2: Callejón Diagon

646 53 27
                                    

Cuando Harry golpeó el tercer ladrillo sobre el cubo de basura, apareció ante sus ojos el Callejón Diagon; lleno de gente que aprovechaba los últimos días de verano para comprar el material escolar. No era la primera vez que James, Albus y Lily iban al Callejón Diagon, ya habían estado otras veces, comprando material de James o regalos de Navidad; aunque los tres vacilaron un momento antes de atravesar el agujero que había quedado en la pared de ladrillo, temerosos de que se fuera a cerrar justo mientras ellos pasaban.

Una vez dentro, decidieron que Ginny y Lily se fueran a por el regalo de cumpleaños de Albus, mientras que Harry iría con él a comprar su material escolar, y James se quedó con su amigo Luke Thomas, un chico muy pálido y delgado, con la cara y los brazos llenos de cicatrices; y sus padres, Dean y Lavender.

    -Vamos Al -dijo Harry-. Si te entretienes, no nos va a dar tiempo a comprar todo antes de la hora de comer.

La primera tienda a la que pasaron fue Madame Malkin, donde compraron túnicas, capas y guantes, y la corbata de Hogwarts; la de la casa se la darían una vez que fuera seleccionado.

Después de pasar lo que a Albus le pareció una eternidad comprando pergaminos, plumas, ingredientes para pociones y libros de texto; su padre le llevó a Ollivander's, una tienda de varitas. La primera impresión de Albus fue que era una tienda increíblemente pequeña, sensación que se acentuaba por las miles de cajas que se apilaban hasta el techo y que, milagrosamente, no se caían.

Cuando se extinguió el sonido de la campanilla de la puerta, salió de la trastienda un hombre muy mayor, calvo y con la cara llena de arrugas.

    -Buenos días Ollivander, cuánto tiempo sin verte -saludó Harry.

    -Hola Harry, creía que ya no te volvería a ver -dijo Ollivander-. Me jubilo este año, en cuanto empiece el curso escolar, y dejaré como encargado de la tienda a un sobrino. ¿Para qué has venido? ¿No se te habrá roto la varita, verdad? Veintiocho centímetros, acebo y pluma de fénix. Sería una pena que una varita tan buena como esa se rompiera. ¿O acaso ha sido la de tu hijo mayor? Treinta centímetros y medio, roble y fibras de corazón de dragón. No, no creo que sea por eso, esa varita es demasiado nueva -añadió para sí mismo.

    -No, mi varita sigue perfectamente, y la de James también. Vengo a por una para mi hijo Albus, que empieza su primer curso en Hogwarts -explicó Harry.

Ollivander reparó en Albus, e inmediatamente sacó una cinta métrica que se puso a medir sola a Albus por todas partes, incluso por las orejas. Albus no pudo evitar preguntarse para qué necesitaría Ollivander conocer el tamaño de su pabellón auditivo.

Cuando la cinta métrica ya hubo medido todo su cuerpo, Ollivander le empezó a sacar varitas para que las probara. Le explicó cómo tenía que sacudir el brazo derecho y que no le temblara la mano.

    -Ajá... Prueba esta. Encina y fibras de corazón de dragón, treinta centímetros. Bonita y flexible -dijo tendiéndole a Albus una varita, que el chico sacudió sin que pasara nada, sintiéndose un poco tonto.

Media hora después, la pila de varitas ya probadas que estaba sobre la silla había alcanzado un nivel alarmante, y el señor Ollivander estaba desesperado.

    -Probemos esto -dijo sacando una caja de lo alto de la estantería-. Una combinación poco usual: veinticinco centímetros y medio, sauce y pluma de fénix.

Albus cogió la varita que le ofrecía el señor Ollivander, y la sacudió, sintiendo que un calor le bajaba por el brazo y que al llegar a su varita, salieron chispas verdes.

Los tres sonrieron aliviados, ya que empezaban a pensar que ninguna varita iba a elegir a Albus.

    -Vaya, vaya. Buena elección, chico -comentó el señor Ollivander-. Una buena varita, sin duda. Me acuerdo del día en que vendí a su gemela, a un chico que se llamaba igual que tú, hace más de medio siglo. Sin duda te puedo asegurar que esta varita, al igual que su gemela, está destinada a hacer grandes cosas.

Albus se quedó desconcertado cuando el señor Ollivander le dijio eso, y no supo qué responder. Miró con alegría su nueva varita y pensó: <<contigo seré un gran mago>>.

Tras pagar los ocho galeones correspondientes, salieron de la tienda.
    -Al fin -dijo Harry-. Me estaba empezando a dar claustrofobia ahí dentro.

Justo en ese momento, vieron a dos pelirrojas, Ginny y Lily, salir del Emporio de la Lechuza con un paquete envuelto en papel de regalo y que tenía una sospechosa forma de jaula. Al verlo, Albus salió corriendo y le quitó el paquete a Lily. Rompió el papel y vio un pequeño búho negro, del tamaño de su mano, que lo miraba fijamente con unos ojos color ámbar.

    -Se llama Deepy -dijo Lily, orgullosa-. Le he puesto yo el nombre.

    -Bueno, podría haber sido peor -sonrió Albus pensando en la lechuza de su hermano, Nobby, que también había sido bautizada por Lily.

Decidieron ir a por un helado a Florean Fortescue, donde, diez minutos después de la hora convenida, apareció James con su amigo Luke y sus padres.

Dean y Lavender eran viejos amigos de sus padres, y en seguida se encontraban charlando animadamente. Luke y James se sentaron en la mesa de los niños, con Albus y Lily. A Albus Luke le caía muy bien, aunque le llamaba la atención su aspecto enfermizo y sus brazos llenos de cicatrices. Se preguntaba a menudo qué haría para tener semejantes cortes, y le sorprendía mucho que fuera amigo de James, ya que eran totalmente opuestos. Su hermano era bromista, irresponsable y con mucha facilidad para hacer amigos, pero Luke era todo lo contrario: tímido, responsable y muy buen estudiante.

Albus se terminó su helado de vainilla con galletas y pidió permiso a sus padres para poder ir a la tienda de quidditch, prometiéndoles que se encontraría con ellos en Sortilegios Weasley dentro de media hora.

Estaba observando la nueva Sweeperfly mientras buscaba argumentos con los que convencer a sus padres para que se la regalaran por Navidad cuando se tropezó con un chico un poco más alto que él. Su pelo era de un rubio muy claro, casi blanco, y al bajar la mirada, se encontró con unos ojos grises fijos en él.
    -Lo siento, no te había visto -se disculpó Albus, algo intimidado.
    -No pasa nada -sonrió el chico, mostrando una dentadura perfecta, blanca y brillante-. A mí también me encanta esa escoba, no me sorprende que te hayas quedado embobado mirándola. Ojalá pueda jugar en el equipo de mi casa en Hogwarts. Me gustaría ser golpeador.

    -Yo también entro este año en Hogwarts, y me encantaría ser buscador, como mi hermano -respondió Albus, algo aliviado porque el chico no se hubiera enfadado.

    -Ahí están mis padres -se despidió el chico tras una larga conversación sobre las posibilidades de los Chuddley Cannons de ganar la liga-. Espero que nos veamos en Hogwarts.

Albus se despidió de él. Parecía un chico simpático, aunque ni siquiera sabía su nombre, pensaba mientras agitaba la mano distraídamente en la dirección por la que el chico se acababa de marchar.

Corrió hacia Sortilegios Weasley, donde James lo esperaba en la puerta, cargado con dos bolsas muy llenas.

    -¡Cuánto has tardado! -dijo James-. El resto se han ido al Caldero Chorreante a tomar algo, ya se habían cansado de esperarte.

Los dos hermanos corrieron al Caldero Chorreante, donde, todos juntos, volvieron a su casa en el número doce de Grimmauld Place.

***
¡Hola! Creo que voy a empezar a actualizar semanalmente, los lunes o algo así (aunque hoy sea domingo).
Los siguientes capítulos son bastante largos, y no sé si dividirlos en dos partes o así. ¿Sería mejor un capítulo muy largo o dos cortitos?
Dilo en los comentarios porfa :D

Albus PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora