Albus siempre se había considerado una persona a la que le gustaba aprender cosas nuevas. Por ello, había insistido a sus padres durante meses para que le compraran una guitarra. También se había esforzado mucho en aprender francés y poder hablar con tía Fleur en su lengua materna. Pero tenía que reconocer que nunca había aprendido tantas cosas como en aquel mes que llevaba con Ollivander.
Había disfrutado su estancia con el viejo fabricante de varitas, e incluso llevaba la última semana intentando fabricar una. Para Albus, las varitas nunca habían sido más que un mero instrumento, algo que era obligatorio usar para conseguir que los hechizos funcionaran; pero durante las tres semanas que llevaba allí había cambiado de opinión. Una varita era algo mágico, algo más que la suma de la madera y el núcleo; y en función de la madera o del núcleo escogido, la varita influía en el dueño de una manera distinta.
Los primeros días con Ollivander había estado analizando varitas y aprendiendo los distintos tipos de maderas que había. Luego, Ollivander le había enseñado a elegir las mejores ramas de los árboles, y cómo trabajarlas hasta conseguir una varita que funcionara.
Como aquella iba a ser su última semana allí, Albus le había pedido a Ollivander que le dejara fabricar una varita, para poner en práctica todos sus conocimientos aprendidos durante ese mes.
Llevaba ya toda la mañana en un bosque cercano, intentando buscar un árbol que le convenciera para crear su varita. Quería hacer una similar a un fragmento que le había visto a Ollivander en una caja; pero por su escasa longitud, era evidente que esa varita se había partido, y por alguna razón, Ollivander no la quería arreglar. Recordó que su madera era más bien clara. <<Quizá sea sauce, como mi varita -pensó-, o pino>>. Puesto que no parecía que hubiera muchos sauces por la zona, a Albus le pareció mucho más fácil recoger la madera de uno de los pinos que tenía Ollivander en el jardín trasero.
Tardó más de dos días en trabajar la madera, pulirla y darle la forma que quería. Puesto que no iba a ser una varita de verdad, no le iba a poner un núcleo mágico; sino que iba a coger una pluma de su propia lechuza, Deepy. Al pobre animal no le hizo mucha gracia cuando Albus le arrancó una de las plumas de la cola, y como castigo estuvo más de tres días sin salir a entregarle a Scorpius la carta que su dueño le había atado a la pata.
Salió del pequeño taller de Ollivander cuando ya empezaba a atardecer. Había pasado más de siete horas encerrado en aquella pequeña habitación donde se habían fabricado cientos de varitas con anterioridad; pero el tiempo se le había pasado volando. Se dirigió orgulloso hacia la cocina de Ollivander, donde seguramente la cena estaría esperándole. En una mano llevaba su varita recién creada.
Nada más ver al viejo fabricante, no pudo esperar más y le enseñó su varita.
-¡Mire, señor Ollivander! ¡Al fin la he terminado! -exclamó mientras se la ponía en la mano.
Aguardó impaciente a que le diera su opinión, pero Ollivander no parecía tener prisa. Examinó la varita de su pupilo minuciosamente, desde todos los ángulos, a contraluz...Cuando por fin levantó la cabeza, Albus se sorprendió al verle la cara. No era de alegría, o de satisfacción, como él se había esperado; sino más bien de una mezcla de terror con fascinación.
-¿Y bien? ¿Qué te parece? -preguntó Albus, esperando una felicitación que no iba a llegar.
-¿De dónde has sacado la idea? -dijo, aún con la cara de quien está viendo algo terrible, pero hermoso. Albus se imaginó que esa sería la expresión que tendría alguien mientras veía un edificio consumirse por fuego valyrio.
-De la varita que tienes enmarcada en el salón -respondió-. Bueno, del pedazo de varita.
Ollivander se levantó y fue a por el pedazo de varita. Puestas las dos juntas, Albus se sorprendió al ver lo parecidas que eran, salvando la diferencia de la longitud.
-¿Sabes que varita es esta, Albus?
-No, señor. La madera creo que es de sauce, como la de mi varita, pero el núcleo... Nunca había visto algo así en mi vida. Yo pensaba que solo utilizabas plumas de fénix, pelos de la cola de un unicornio, o fibras de un corazón de dragón.
-Y así es. Esta varita no la he fabricado yo. De hecho, tiene bastantes más años que yo.
-Y si no la has fabricado tú... ¿qué haces con ella? ¿Y por qué no la has restaurado?
Ollivander se puso un poco nervioso al oír tanta pregunta. No sabía hasta que punto debía contarle a Albus.-Esta varita... La ha usado mucha gente. Era una varita muy poderosa... antes de que la partieran por la mitad. Con ella, cualquier encantamiento tenía mucha más fuerza... Sin embargo, esta varita ha matado a mucha gente.
Albus se quedó sorprendido. Volvió a mirar aquella varita, de madera clara y con una especie de bulbos alrededor del palo. A él le había hecho gracia la forma, le recordaba a la de las brochetas que comían en las barbacoas de verano. No pensaba que fuera una varita aparentemente tan importante.
-Desde que yo vivo, esta varita ha tenido más de cinco dueños; de los cuales, todos menos uno están muertos -Ollivander vaciló, como dudando si debía proseguir la narración. Al final decidió acabarla-. ¿Te sabes la fábula de los tres hermanos, Albus?
-Claro, tengo varios ejemplares de los Cuentos de Beedle el Bardo -contestó, preguntándose a dónde querría llegar Ollivander-. ¿Por qué? ¿Acaso la varita de la fábula...?
-Esta es una parte de la Varita de Saúco -afirmó Ollivander.
-Pensaba que no era más que una leyenda...
-Todas las leyendas tienen algo de verdad. Efectivamente, las Reliquias de la Muerte existen; y son objetos muy peligrosos. Muchas personas han llegado a matar por la Vara Letal. La Piedra de la Resurrección se perdió hace unos años, y la Capa Invisible... bueno. Digamos que son objetos demasiado poderosos.
-No sabía que acababa de hacer una réplica de la Varita de Saúco... -Albus aún seguía algo confundido.
-Pues sí... Y además una réplica bastante exacta, si quieres que te sea sincero.
Albus asintió, sorprendido por lo que acababa de descubrir. ¡Las Reliquias de la Muerte! Cualquiera que las consiguiera, según la fábula, sería inmortal. <<¿Quién no querría eso?>> se preguntó.
Esperó a que Ollivander se durmiera, y cuando estuvo seguro de que ya no podría descubrirle, se dirigió al salón a observar la famosa varita. Sintió la tentación de cogerla y cambiarla por la que acababa de fabricar; puesto que dudaba que el viejo señor Ollivander descubriera que ya no tenía en su poder media Varita de Saúco. Sin embargo, tras más de una vacilación, decidió no hacerlo y guardar la varita recién fabricada en su baúl.
A la mañana siguiente lo despertaron unos gritos provenientes de la cocina. Llegó justo a tiempo para ver aparecer a su padre, que acababa de salir de la chimenea. Recogió sus cosas en menos que canta un gallo y se despidió de Ollivander, del que tanto había aprendido en el último mes. Cogió unos pocos polvos flu del bolsillo de la túnica de Harry y pronunció claramente <<Número doce de Grimmauld Place>> mientras que las llamas verdes le engullían.
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Albus Potter
Fanfiction¿Qué potterhead no ha oído hablar de Albus Potter? ¿Quién no se preguntó después de acabar el epílogo de Las Reliquias de la Muerte qué le pasaría en Hogwarts? ¿Cómo sería el colegio con tanto primo merodeando por ahí? Si alguna vez te has planteado...