14: ¿Myrtle?

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A Albus siempre le sorprendía lo rápido que se le pasaba el primer mes de curso; y antes de que quisiera darse cuenta, Halloween estaba a la vuelta de la esquina. De nuevo, todo el colegio se llenaba de las enormes calabazas del huerto de Hagrid, y todo el alumnado esperaba con ilusión el banquete que se celebraría esa noche.

Albus se despertó en la biblioteca. Se había quedado dormido sobre los deberes de Herbología. Al ver la hora que era en su reloj, se dio cuenta de que llegaba tarde al banquete de Halloween. Rápidamente, guardó todos sus libros en la mochila y decidió ir a lavarse la cara al baño del segundo piso, el más cercano al comedor, porque se le había manchado de tinta.

Apenas había recorrido un par de pasillos cuando se dio cuenta de que no era la única persona que llegaba tarde al banquete.

-¡Potter!

Albus se giró para ver quién era el que le acababa de saludar.

-¿Finnigan?

-El mismo -sonrió Erik, acercándose a él-. ¿Qué quieres? ¿Luchar contra un trol en Halloween, como tu padre?

Albus negó con la cabeza, tapándose con la mano la mancha de tinta que tenía en la mejilla.

Erik, al darse cuenta del gesto, le apartó el brazo bruscamente.

-¡Vaya! ¡Si el pequeño Potter no sabe ni escribir sin mancharse! -dijo Erik burlonamente-. ¿Hay algo que sí sepas hacer? Porque jugar al quidditch tampoco es que se te dé muy bien... ¡No sirves para nada!

-¡Este año ganaremos la copa! -saltó Albus-. ¡Y...!

Albus se interrumpió al ver aparecer al profesor Longbottom por el pasillo. Se sorprendió al ver que había mucha gente que llegaba tarde al banquete.

-¡Señor Potter! ¡Señor Finnigan! ¿Otra vez discutiendo? -dijo mientras se acercaba-. Por muy apasionante que sea el tema de vuestra discusión, seguro que no es tan genial como las calabazas que servirán en el banquete. Acompañadme al Gran Comedor.

Erik se puso detrás de Neville, que empezó a andar por el pasillo. Albus pidió permiso a su padrino para ir al baño a lavarse la cara. Fue lo más rápido que pudo, sin dejar de pensar en las últimas palabras de Erik:  <<No sirves para nada>>. Tan distraído estaba con sus pensamientos que hizo caso omiso al cartel que decía <<No funciona>> que estaba en la puerta del baño.

Cuando entró, su primer pensamiento fue que nunca había estado en ese baño antes. Su segundo fue que eso se debía a que había entrado sin querer en el baño de chicas. Pidió a Merlín que todas las chicas del colegio estuviesen en el Gran Comedor, y que nadie le viera allí.

Se disponía a abrir el grifo de uno de los lavabos centrales, con unas serpientes grabadas alrededor, cuando una chica salió de un cubículo. Albus se sobresaltó.

-¡Pero bueno! ¡No sabes que esto es un baño de chicas! -chilló con una voz aguda.

-Pe-Perdona... -se disculpó Albus-. Quería lavarme la cara...¿Eres un fantasma? -preguntó de repente, al darse cuenta que podía ver a través de su interlocutora.

-¡Claro que soy un fantasma! -chilló, rompiendo a llorar-. ¡Myrtle! ¡Myrtle la llorona, Myrtle la granos...! ¿Sabes ya quién soy?

Albus asintió, algo incómodo por la presencia de aquel fantasma que no dejaba de quejarse y de llorar.

-¡Habrase visto un chico tan poco sensible! ¡Es hasta peor que el pelirrojo ese que iba siempre con Potter!

Albus se giró al oír su apellido, y empezó a prestar más atención a la verborrea de Myrtle.

-¿Potter?

-¡Sí, Potter! ¡No quiso quedarse a compartir mi retrete! ¡Y eso que le ayudé, vaya que si le ayudé...!

-¿Qué hiciste? -se interesó Albus. La verdad era que su padre apenas daba detalles sobre las cosas que hacía en el colegio, para no dar ideas a sus hijos. Pese a todo, Albus había oído miles de veces la historia de la Piedra Filosofal, la del Ejército de Dumbledore... y muchas otras más.

-¡Sin mí, no hubiera podido rescatar a esa enana pelirroja! ¡No habría conseguido averiguar en qué consistía la segunda prueba del Torneo de los Tres Magos! ¿Y crees que me lo ha agradecido alguna vez? ¡No!

Albus no pudo evitar sonreír al imaginarse a su padre entrando sin querer en aquel cuarto de baño tan viejo.

-¡Nunca me volvió a visitar! ¡Nunca! ¡Hasta aquel chico rubio era más agradecido! -continuó Myrtle con sus quejas.

Albus por fin consiguió encontrar un lavabo que funcionara, bastante alejado de aquel que tenía las serpientes grabadas en el grifo. Procedió a lavarse la enorme mancha azul de tinta que tenía en la mejilla, intentando hacerlo lo mejor posible, aunque tuvo que reconocer que el espejo roto en el que se estaba mirando no facilitaba la tarea. Deseó que los deberes de Herbología no se hubieran manchado igual que su cara, pues no le apetecía nada volver a empezar la redacción que había estado escribiendo.

Myrtle seguía enumerándole las cosas que había hecho por su padre:

-Y, por supuesto, tampoco habría conseguido entrar a la Cámara de los Secretos si yo no le hubiera ayudado.

Al oír esas palabras, Albus se giró de golpe.

-¿La Cámara de los Secretos?

Myrtle la llorona se sorprendió ante aquel repentino interés que mostraba su interlocutor, y se fijó en él más detenidamente. Albus, algo incómodo, sintió cómo los ojos de Myrtle lo miraban de arriba a abajo.

-Potter, ¿verdad? Te pareces mucho a tu padre. Pero tú no llevas gafas.

Albus asintió, algo cansado de que todo el mundo dijera lo mismo cada vez que se mencionaba su apellido, y decidió volver a preguntar a Myrtle, que parecía bastante dispuesta a desviarse del tema, sobre la Cámara de los Secretos.

-Aah -contestó, con algo de dramatismo-. Una pena que tu padre sobreviviera ahí dentro. Si no, hubiera podido compartir retrete conmigo. Porque, para cuando entró, ya éramos muy amigos, claro. Él y sus otros dos amigos se habían pasado el curso entero aquí dentro. ¡Y eso que esto era un baño de chicas! ¡No tenían el más mínimo respeto por las normas!

-Y...¿qué es la Cámara de los Secretos? -volvió a intervenir Albus, algo cansado de estar oyendo siempre hablar de las proezas de su padre.

-Ah, no. Cuando tu padre y el pelirrojo desagradable salieron de ahí, Dumbledore me hizo prometer no volver a mencionar su existencia, y mucho menos, decirle a alguien como abrirla. Aún así, el día de la Batalla de Hogwarts, alguien volvió a pasar, pues cuando volví a este baño, la entrada a la Cámara seguía abierta.

-¿Así que la entrada está en este baño? -preguntó Albus. Si se paraba a pensarlo, Myrtle le recordaba un poco a Hagrid: siempre iba diciendo cosas, sin querer, que no debía mencionar.

Myrtle se debió dar cuenta de que había hablado de más, puesto que cerró la boca inmediatamente. Se despidió rápidamente de Albus, no sin antes llamarle <<charlatán embaucador>>, y a los pocos segundos desapareció por uno de los retretes.

Algo confuso por lo que acababa de descubrir, Albus decidió terminar de lavarse la cara. Estaba a punto de salir cuando oyó un griterío por el pasillo. Miró el reloj, y supuso que el Banquete de Halloween ya debía de haber acabado, y que el jaleo provenía de los Gryffindor que subían a la torre a dormir. Decidió esperar a que pasaran todos para salir, ya que no tenía el menor deseo de que alguien le viera salir de un baño de chicas.


Albus PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora