Kinky (P2)

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Cualquier persona que conozca a Scott Hoying diría que sin duda es una persona dulce. Más que eso, siempre es amable y tierno; algo infantil pero de pensamientos profundos, buscando siempre el bienestar de sus seres queridos.

Sí. Definitivamente, todo el mundo piensa que Scott es una persona dulce.

Pero los pensamientos que cruzaron la mente de Scott al escuchar las atrevidas palabras de su amigo, arrodillado entre sus piernas, no fueron dulces. No, fueron pensamientos oscuros, fuertes, llenos de lujuria, pasión; fueron pensamientos que lo confundieron y la vez le hicieron estar más seguro que nunca. Mitch estaba ahí, tan cerca, tan real... tan perfecto. Tan Mitch.

-¿Qué más?- Scott no reconoció su propia voz. Sonó ruda, como una demanda impaciente. Tomó un puñado de los cabellos de Mitch con fuerza y vió como rodaron los ojos del chico. Nunca pensó que Mitch disfrutaría tanto ceder todo el control... y nunca pensó que él mismo amara tanto la sensación de tener el control absoluto. -¿Qué más quieres, Mitchell?

Mitch tembló al escuchar su nombre completo. Nadie lo llamaba así, mucho menos Scott, pero en ese momento lo hizo sentir vulnerable y a merced de su amigo. La mano en su cabello mantenía fija su cabeza, no podía romper el contacto visual y no quería hacerlo. Nunca había visto tan oscurecidos los azules ojos de su amigo. Ya no eran del color del cielo en un día soleado, ahora eran del color del mar en plena tormenta... y él estaba desesperado por naufragar.

-Quiero ser tuyo, yo...yo no sé cómo, p.pero necesito ser tuyo.- Tartamudeó. Toda su bravuconería se desvaneció de pronto.

Estaba indefenso bajo la turbia mirada de Scott. A pesar de que a Mitch le encanta el sexo rudo y sucio, supo que Scott podía hacerlo como se le diera la gana y de todas formas sería inolvidable, por era Scott, su Scott... y nada podría compararse con eso. Afortunadamente para Mitch, su atrevida confesión encendió algún tipo de interruptor en el interior de Scott. Él jamás pensó que estuviera interesado en ese tipo de cosas... o mejor dicho, nunca quiso aceptarlo; porque se supone que es una persona dulce y debería hacer el amor con esa misma dulzura que lo caracteriza, pero ahora no quería ser dulce. No con Mitch. Quería hacer todo lo que Mitch había dicho. Quería empujar contra su boca, ver como su duro miembro empapado de su saliva se deslizaba por sus labios. Quería ver sus ojos vidriosos cuando llegara hasta su garganta y no dejarlo ir, quería permanecer ahí hasta que le faltara el aire y casi no pudiera resistirlo... y luego quería follarlo hasta colarse en lo más profundo de su alma. Quería que cada vez que Mitch pensara en sexo, lo viera a él, follándolo como nunca.

Con un movimiento rápido, a pesar de sus dedos temblorosos, abrió su pantalón y, sin bajarlo por su piernas, sacó su sobreexcitado miembro de su ropa interior, el que se liberó con un rebote. Scott jadeó cuando lo golpeó el aire frío... y Mitch jadeo cuando por fin vió la maravilla que tiene Scott entre las piernas. Su imaginación no le daba crédito, la realidad era mucho mejor, pero como lo había supuesto, Scott era enorme, su pene erecto descansaba contra lo bajo de su estómago, la punta era completamente rozada y ya estaba algo humedecida, Dios, estaba tan duro que pequeñas venas adornaban toda su longitud y Mitch juró que lo vió palpitar bajo su intensa mirada.

En una reacción completamente involuntaria, Mitch abrió la boca, desesperado; y intentó llevar su rostro hacia adelante, pero Scott sujetó sus cabellos con más fuerza y, para el deleite de Mitch, escuchó su risa grave.

-¿Esto es lo que quieres?- Dijo, tomando su pene en su mano y masturbándose muy cerca del rostro de chico. Mitch asintió rápido, intentando rogarle con los ojos -Sucio Mitchell.

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