Una vez que el general Phillips terminó de explicar el resto de la información a Schaefer, el rubio supo que no tenía opción, era bastante obvio que le obligarían a salir tras las huellas de los asesinos.
–Esto es Estados Unidos –dijo el general poniéndose su boina mientras caminaba hacia una ventana con las persianas abiertas–, no permitiremos que nadie elimine a nuestros elementos sin pagar.
A Richard le resultó gracioso que en un lugar con tremenda tecnología hubiera persianas como las de su casa. Ahora que lo pensaba, el detective, estaría cómodamente acostado en su colchón matrimonial, solo, sin dormir sus ocho horas reglamentarias, pero disfrutando de su día libre, su domingo. Por lo menos le habría gustado tener alguna radio cerca para escuchar música.
–¡General! –Exclamó un hombre de vestimenta formal que entró corriendo– ¡Llegó el equipo especial!
–Perfecto –replicó Phillips dándose vuelta.
Poco después, el elevador se abrió.
No fue por morbo, pero de inmediato, como si fuera instinto, Schaefer buscó identificar a qué cuerpo pertenecían los cuatro militares que salieron del ascensor. Pero algo le distrajo, si bien había una mujer en el cuarteto de soldados, otra fémina apareció detrás de ellos, vestida de color negro, tenía un rostro fino, una piel blanca con u par de arrugas, y aún así, su profunda mirada delataba su edad.
–General, detective –dijo acercándose velozmente, su cabello, que llegaba hasta sus hombros, se sacudía–; soy Michelle Truman, y les presento a la Delta Force.
Por primera vez, Richard Schaefer sentía que, aunque fuera poca, tenían esperanza.
–Él es Timothy Simpson –continuó Truman señalando indiscriminadamente al segundo más alto del grupo, un pelirrojo de barbilla partida que tenía la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás, cosa que más que intimidar, parecía ser de mal gusto–. Es el líder del grupo.
Simpson, que permanecía firme, miraba a Schaefer con menosprecio, como si detectara la clase de persona que era. En otras circunstancias, el rubio le habría roto la nariz por mirarle así, pero recordó que estaba entre militares, y de la Fuerza Delta, los cuatro podrían derribarlo.
Truman siguió presentándolos brevemente, mientras, Richard los escrutaba por su cuenta. Inició con la mujer de piel morena –seguramente latina–, que la directora de asuntos internos de la NSA presentó como la teniente Rodríguez; posteriormente, el agente Calder Jones, una figura misteriosa, la más alta y delgada del grupo, cuyo rostro se encontraba cubierto por un pasamontañas, que sólo mostraba unos poderosos y felinos ojos verdes claro, y parte de una ceja poblada; luego, al más bajo, pero robusto, Clark Hill.
–Me encantaría –dijo Michelle mirando fríamente a Phillips–, que ponga al tanto a mis agentes. Estaré en la base, si no le molesta general, quiero controlar la operación en un lugar mejor.
Dicho esto, la mujer comenzó a caminar hacia el elevador. Extrañando tanto a Burns, como a Schaefer.
Michelle Truman se dirigió a Richard antes de que el elevador cerrara sus puertas.
–Cuidado allá afuera, detective.
"El equipo especial –pensó–, son los títeres de la tal Truman". El neoyorkino debía tener cuidado.
–Necesito ir a orinar –manifestó.
–Claro –contestó Phillips, luego le señaló una puerta al otro lado de la sala.
Cuando cerró la puerta del pulcro sanitario, inhaló, necesitaba un teléfono celular. Calculando sus opciones, se acercó al mingitorio y comenzó a mear. Sonrió, hace un par de horas se encontraba sudando en Nueva York, ahora, orinando en Alaska.
Se lavó las manos, pudo ver su reflejo en el espejo, parecía normal, las ojeras empezaban a notarse, por lo que se enjuagó la cara para que el sueño no le atacara. Salió tras apagar la luz, y se encontró cara a cara con la teniente Rodríguez.
–Le estamos esperando, detective.
–¿Qué sucede?
–Debemos irnos. Cada minuto es esencial para el enemigo. Hay que buscarlos.
Caminaron hasta la mesa, al fondo, el general discutía con el mismo hombre que había anunciado la llegada del equipo especial. Finalmente, volvió con ellos y el otro salió corriendo de vuelta a su computadora, dando órdenes a un equipo de técnicos que se apresuró a teclear, uno llamó por teléfono a Truman.
Phillips miró tanto al equipo de la Delta Force, como a Schaefer y Burns. Por lo visto, algo extraño sucedía.
–Problemas con una zona de extracción –dijo–, perdimos contacto con dos elementos.
La camioneta todoterreno salió a toda velocidad de la base Hopkins seguida de otros dos vehículos llenos de militares. Al lado de Schaefer se encontraba Rodríguez y Jones, que permanecía con su pasamontañas. En el asiento del piloto, Timothy Simpson, y a su lado, Burns, quien sólo iba por órdenes de Phillips, quien no saldría de la base.
Burns extendió un monitor táctil que estaba en el lugar de la guantera. Lo encendió, tenía la imagen de la base Hopkins.
Por su parte, Schaefer seguía sin entender adónde iban.
–El puesto de vigilancia que registró anomalía está aquí –dijo Burns, y desde su celular, presionó un pequeño punto que en el monitor se marcó de rojo, luego hizo lo mismo con la base Hopkins–, y finalmente: el punto de extracción de combustible. Justo adonde vamos.
–¿Y el armamento? –cuestionó Schaefer.
–En la cajuela –espetó Simpson, se notaba descontento.
Richard no tardó en imaginarse por qué. Él sentiría algo parecido si su superior llamara a un policía de transito vehicular para encargarse de un caso importante, era una ofensa, que minimizaba a Simpson por lo visto.
Cruelmente, Schaefer dibujó una sonrisa débil, que Simpson detectó desde el retrovisor.
Los tres vehículos se movían como anacondas en un río, dejando un rastro de nieve que las llantas traseras lanzaban, los faros delanteros le daban un aspecto fantasmagórico al camino, pues la noche consumía totalmente el resto de las direcciones.
Schaefer se preguntaba si las criaturas estarían contentas con aquél clima nada cálido.
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Tras el Rastro del Cazador | Predator #2
FanfictionDesde asesinatos domésticos, ejecuciones y aquella noche en la que Nueva York se bañó en sangre. El detective Richard Schaefer lo ha visto todo. Ahora, será reclutado contra su voluntad para ser transportado a Alaska, donde una vez más...