18. R.A.B.

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—¿Está seguro, amo?

—Sí —respondí.

—Es peligroso, señor. Allí hay...

—¿Qué pasó después de bebiste de esa poción? —interrumpí—. Cuando comenzaste a sentir dolor, ¿él se fue de inmediato?

Kreacher soltó un suspiro de resignación y negó con la cabeza.

—Él... sacó algo de su bolsillo y... lo metió en esa vasija de la que le hablé, señor.

—¿Qué cosa?

—Era una especie de cofre pequeño con un collar, señor.

—Un cofre... ¿algo como el relicario de mi madre?

—Muy parecido. Sólo que dorado, y no tiene el escudo de la honorable familia Black, por supuesto.

—Entonces, escondió allí un objeto pequeño... —dije más bien para mí mismo—. El Señor Oscuro no es el tipo de persona que guste coleccionar joyas. —Mientras hablaba, daba vueltas alrededor de la habitación—. Si escondió eso allí, fue por una razón... mágica.

—¿Una razón mágica, señor?

—No creo que le muevan los motivos sentimentales, ni mucho menos familiares. Jamás lo he escuchado hablar de su familia, si es que la tiene.

Mi boca se llenó de un sabor amargo. No entendía cómo podía admirar a ese hombre. Cómo mi mente había llegado a llenarse de todas sus ideas como si fueran verdad absoluta.

Un objeto. Mejor dicho, un objeto oculto y del que nadie sabía nada en absoluto, excepto...

—¿Alguien sabe que fuiste a esa cueva con él?

Pero ya imaginaba la respuesta.

—No lo creo, amo Regulus.

¿Por qué el Señor Tenebroso escondería con tanto sigilo ese objeto? ¿Qué valor tendría para él y por qué esconderlo de esa manera? Era más que obvio que había que beber del contenido de la vasija para poder acceder a aquel objeto. Pero no parecía ser un simple hechizo de ocultación, había algo más.

—Él esperaba que murieras —dije, más como una confirmación que como la formulación de una duda.

El elfo me miró con ojos muy abiertos. No parecía sorprendido por la frase, sino tal vez por el hecho de que hablara así del Señor Tenebroso.

Mi mente daba numerosas vueltas, intentando deducir las razones que tenía él para esconder aquello, y qué realmente era ese objeto, pues era evidente que no se trataba de un simple relicario.

—Acompáñame —le dije al elfo, y salí de la habitación dando zancadas.

Bajé los peldaños de dos en dos, y corrí en dirección a una de las múltiples habitaciones del número doce de Grimmauld Place. Sólo me detuve cuando me encontré frente a frente con un enorme armario de hierro labrado con el escudo familiar.

Cuando Kreacher llegó a mi encuentro, avanzando torpemente, y murmurando por lo bajo que ya estaba demasiado mayor como para ese tipo de actividad física, yo ya tenía el relicario de plata en mi mano. Lo apunté con mi varita y susurré:

¡Geminio!

De inmediato surgió una copia exacta, que se posó justo al lado del original. A simple vista no se adivinaba ninguna diferencia.

—Regulus, cielo... ¿estás por allí? —dijo una voz desde el otro lado del pasillo.

Miré por encima de mi hombro, sin poder evitar mostrar una mueca de asco, que no estaba relacionada solamente con mi familia, sino con lo que me rodeaba en su totalidad, incluido yo mismo.

Más Allá del Tiempo, por Regulus BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora