trepar, por eso ahora se encontraba en un gran problema, ya que el enorme arácnido lo había seguido. Sus enormes pinzas chasqueaban en un sonido aberrante. Había sido un completo idiota al dejar su varita y adentrarse en el Bosque Prohibido. Debía de haber escuchado la sugerencia que la Lunática de Ravenclaw tenía para darles, pero ¡no! Su orgullo y la necesidad por sacar a su hijo de aquél peligro lo habían arrojado a estar en aquella situación cual damisela en apuros en el momento menos oportuno.

—¡Arania Exumai!—para la sorpresa de todos los presentes, el hechizo atravesó la barrera invisible que se suponía que se alzaba en el límite del Bosque Prohibido—. ¡Malfoy, te sugiero que bajes de ahí en este momento!—Luna Lovegood había logrado que la acromántula su bajara del árbol.

Se asombraron aún más cuando la chica rubia avanzó con paso decidido hasta el lugar de la barrera. A pesar de llevar su varita y la de Draco Malfoy, no salió expedida por los aires como lo habían hecho los Aurores y Profesores que habían intentado hacer lo mismo.

—¿Qué estan esperando?—preguntó algo irritada la mujer— ¡Ayúdenme!

Harry salió de su asombro y se unió a Luna en la batalla por mantener alejadas a las Acromántulas que comenzaban a hacer acto de presencia en el lugar. Sin duda la primera había sido sólo una especie de advertencia.

—La barrera cayó hace unos momentos—le informó Luna cuando llegó a su lado—, es obvio que lo que sea que la levantó ha decidido liberarla o ha muerto.

—En el lugar a donde se dirigieron mis hijos, ¿crees que estén pasando por lo mismo que nosotros?—quiso saber, Luna era la única de los presentes que podía garantizarle un poco de paz mental en ese aspecto, después de todo su rubia amiga era la esposa del nieto de Newt Scamander, el mejor biólogo que había existido en el mundo mágico, por no mencionar que en sus años de estudiante como alumna de Ravenclaw había pasado mucho tiempo estudiando los animales fantásticos del Bosque Prohibido con Hagrid.

—No lo sé Harry, pero esto se está volviendo muy bizarro. Es como si algo las estuviera controlando—señaló—. Fíjate en la forma en la que mueven las tenazas y sus patas traseras, es como si fueran las marionetas de un titiritero invisible. Por un breve segundo Harry tuvo el fugaz recuerdo de un episodio en su cuarto año como alumno en Hogwarts, donde su supuesto profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras (se trataba de un impostor, uno de los seguidores más fieles de Lord Voldemort, Barty Crouch Jr., quien había tomado el lugar de Ojo Loco Moody para poder cumplir las órdenes de su amo en un plan por matar al propio Harry) había utilizado a una araña para demostrar lo que sucedía cuando se le aplicaba una maldición imperdonable a un ser vivo, especialmente los efectos de la Maldición Imperius, a la que había sometido luego a cada uno de sus alumnos, para prepararlos, tal vez de manera consciente, para la guerra que se les avecinaba.

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