Capítulo 13

95 10 3
                                    


Capítulo 13


Una bodega vacía, con paredes de cemento gris y un único bombillo encendido colgando del techo, la luz es amarilla y lastima la vista, un soldado abre la puerta de metal rápidamente y mete a una mujer jalándola del brazo con maleducada fuerza.

–El general Phillips ha ordenado retenerla temporalmente –espetó el militar, en el fondo disfrutaba hacerle eso a una mujer de alto rango.

–¡Mi rango es superior al de Phillips! –replicó la fémina en voz alta, sus pantalones vaqueros y su chaqueta van arrugadas–. Te ordeno que me liberes o sufrirás las consecuencias.

–Sólo sigo órdenes.

Dicho esto, el macho cerró la puerta de un azote y se quedó afuera vigilando.

Michelle Truman supuso que la operación se había comprometido a un nivel superior al tolerable. Desgraciada, sí, se sentía desgraciada recluida en aquella habitación con únicamente una hilera de cuatro sillas de plástico, como las de los hospitales públicos en Santa Mónica. Traicionada, también se sentía traicionada, el general Phillips había tomado en control de la misión sin importarle que el suyo fuera un rango inferior al de ella. Pero eso no lo era todo, los Delta Force contaban con armamento en faso de prototipo que el FBI había dicho estaban almacenados en secreto, el mino-drone era el ejemplo claro de que alguien le ocultaba cosas a ella, la mismísima Michelle Truman, directora del Departamento de Asuntos Internos de Seguridad Nacional. En el fondo le dolía que salieran órdenes del Despacho Oval y ella no se enterara, como esposa engañada por su marido.

También le preocupaba, aunque en menor medida, el estado del detective, pues ella misma había sugerido que lo llamaran, y no quería comprometer a un civil importante por sus conocimientos y experiencia. El padrastro de Michelle, un médico de sangre azul, le había infundido su lema desde que ella era pequeña.

Ante todo, no causar daño.

Truman intentó imaginarse a Calder Jones, uno de sus soldados más eficientes, estrangulando sin piedad a un recurso valioso, tan valioso como lo era su hermano, Dutch Schaefer.

"Basta de quejarse –se sentenció–. Actúa, piensa y ejecuta".

Discretamente, Truman sacó el celular de su bolsillo. Milagrosamente, su LG tenía recepción en Alaska. Estaba sola en aquella habitación gris, con un escolta afuera, bueno, al menos no la había mandado matar como al detective. Temía que el gobierno de los Estados Unidos volviera a su antigua técnica de eliminación de información, como lo habían hecho con Kennedy, el Challenger, en las Torres Gemelas, o como intentó hacer con Snowden.

Marcó el número que creyó era el más conveniente y rezó porque respondieran.

***

Bajo la luna, cubierta tímidamente por las nubes, un todo-terreno avanza a toda velocidad sobre la nieve que ha comenzado a caer con ligera abundancia, el conductor, Calder Jones, ligeramente herido, encendió el parabrisas para limpiar las pequeñas partículas blancas que reposaban en la luna delantera, aparte de las gotitas de sangre que estaban salpicadas y secas.

Unos faros de camionetas fueron visibles frente al todoterreno, acercándose a alta velocidad, dos Jeep. Las luces cegaron a Calder cuando pasaron cerca en dirección contraria.

–Phillips dijo que enviaría un equipo a limpiar la zona –murmuró al agente Burns, sentado en el lugar del copiloto, mirando a los vehículos alejarse con sus luces traseras rojas encendidas, hasta desaparecer.

Tras el Rastro del Cazador | Predator #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora