10. Consecuencias

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Desperté en mil novecientos noventa y nueve después de estar muerto durante casi dos décadas. Regresé en un mundo totalmente desconocido para mí, un mundo mágico aún recuperándose de una cruel guerra en la cual salió derrotado El Señor Tenebroso. Suena increíble, ¿verdad? ¿Y si te dijera que ese "nuevo mundo" desapareció por completo y se convirtió en un completo caos?

—Hannah, tienes que ver esto... —dije, con la vista aún fija al paisaje que se divisaba a través de la ventana.

No recibí respuesta, por lo que me di la vuelta. La habitación estaba vacía. Seguramente la rubia estaba en el baño, así que di un par de zancadas para acercarme hasta allí.

—Re... Regulus... —musitó ella, quien estaba sentada en el suelo, con los brazos rodeando sus piernas.

Pensaba preguntarle qué rayos hacía allí sentada, cuando algo ubicado justo en frente de la chica me distrajo. Al principio pensé que era sólo una pila de ropa, pero un par de manos me dijeron lo contrario. Lo que antes distinguí como un montón de tela roja, realmente se trataba de una gran cantidad de sangre, adherida a la indumentaria de los cadáveres que yacían en aquel baño. Un hombre y una mujer, según pude deducir, por un largo mechón de pelo que se divisaba en medio de aquel lío, y porque una de las manos era ancha y robusta.

Lo primero que pensé fue en una pareja que decidió visitar Hogsmeade, siendo sorprendidos en su estadía. Volteé hacia mi derecha y pude ver mi rostro horrorizado en el espejo, aunque no podía compararlo siquiera con la expresión que tenía Hannah.

—Vamos —le dije, extendiéndole mi mano.

—¿Por qué pasó esto? ¿Quién pudo ser capaz? —dijo ella, consternada.

Decidí no responder, pues la chica no había visto lo que yo presencié a través de la ventana. Ella tomó mi mano y se levantó. No dije nada más y señalé la ventana, dejando que ella viera la parte de Hogsmeade que teníamos frente a nosotros. Las personas seguían caminando bajo la vigilancia de varios enmascarados, y el montón de cadáveres ubicado en la puerta de Zonko tenía dos nuevos miembros. Aún se veía el par de gigantes caminando a lo lejos entre las calles del pueblo, que ahora era poco más que ruinas y escombros. ¿Desde cuándo los gigantes bajaban hasta la civilización? Ella abrió mucho la boca, pero no salió ninguna palabra, sus ojos se humedecieron y en un par de segundos varias lágrimas ya corrían por sus mejillas.

Las personas que hacían fila entraban en uno de los locales. Se veía salir a varios de ellos con grandes bolsas en sus brazos. Una mujer de pelo castaño dijo algo, e inmediatamente, un individuo ataviado con una túnica negra muy pulcra se acercó a ella. El hombre sacó su varita y apuntó al cuello de la mujer.

—¡Agradece que tienes qué darle a tus hijos! —gritó—. ¡El Señor Tenebroso no tolera estas cosas, pero aún así no se niega a darles alimento, aunque no lo merezcan!

En ese momento abrí mucho los ojos y miré a Hannah.

—Pero... —murmuró ella, aunque no continuó.

Si El Señor Tenebroso seguía vivo, ¿había ganado la guerra entonces? Era muy probable, dado lo que mis ojos presenciaban. ¿Por qué había cambiado todo tan drásticamente? ¿Qué fue lo que ocurrió para que ellos terminasen ganando la guerra? Sin duda, todo había sido nuestra culpa.

Cuando fui con Hannah a ver a Mundungus, jamás imaginé en qué podía terminar esto, y menos que fuera algo tan grande. Recuerdo claramente sus instrucciones sobre no cambiar el curso de los hechos, teniendo en cuenta que viajábamos mucho más que unas cuantas horas, que era el funcionamiento normal de un giratiempo.

Más Allá del Tiempo, por Regulus BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora