8: Vuelta a la normalidad

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A Albus, la vuelta a clase después de vacaciones se le hizo muy cuesta arriba. Le había gustado pasar más tiempo con Teddy y con su tío Charlie; y también hubiera querido disponer de unos días más para poder disfrutar de sus regalos.

Ahora, ni siquiera el quidditch le hacía la misma ilusión. El fin de semana pasado se habían enfrentado Gryffindor y Hufflepuff, y los leones habían ganado por más de doscientos puntos de diferencia; lo que les colocaba primeros en el Campeonato de las Casas y en la Copa de Quidditch. Nadie dudaba que James estaba haciendo un buen trabajo como capitán, pues hacía más de diez años que Hufflepuff no perdía el primer puesto en la Copa de Quidditch.

La casa de Slytherin estaba entrenando mucho, pero ni todo el entusiasmo de su capitana, Grace Higgs, era suficiente para hacer que se quitaran de encima esa sensación de no mejorar nada pese a entrenar más de tres veces por semana. Siempre volvían a la sala común congelados y desanimados; pues cada vez quedaba menos tiempo para que jugaran contra Ravenclaw; y si perdían ese partido ya no tendrían posibilidades de ganar la Copa de Quidditch,

Además, las clases eran cada vez más difíciles, pues no paraban de aprender hechizos aparentemente impronunciables y los profesores les mandaban redacciones que parecían que nunca se iban a acabar. Albus pensaba que primer curso iba a ser mucho más fácil, pues su hermano James lo había pasado sin ninguna dificultad.

El viernes Albus se despertó nervioso; y ni siquiera los tritones del lago que veía por su ventana le ayudaron a calmarse. Decidió ir a la sala común y calentarse un rato junto al fuego; ya que en las mazmorras hacía tanto frío que cada vez que hablaban salía vaho blanco de sus bocas. Se debió quedar dormido en el sillón, ya que casi no llegó a tiempo a desayunar pese a que se había levantado con tiempo de sobra. Afortunadamente, no era el único, ya que no tardó en ver a Scorpius corriendo hacia el Gran Comedor. Los dos amigos desayunaron lo más rápido posible para poder pasarse por la enfermería a ver a Rick, que llevaba ahí unos días por culpa de una gripe más fuerte de lo habitual.

Después de contarle a su amigo las últimas novedades y ponerle al día con los deberes; se dirigieron a clase de Transformaciones, que compartían con los de Gryffindor. Llevaban algunos días intentando convertir un ratón en una lata de sardinas; y hasta el momento solo Rose había conseguido hacer la transformación completa.

Albus repitió por enésima vez el hechizo, apuntando con desgana al pobre ratón que tenía delante, cuando de repente los gritos de Scorpius a su lado lo distrajeron.

-¡Lo he conseguido! -chilló, muy contento-. ¡Profesora McGonagall! ¡He transformado mi ratón en una lata de sardinas!

La profesora McGonagall acudió, y le felicitó porque esta vez su caja no tenía bigotes ni patas.

Albus lo volvió a intentar, y sonrió al ver que su ratón dejaba de mover la cola, y se alargaba hasta transformarse en una caja; pero su sonrisa se desvaneció cuando al coger la caja vio que todavía tenía pelo, y que de vez en cuando se movía. Pronto toda la clase se estaba riendo al ver la caja peluda corriendo por la clase. La profesora McGonagall le pidió que se quedara después de clase.

Cuando sonó el timbre; Scorpius y Rose se dirigieron al Gran Comedor, mientras que Albus esperó a que todos los demás estudiantes abandonaran la clase para hablar con la profesora.

-Señor Potter -comenzó-, le veo un poco atrasado en su nivel de conocimientos. Si lo consideras necesario, podía darte clases de Transformaciones después de comer; para alcanzar al resto de la clase.

Albus asintió apresuradamente, pensando que iba a ser la vergüenza de su curso, y salió del aula. Iba caminando por un pasillo vacío, sumido en sus pensamientos, cuando se chocó con Erik Finnigan.

Albus PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora