Mi mirada está fija en el deprimente pasillo pulcro de la clínica, sentada en la sala de espera. El reloj marca las siete de la mañana, toda una noche en la que no he dormido nada, y otro día más sin comer. Mi finta debe ser lo peor, pero no importa.
Alexander se acerca a mi ---Iré a tomar una ducha para ir al trabajo, le diré a Aaron que no irás hoy, ¿Está bien? ---Asiento con la cabeza sin mirarlo, y me tiende un billete ---Y por favor, ve a comer algo a la cafetería ---Pone el dinero en el bolsillo de mi short, y se separa de mí.
Cuándo empieza a caminar y ésta de espaldas a mi, Alejo se aproxima ---A mí me puedes decir lo qué quieras, porque a mi no me importan en lo más mínimo tus estúpidos reproches, pero cuidado, no voy a permitir tu actitud de mierdad, con él, ¿Está claro? Por que sí de dolor se trata no quieres saber de lo qué soy capaz... ---Siento la rabia nacer en mí ---Te quedarás sóla, si no aceptas esto, ¿O que crees? ¿Qué Aaron está perdidamente enamorado de ti? ---Suelta una risa ---¿Sabes porqué no te ha despedido? O para ser más exactos, ¿Sabes porqué te llama para acostarse contigo? Por que le diste lástima, de alguna manera le moviste una fibra sensible, no te quiere, y por tu orgullo no dejes ir a la única persona que realmente se preocupa por ti.
Y tras eso, vuelve a caminar nuevamente.
Dejándome completamente anonadada y con el corazón un poco más roto.
**
Han pasado varias horas, y las palabras crueles de Alejo siguen rodando en mi cabeza, y lo más duro de todo esto, es qué tiene razón.
Ni siquiera se porqué me siento tan mal, se supone que él no me importa. Yo no me puedo enamorar de él, no me puedo enamorar de nadie.
Estoy mal, por algo en lo qué ni siquiera debería de estar pensando, por Dios, estoy en una clínica con mi madre más enferma que nunca.
A pesar de todo el dolor que mi corazón está albergando, siento culpabilidad, mi madre debería de ser lo único que me preocupe, sin embargo estoy aquí más desdichada por un hombre qué se supone debo estar odiando, por muchas razones.
¿Desde cuándo la gente se siente culpable, por tener sentimientos?
Masajeo mi cuello con mis manos, estoy demasiado cansada, mi cuerpo no ha tocado la cama desde ayer en la mañana. La espalda me duele de sólo estar recargada en esa dura y fría pared. Sin contar el frío que estoy comenzando a sentir, sobre todos las miradas desaprobatorias de algunas enfermeras, y otras cuantas miradas poco discretas hacía mis piernas, de algunos doctores o personas que esperan por sus pacientes.
Me planteo seriamente la idea, de ir al departamento, ha ducharme, y cambiar mi ropa por algo más apropiado.
Pero mis pensamientos son interrumpidos por las puertas del ascensor. Eso no es lo importante, lo sorprendente es quién salió.
El señor de la limpieza.
Nah, mentira. Ojala hubiera sido él.
Aaron Gámez, camina hacía a mí, ganando varias miradas de mujeres a su paso.
Se sienta a lado mío, y no me atrevo a mirarlo, las palabras de Alejo siguen estando muy presentes.
---¿Estás bien? ---Asiento sin girar mi cabeza hacia él.
---¿Cómo está, Paloma?
---Estable ---Contestó cortante.
Dice algo, pero no logro entender qué —¿Haz estado así todo el día? —Frunzo el ceño, para que se de cuenta qué no entendí su pregunta —¿Así, con esa ropa? —Sólo muevo mi cabeza en afirmación —No sé que estaba pensando cuándo le permití a Genaro ese uniforme —Recapacita frustrado —Hace frío aquí, sin contar las miradas qué no me agradan en lo absoluto de aquellos hombres —Dice más para sí mismo... Vamos a tú departamento para que comas algo y te cambie de ropa, ¿Quieres entrar antes con ella?
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Te odio, mi amor.
Roman d'amourTiene demasiados tatuajes, si. Pero no por eso, es el típico chico malo de todas las historias. El no tiene un pasado violento, pero si uno muy doloroso. El no boxea ilegalmente, por nada del mundo permitiría que su linda cara se viera afectada por...