17. El Galeón Falso

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Las alas de Kal dejaron de batir, y el descenso se hizo más pronunciado. El sonido del viento, que taladraba mis oídos, disminuía su intensidad; y en cambio, lograba oír el ruido de los pájaros y la corriente de agua de un riachuelo ubicado debajo de nosotros, no muy lejos de allí.

Un zumbido me hizo alzar la mirada y voltear hacia atrás. Lara volaba a toda velocidad en línea recta. Su rostro se mostraba decidido, como cuando había resuelto ir a Peacock en busca de su madre.

—¡¿Qué haces aquí?! —exclamó Hannah.

—Ayudando. No pensarás que iba a quedarme en el búnker.

—Abajo, Kal —ordenó Charlie.

El dragón soltó un grave gruñido, y un segundo más tarde, atravesábamos la copa de los árboles que conformaban el bosque, quedando cubiertos por su espesa sombra. Estábamos en la hondonada donde Hannah, Lara y yo nos encontramos con La Resistencia la primera vez.

Cuando el último de los que íbamos sobre el animal tocamos el suelo, la morena se deslizó suavemente en su escoba hacia nuestro encuentro, y se mantuvo suspendida en el aire.

—Gracias, Lara —dijo Tonks en un hilo de voz—. No nos irá mal un poco de ayuda con esto. Podrías cubrirnos desde arriba.

La chica respondió con un gesto con la cabeza y se elevó con rapidez hasta perderse de vista.

—Kal, espéranos acá —dijo Charlie.

Acto seguido, caminamos en línea recta con rapidez. No tenía caso intentar moverse con sigilo, pues las hojas regadas por el suelo delataban nuestra presencia. Tonks tomó la delantera del grupo, blandiendo su varita a la altura de su abdomen; y los que íbamos detrás manteníamos una distancia prudencial entre nosotros, mientras apuntábamos en todas direcciones.

Nos detuvimos frente a un gran arco formado por el tronco y las ramas de dos árboles contiguos: la entrada de la guarida.

Charlie volteó hacia los demás.

—Voy a deshacer el hechizo ocultador —dijo—. Dispérsense.

—Lo haremos los dos —repuso Tonks, cortante, y luego se volvió hacia los demás—. Ustedes aguarden aquí para atacar cuando sea necesario.

La manera en la que dijo aquello no parecía admitir ningún tipo de réplica, así que asentí. Y lo mismo hicieron Hannah y Neville un segundo más tarde.

Tomé la mano de la rubia y la atraje hasta detrás de un árbol, ubicado justo enfrente de la entrada del escondite. Neville, por su parte, se ocultó unos cuantos metros a un costado de nosotros.

Tonks y Charlie alzaron sus respectivas varitas, apuntando al espacio vacío (aparentemente, al menos) entre los dos árboles. Tras pronunciar algunas palabras que no entendí del todo, hubo un leve resplandor, y a continuación, pareció haberse creado de la nada una réplica de ese espacio, para luego fusionarse en uno solo, quedando justo como antes de pronunciar el hechizo, con la diferencia de que ahora ya no era un área vacía, sino que habían varias tiendas de campaña, además de una fogata ardiente en el centro.

Pero no había nadie al descubrir la guarida.

Al menos nadie con vida.

Hannah ahogó un grito y señaló el árbol que servía como parte del arco de entrada. El cuerpo de Maximus Ollivander colgaba de una de las ramas, tomado de sus tobillos.

—Max... —musitó Neville desde el árbol contiguo a nosotros.

Pero mis ojos encontraron otro cadáver a unos pocos metros de Maximus. La larga cabellera de Michael Corner casi tocaba el suelo. La rama que lo sostenía crujía amenazadoramente.

Más Allá del Tiempo, por Regulus BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora