27. Recuerdos

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—¿Ella te contó algún detalle más sobre ese sueño?

—Apenas es eso lo que recuerda. Y le costó un montón. Por supuesto que le sorprende soñar contigo, dado que ustedes no se conocen.

—¿Y qué piensas? —dije en un susurro.

—Bueno, a pesar de que son recuerdos borrosos, tiene detalles muy concretos sobre lo que pasó: la mantícora, tú y yo, las escobas...

—Claro —dije asintiendo—. No es una casualidad en absoluto.

—¿Y qué es enton...?

Pero Hannah no terminó la frase. Algo chocó contra mi cabeza muy fuerte. Vociferé una maldición y me levanté con rapidez, de lo que me arrepentí un instante después, porque la cabeza volvía a darme vueltas.

—¡¡Pero si es Régulo, Reguilis, Reguilón!! ¿Dónde andabas, bebé?

—Fuera de tu alcance, Peeves.

—¿Otra vez de mal humor? ¿Otra vez con esa cara? Ah, perdón, es con la que has nacido, ¿no?

El poltergeist se tocaba el estómago mientras carcajeaba. Paró de reír, y se fijó esta vez en la rubia.

—¡Hannah Aborto! ¿Cómo estás? ¿Tú no tienes tan mal genio como Régulo?

—Depende. ¿Vas a dejarnos en paz?

—"Paz" y "Peeves" no las vas a encontrar jamás en una oración. ¡Jamás!

El hombrecillo la señalaba, y acto seguido le lanzó algo con tanta rapidez, que le fue imposible esquivarlo. Le impactó de lleno en el rostro, llenándola de una sustancia tan nauseabunda, que estuve a un segundo de vomitar los pasteles que había comido en Grimmauld Place.

—¡Vámonos! —gritó ella, y echó a correr a través del pasillo.

—¡ESTUDIANTES FUERA DE SUS CAMAS! ¡ESTUDIANTES FUERA DE SUS CAMAS! —gritó el hombrecillo.

A mitad de carrera, la chica se detuvo en seco y volteó a verme. Yo estaba varios metros detrás, pues no podía avanzar a la misma velocidad que ella.

—Hay que ir a la enfermería.

—No, no. Descuida, rubia. Yo voy.

—Filch ya debe estar por venir.

—Y es mejor que vea a uno de nosotros en vez de a los dos, ¿no crees?

—No quiero que te metas en más problemas.

—¿Más? —le dije con una sonrisa.

—Bueno, ya me entendiste.

—Buenas noches, rubia. Báñate por favor.

—¡Cállate, imbécil!

Di media vuelta, buscando el pasillo que me llevaría al piso superior, donde estaba la enfermería. En el trayecto no vi a Filch por ningún lado, aunque Peeves volvió a hacer acto de presencia sólo para gritarme "¡maldito greñudo!" y desaparecer.

—El profesor Dumbledore me informó hace treinta minutos que usted venía —dijo Madame Pomfrey una vez llegué—. Y sólo hay un piso entre el despacho del director y la enfermería.

—Lo siento —le dije—. Me... distraje.

Madame Pomfrey bufó y me asignó una de las camas. Me dio un pijama y procedió a examinar mi cuerpo con ayuda de su varita.

—Hay varias fracturas toscamente curadas, contusiones por doquier, una quemadura grave en el hombro... les he dicho que no intenten curarse por sí mismos, pero es sólo un desperdicio de saliva.

Más Allá del Tiempo, por Regulus BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora