Capítulo 3

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CAPÍTULO 3
EL LAGO DE LOS CISNES

Su cabellera pelirroja se movió al compás de sus elegantes y calculados movimientos, la música sonaba como una sinfonía de primavera; suave, cálida y sencillamente llena de profundos sentimientos. La música terminó y abrió los ojos siendo recibida por los aplausos de su mentora.

—Sigues impresionándome, Mina, tus interpretaciones son espectaculares —halagó la mujer pasándole una toalla—. ¿Estás segura que no te quieres ir a la Ecole de l'Ópera de París?

Sonrió ante el tono suplicante de la mujer.

—Lo siento, madame Felice, pero he dejado esto atrás.

La mujer reprimió un gemido de horror ante sus palabras.

—Pero, niña, tienes un talento nato para el arte de la danza... ¿por qué lo desperdicias estudiando diseño? —cuestionó con pesar la mujer—. Estoy segura de que si te presentas en el colegio te recibirán con las puertas abiertas, eres una de las mejores bailarinas de Asia.

La chica apretó los labios, nunca estuvo segura de que fuera la mejor en el ballet, simplemente lo practicaba porque amaba las sensaciones que experimentaba al bailar, le servía para perderse y olvidarse de la desdicha de su realidad. Además, la danza había dejado de ser su prioridad cuando dejó Japón.

—El diseño me gusta —contestó terminando de secar su rostro—, además de que soy buena en eso.

—Lo eres aún más en la danza. Ma fille, eres simplemente una en un millón —el acento francés le trajo recuerdos a la pelirroja—, ¿por qué no te das cuenta de tu don?

La pregunta era como una daga a sus memorias, el recuerdo incesante de unos profundos orbes almendrados y de una dulce voz que acompañaba una sonrisa de amanecer aparecieron frente a sus ojos, recordándole el por qué la danza se había convertido en un sueño imposible.

—Porque no hay tal don, madame Felice, no soy nadie comparada con las grandes bailarinas —dijo parpadeando en un intento de apartar aquellos recuerdos—. Además, estoy enfocada en mi carrera y en abrir una línea de ropa bajo la dirección de la familia Jung.

—A otro perro con ese hueso —masculló la mujer—. Esas eran palabras de tu tía, la pequeña TaeHee soñaba con eso, pero estoy segura de que ese no es tu sueño

Mina sonrió, esa mujer la conocía como la palma de su mano. Madame Felice había sido más su madre que la mujer que ostentaba de ese título en su familia, incluso Jessica —su hermana mayor— le tenía un inmenso respeto, y aquel hecho era algo por lo cual asombrarse.

—Me conoces tan bien...

—Obvio, te he criado desde que la vejestoria de tu abuela te llevó a mi ballet —masculló con disgusto al nombrar a la matriarca Jung—, supe desde que te vi que tenías el talento para esto. Incluso el tempano de hielo de tu hermana se dio cuenta.

El que nombrara a su hermana le causó cierta incomodidad, sobre todo que dijera que Jessica había sido consciente de que ella tenía el talento para practicar la danza, considerando el hecho de que, en todos los años de convivencia con su hermana mayor, esta jamás haya dado un indicio de afecto o atención para ella. Su misántropa hermana sólo había aceptado a Irene y a nadie más.

Aquello le irritó.

—Sí, bueno, Jessica quizá sólo buscaba la forma de deshacerse de mí.

La mujer rio negando.

—Oh, ma fille, veo que aún no conoces del todo a tu hermana. Aunque no te culpo —la mujer le tomó las manos con afecto—, Jessica es una persona difícil de tratar.

Recordatorio: una secretaria para mi prima.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora