7: ¡Feliz Navidad!

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Nieve que se acumulaba sin parar tras las ventanas. Decoración navideña en cada rincón. Villancicos que sonaban sin descanso en la radio. Gente que no paraba de subir y bajar las escaleras, de entrar y salir de la casa, de pasar de una habitación a otra. La abuela Weasley cocinando. El peligro de que cualquier baldosa que pisaras pudiera estallar o que comerse una galleta pudiera hacer que te transformaras en canario. Por todo esto las navidades en la Madriguera podían considerarse muy agobiantes.

Por suerte, a casa de los abuelos sólo iban a comer el día de Navidad, pero eso no evitaba que muchos primos pasaran por su casa en Grimmauld Place casi todos los días, ya que les pillaba de camino para ir al Callejón Diagon a hacer las compras típicas de estas fechas.

Albus, Rose y Scorpius habían decidido quedar un día para ir los tres juntos a comprar. Habían intentado comunicarse con Rick, pero él no había respondido a ninguna de las muchas cartas que le habían enviado.

Cuando abandonaron el cálido ambiente del Caldero Chorreante y salieron al helado callejón, echaron de menos esa bufanda que tanto les había insistido Hermione que se pusieran. Empezaron a entrar a todas las tiendas, buscando regalos originales para toda la familia. Desgraciadamente, uno de los mejores sitios para comprar regalos era Sortilegios Weasley, pero obviamente no podían ir allí porque entonces los regalos dejaban de ser una sorpresa.

-¡Por fin! -dijo Scorpius dejándose caer sobre la silla de la cafetería muggle que había justo en frente del Caldero Chorreante -. Desde fuera el Callejón Diagon no parece tan grande.

Pese a que solo eran tres personas, habían decidido coger una cuarta silla para dejar ahí la enorme cantidad de regalos que habían comprado. El camarero llegó en seguida con los chocolates calientes que habían pedido.

-A mí me encantaría pasar algún día unas navidades con más gente, normalmente sólo estamos nosotros tres y alguna familia amiga de mi padre -comentó Scorpius con tristeza.

-No te preocupes, algún año nos quedamos en Hogwarts -le sonrió Rose.

-O te vienes con nosotros a celebrarlas a casa -añadió Albus-. Oye... al final no me dijisteis que opinabais de lo de las serpientes en la cesta del Bosque Prohibido.

Albus había decidido contarles todo lo que iba descubriendo en el bosque a sus amigos. Todo... menos lo de que la serpiente al final no le había atacado. Quería estar completamente seguro y preguntarle a su padre y a sus tíos antes de asustar a sus amigos diciéndoles que tenía un poder típico de los magos tenebrosos.

-Una pena que ya no vayas a volver con Hagrid -dijo Rose-. ¡Ey! ¡Eso no significa que quiera que pases más semanas castigado! -se apresuró a añadir al ver la mirada que le dirigió Albus-. Pero ahora nos vamos a quedar sin saber la verdad.

-¿Quién ha dicho eso? -sonrió Scorpius-. Podemos ir los domingos temprano al bosque y seguir investigando...

-¿¡Al Bosque!? -se sorprendió Rose-. ¡Está prohibido! ¡Nos van a castigar!

-No será que te da miedo, ¿no? -rio Albus-. ¡Que eres la Gryffindor del grupo!

-Las normas están para algo...¡No nos las podemos saltar así como así! -dijo mirando a Scorpius para que la apoyara. Pero el chico estaba mirando a través de la ventana, intentando averiguar si la señora que había parada enfrente del Caldero Chorreante era su madre o no.

De repente, la señora se giró y su mirada se cruzó con la de Scorpius. El chico se levantó y se despidió de sus amigos mientras cogía los regalos y se apresuró a salir por la puerta.

Aprovechando que Scorpius ya no estaba, los primos corrieron al Callejón Diagon a comprar su regalo, pues con él delante no habían podido comprarlo. Luego, fueron a Sortilegios Weasley, donde tío George les dejó usar la chimenea para que volvieran a casa.

Albus PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora