Capítulo 5

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CAPÍTULO 5
OJOS DE LA ANTÁRTIDA

Stephanie miró su reloj una vez más con el ceño fruncido; eran las ocho treinta de la mañana y su jefa aún no había aparecido, era extraño, llevaba una semana ahí y su jefa jamás había llegado tarde. Regularmente la CEO ya estaba en su oficina cuando ella llegaba y simplemente le tendía una hoja con las cosas que necesitaba o se limitaba a enviarle mensajes sobre sus obligaciones de aquel día y que modificara su agenda.

Soltó un sonoro suspiro, comenzaba a preocuparse y aquello la irritaba. Jessica Jung era el mismísimo diablo, era cruel, fría, exigente y déspota, no había cosa que ella no ordenara y no se cumpliera, pero aun así era inteligente y sumamente estimulante, sus opiniones y argumentos eran interesantes que se había sorprendido mirándola con admiración mientras esta le explicaba ciertos puntos de los acuerdos o de cómo manejaría al negociador en la junta. Si, lo aceptaba, su jefa era una genio digna de admirar. Sin embargo, toda esa admiración se iba por el retrete cuando salía a relucir su lado pedante e insensible.

Pero pese a eso le preocupaba su jefa.

Miró nuevamente el reloj, eran cuarto para las nueve y no había atisbo de su jefa. Se mordió el dedo, quizá debía ir a preguntarle a Jia. Se levantó y, justo cuando lanzaba una última mirada a su reloj, escuchó el eco de unos tacones chocando con el frío mármol del suelo.

Levantó la mirada y se topó con el rostro fresco y elegante de la mujer que le había hecho la entrevista, esta le sonrió en cuanto se detuvo al otro lado del elegante escritorio.

—Buenos días, señorita Hwang —la saludó con una sorpréndete alegría—. Deduzco que Jessica no le informó que hoy retomaría sus entrenamientos de Taekwondo, ¿verdad?

Negó con perplejidad, no podía imaginarse a su delicada jefa dando patadas o teniendo combates.

—¿La señorita Jung en clases de Taekwondo? —cuestionó con incredulidad,

—Lo sé, es difícil de creer —contestó Irene con una sonrisa—. Es una suerte que viniera por un libro que necesito, en fin, será mejor que esté allá en cuanto su entrenamiento termine, probablemente asumió que revisaría su agenda antes de venir al trabajo.

La asistente frunció el ceño, en la agenda no había nada sobre clases de Taekwondo.

—¿Sabe a qué hora termina el entrenamiento?

Irene se llevó un dedo a su mejilla haciendo memoria.

—Me parece que terminan nueve treinta, regularmente está en el dojo desde las siete de la mañana y sólo le dedica dos horas al día —dijo con duda—. Aunque hay ocasiones que su entrenamiento se prolonga.

—Muchas gracias, creo que es mejor que me ponga en marcha...

—Creo que sí, el dojo está al otro lado de la ciudad —Irene sonrió divertida al ver el rostro estupefacto de la chica—. Será mejor que corra, señorita Hwang.

La chica soltó un gemido de frustración, cogió sus cosas y se levantó con rapidez.

—Muchas gracias, señorita Bae.

—Oh, no te preocupes, yo debería darte las gracias por haber soportado ya una semana con Jessica —la vice-presidenta la miró con dulzura—. No dudes en informarme si comienza a excederse, ¿de acuerdo? —Stephanie vaciló un poco antes de asentir—. Bien, no te detengo más, mucha suerte, señorita Hwang. Oh, antes de que se me olvide, Jessica tiene programada una cita para medio día con un importante accionista, así que llévala en cuanto salga del entrenamiento.

Recordatorio: una secretaria para mi prima.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora