Más Allá del Tiempo, por Regulus Black

22. El Traidor

La túnica de Severus se agitaba con cada paso que daba. Su caminar era rígido y no miraba a ningún lado más que al frente, mientras atravesaba el pasillo con varias puertas a ambos lados. Casi me sentía en uno de los múltiples pasillos de Hogwarts, a punto de entrar a clase de Pociones, o directo a un castigo tan horrible como el de las ratas a las que debía extraerles el cerebro.

De vez en cuando se detenía para amenazar a Charlie o Lara con su varita, para que apuraran el paso. De más está decir que en el caso de Hannah y yo, avanzábamos sin ningún tipo de resistencia, mientras que Draco parecía no poder disimular el hecho de que no caminaba bajo coacción. A Tonks, por su parte, le restaban muy pocas energías como para resistirse.

Durante un instante, luego de que saliéramos de la habitación, llegué a preguntarme si en realidad el Severus de esa línea temporal estaba de nuestro lado. Pero había varios factores que lo confirmaban de entrada: la desaparición de Draco, aunque fue un aliciente para que Lara pensase que él seguía siendo un mortífago, fue seguramente para encontrarse con el hombre que ahora mismo nos guiaba. Incluso algo me decía que ellos ya llevaban tiempo comunicándose, pues el hijo de Lucius logró encontrar a Teddy y pudo infiltrarse en el palco del coliseo. Pensé también en cómo se desvaneció la barrera que apartaba a Remus y Tonks de los demás, pues aquello tuvo que haber sido obra suya. Y tal vez el traslador. Y definitivamente, la poción matalobos que usó Hannah fue preparada por él, no tenía que preguntarlo siquiera.

Una vez más, incluso en otra línea temporal, Severus Snape fue de una ayuda enorme y prácticamente indetectable.

Hannah me devolvía una leve sonrisa cada tanto, aunque yo no me sentía tan entusiasta. Había un alivio por la posibilidad de poder salir de aquel horrible sitio. Me sentía profundamente agradecido. Pero tenía la sensación de que las cosas malas no habían terminado de suceder.

—Bajen —dijo el hombre sin mirar a nadie a los ojos, con la varita levantada a la altura de su cintura.

Charlie comenzó a descender a regañadientes, y Draco lo siguió. Las escaleras conducían al enorme salón principal, el cual yo había visitado antes de ser atrapado y llevado a las mazmorras.

Una veintena de personas nos miraban desde allí. Pude ver el altivo rostro de Rabastan y la perversa sonrisa de Bellatrix, así como también a Macnair, y otros cuyas facciones no reconocía en la penumbra. En medio de aquel espacio, de rodillas, había alguien más. Remus Lupin ya volvía a tener aspecto humano, aunque estaba más demacrado que nunca, y su mirada se mantenía fija al suelo.

Justo detrás de Remus, Neville Longbottom nos dirigía una mirada suplicante. Su rostro estaba completamente hinchado a causa de la herida propinada por el graphorn, pero era evidente que el resto de su cuerpo había sufrido numerosas torturas.

—Al suelo —dijo Severus, en cuanto todos terminamos de bajar las escaleras.

Sentí cómo una increíble fuerza empujaba mis piernas, obligándome a doblar las rodillas. Era un dolor insoportable que terminó dominándome a su antojo. Mis manos se fueron hasta mi espalda, y terminaron entrelazándose sin que yo hiciera nada para evitarlo.

—Al fin los tenemos a todos juntos... —dijo una voz aterradoramente familiar—. De alguna forma u otra, han encontrado la forma de salirse con la suya.

El salón se inundó de un silencio sepulcral. Nadie parecía atreverse a emitir sonido alguno, era evidente. Tras el leve sonido de pasos, la voz volvió a retumbar en las paredes del salón:

—Ustedes han sido un verdadero dolor de cabeza...

Hubo un nuevo silencio, aún más largo que el anterior, y más pasos se dejaron oír. Vi una silueta por el rabillo del ojo, que avanzó hasta formar parte de mi campo de visión. Fue inevitable sobresaltarme por la certeza de que volvería a verle la cara después de diecinueve años.