29. Tiempo

397 23 10
                                    




El verano daba señales de llegar a su fin. Era justo el tipo de clima que parecía no decidirse entre una estación u otra. Las hojas de los árboles no habían comenzado a caerse aún, pero todo indicaba que no tardarían en hacerlo.

Hannah se aferraba a mi mano conforme íbamos caminando. Llevaba consigo un ramo de flores que se balanceaba con cada paso. Cuando nos detuvimos, me soltó y dejó el ramo encima de la lápida.

—Es la primera vez que vengo desde que murió —reconoció la chica.

—¿Por qué?

—No lo sé. Tal vez creí que no lo soportaría. Pero todo cambió en estos meses.

La miré sin decir nada. De no haber visto su cara, pensaría que sólo eran palabras para darse fuerza, pero la determinación colmaba aquel rostro en el que algunas cicatrices se asomaban. Quizás las que necesitaba para superar una pérdida tan grande.

—¿En qué piensas? —preguntó con una sonrisa.

—En lo fuerte que eres —respondí.

—¿Después de tantos errores?

—Estás aquí ahora, enfrentando y venciendo tus temores.

La rubia volvió a sonreír y me besó.

—Dijiste que tenías una noticia... —dijo ella una vez separó sus labios de los míos—. ¿Tiene que ver con las elecciones del domingo?

—No. Hasta ahora Dumbledore sigue siendo un misterio si Dumbledore será candidato o no. Se trata de otra cosa. —Rebusqué en mis bolsillos y saqué un trozo de pergamino—. Resulta que ahora formo parte de los Wigtown Wanderers...

—¡¿En serio?! ¡Oh, es genial! —la chica se abalanzó sobre mí.

—El verano con los Tornados estuvo muy bien, tal vez me hubieran dado algún puesto suplente. Pero al parecer Slughorn tiene contactos con los Wanderers y enviaron un ojeador al entrenamiento.

—¿Cuándo tienes que presentarte con ellos?

—El viernes que viene en el entrenamiento vespertino.

—Tal vez pida la tarde libre en San Mungo para ir a verte.

—No es necesario, rubia, de verdad.

—Me deben algunas horas extra. Además, no quiero perdérmelo.

Ella me guiñó un ojo y siguió mirando la lápida durante varios minutos.

—Ojalá lo hubiera aprendido de una manera menos dolorosa.

La abracé muy fuerte. No necesitaba preguntar a qué se refería.

—Es por eso que decidí escribirlo todo —le dije—. Si hubiéramos llegado a olvidarlo, no pudiéramos decir que aprendimos algo.

—He estado pensando continuamente en eso. En que al escribir mantenías todo tan fresco en tu mente, que ni tú ni yo tuvimos oportunidad de olvidar.

—Pensé que creías que estaba loco.

Ella negó con la cabeza y rió ligeramente.

—Hubiera sido terrible que de pronto no recordáramos nada... Y eso me hace creer que quizás era así como todo debía ser.

—¿Quieres decir que todo esto estaba destinado? —pregunté.

—No lo sé. Lo más increíble es que no tenemos la certeza de nada. Pero por ejemplo, pedir la ayuda de Mundungus terminó en robarle el diario y dárselo a Slughorn. Y ahora vas a jugar con tu equipo favorito de Quidditch desde que eras un niño. ¿Entiendes lo que quiero decir? No es como que nada pasó. Sí lo hizo. Porque durante años ni siquiera fui capaz de traerle flores a mi madre a su tumba.

Más Allá del Tiempo, por Regulus BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora