Capítulo 4

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CAPÍTULO 4
HIELO CONTRA FUEGO

Jessica sabía que Irene estaba más que furiosa con ella, se dio cuenta de ello cuando la menor no apareció en el restaurante donde solían almorzar todos los viernes. En esos cuatro días por su cabeza no paso en ningún momento que la pequeña Bae estuviera molesta con ella, ni siquiera se percató de esto cuando esta la ignoró en el elevador el martes por la mañana o cuando Irene, por error, le tiró el café encima el miércoles en el estacionamiento.

No, Jessica Jung no sabía leer las acciones de las personas, pero si comprendía que cuando Irene la dejaba plantada era porque estaba furiosa con ella. Soltó un suspiro y meditó lo que debía hacer para obtener su perdón, Irene no era una mujer que fácilmente perdonaba. Podía contar con los dedos de una mano las veces en que la vice-presidenta se había enojado con ella.

—Buenos días, señorita Jung.

Jia y Jooe la saludaron en cuanto salió del elevador, observó a las dos mujeres durante unos segundos antes de asentir y continuar caminando hacia su oficina. Tenía muchas cosas en la cabeza, pero sabía que no podía continuar con su trabajo hasta que se arreglara con Irene, así que dio media vuelta y se dirigió a la oficina de su querida prima. Se fijó en el reloj de su muñeca e hizo una mueca, casi eran las ocho de la mañana, por lo que era probable que Chorong ya estuviera en su puesto, sin embargo, se sorprendió al ver que la fiel asistente aún no había llegado.

La suerte al parecer estaba de su lado.

No tocó, simplemente se adentró a la oficina y se acercó a la menuda mujer. Esta la ignoró olímpicamente, cosa que ya se esperaba, así que simplemente tomó sus lentes y se dio media vuelta.

—Jessica —rugió la chica con molestia—, devuélveme mis lentes.

Se detuvo.

—¿Por qué? —cuestionó con tranquilidad—, no los necesitas.

Irene respiró profundamente, estaba segura que en cualquier momento explotaría, tenía estrés acumulado por la junta que tendrían con los Hirai, el proyecto Magnum que se cerraría en unos días y otros proyectos más que necesitaban de su atención, y si a eso le añadía la humillación que Jessica le había hecho pasar... Bueno, era obvio que estaría de mal humor y lo que menos desearía era ver a la misántropa mujer.

—Sabes que no puedo ver sin ellos.

La acaramelada chasqueó la lengua y giró para mirarla seriamente.

—No estaríamos en esta situación si ocuparas lentes de contacto, como te lo he repetido varias veces —dijo con un tono frío—. Además, te ves más hermosa sin ellos.

Un silencio incómodo se hizo presente entre ambas, la tensión que se había formado a lo largo de la semana se hizo palpable y aquel silencio sólo hizo que aumentara. Irene se recargó en el respaldo de la silla y mostró una sonrisa divertida logrando que aquella tensión desapareciera.

—Sigo preguntándome como haces para salirte con la tuya cada vez que discutimos —contestó con voz cálida, olvidando por completo su mal humor—. Siempre soy débil contigo.

La acaramelada se acercó tendiéndole los lentes, su rostro inexpresivo no se inmuto cuando la castaña se levantó y rodeó el escritorio para abrazarla. La cálida sensación de aquella acción la embargó, su cuerpo se tensó al instante, pero se relajó en cuanto el dulce aroma familiar inundó sus fosas nasales recordándole que no era cualquier persona la que tenía entre sus brazos.

—Lo siento... —soltó en un susurro mientras cerraba los ojos—, fue mi culpa y no lo volveré a hacer. Creo que debí percatarme de tus sentimientos desde hace días.

Recordatorio: una secretaria para mi prima.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora