Capítulo 10

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CAPÍTULO 10
LA BELLA Y LA BESTIA

Stephanie entró a su departamento con su maletín colgando en su hombro y una bolsa de medicinas en su mano derecha. Sabía que podía ahorrarse dinero utilizando los medicamentos que Ailee y Taemin tenían en casa, pero el demonio de su jefa le había enviado un mensaje de que mañana le pediría las facturas de todo para ver si realmente había ido al doctor tal y como se lo había ordenado.

Suspiró dejando las bolsas en la mesa del comedor, caminó hacia la cocina y leyó la nota que Ailee le había dejado diciéndole que Nicolas estaría al cuidado de Miryo hasta las tres de la tarde y que Taemin saldría del hospital para ir por él para llevarlo a comer con ellos, que no se preocupara, pero su hijo estaría en el hospital con ellos hasta que regresaran a casa.

Sonrió.

Al menos tendría todo el día para dormir y recuperarse del resfriado que Ailee le había contagiado.

Se quitó el abrigo y lo dejó en su habitación, procedió a tomar la pastilla que le tocaba cuando la puerta sonó indicando que alguien había llegado. «Otra vez Taemin olvidó llevar ropa limpia al hospital» pensó bajando la pastilla junto al vaso y se dirigió a la sala de estar.

—Hey, la ropa limpia está en la lavandería, se supone que tú tenías que...

Las palabras quedaron en el aire cuando la peor de las pesadillas de Stephanie apareció frente a ella; con su metro ochenta, una sonrisa de ensueño y un cabello sedoso cómo la misma seda estaba él, mirándola con cinismo y diversión.

Mostrando la cruel sonrisa que creía haber superado.

—Al fin te encontré, mi amor.

Su cuerpo por inercia dio un paso atrás, sintiendo el miedo atenazar a su corazón y el llanto tomar control de su garganta. Un nudo se hizo en su estómago y los recuerdos del pasado la hicieron sentir nauseas; el monstruo estaba ahí, frente a ella, mostrando sus largas garras y la mirada sedienta de sangre devorándola desde la distancia.

—Nich-Nichkhun... —balbuceó con las lágrimas rodando por sus mejillas—, no... por favor, no lo hagas...

—Te dije que si te ibas te castigaría —dio un paso hacia ella—. No puedes escaparte de mí, mi amor, siempre te encontraré.

Lo siguiente que sucedió dejó a la chica aterrada y con el corazón latiendo de miedo, su cuerpo reaccionó pateando y empujando al hombre para que la soltara, pero era en vano. Él la había abofeteado y la había tirado al suelo, presionándola con su cuerpo mientras sus manos acariciaban su cuerpo con poca delicadeza y perversión.

—¡Suéltame! ¡Suéltame! —gritó pateando al hombre—, ¡suéltame!

Le dio un codazo en el abdomen que lo hizo gruñir.

—¡Silencio! —la tomó del cabello con fuerza dándole otra bofetada—. Sabes que detesto cuando me desobedeces, así que si no quieres que te rompa las costillas te quedarás calladita y me dejarás tomar lo que es mío por derecho.

La agarró de la mandíbula y la presionó con fuerza, enterrando sus dedos en ella haciéndola llorar de dolor.

—¿Te quedó claro, Fanny? —cuestionó con dureza jalando aún más su cabello—, ¿o quieres que vuelva a repetirlo? ¿acaso tus días de zorra en Corea te hizo olvidar los modales que te enseñé?

Negó cerrando los ojos con miedo, el maquillaje ya estaba corrido a causa de sus lágrimas, pero era algo que no importaba.

—Bien, porque no me gustaría que tu asquerosa sangre ensucie mi camisa nueva que compré para la ocasión.

Recordatorio: una secretaria para mi prima.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora