Capítulo 30

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Capítulo 30


El agente Burns jadeó apretando la herida, rezando para no pescar una infección. Lo gracioso de los disparos, era el poco dolor que producían a hacerse en uno. Jadeó recuperando el aliento y sonrío admirando la clara muestra de tecnología que se posaba ante él. Caminó sin descuidar su arma y negó con la cabeza ante su propia dificultad para dar un paso. Se acercó a una especie de mochila con cables en su interior y no fue capaz de contener su sorpresa al descubrir que instrumental humano estaba ahí.

Taun'dcha siseó a su espalda y le clavó el largo puñal hasta el mango en el lado derecho de su espalda. La punta salió por el pecho de Burns, cuyo alarido hizo saber a Michelle Truman su ubicación.

El científico yautja descubrió la sensación de lo más placentera, sintió como se le humedecía la boca y el vientre se le llenaba de una dulce tibieza parecida a la de una caída libre. Sacó el cuchillo y dejó que el malherido humano se tambaleara girándose.

El agente apretó los dientes y comenzó a dispararle a su oponente.

Taun'dcha sintió las balas traspasarlo y se abalanzó hacia el sujeto. Lo apuñaló en el costado, reventándole el hígado al primer golpe, la sangre de Burns comenzó a regarse cuando los cuchilladas se prolongaron hasta su cintura. Ahogándose en una respiración agotada, hizo acopio de sus últimas fuerzas y vacilante logró sujetar una de las navajas parecidas a bisturí que estaban en la mesa, lo agarró y se lo clavó a su oponente en el vientre empujándose ambos y chocando con el recipiente del fondo.

Burns cayó inconsciente mientras el líquido negro comenzaba a escurrirse hacia ellos.
Taun'dcha se deshizo del bisturí tan pronto como pudo. Se alejó lo más rápido que pudo del líquido, vio sus manos salpicadas de él.

Michelle Truman entró y lo primero que vio fue al cazador y a Burns retorciéndose en el suelo agonizantes. Los vio, y sacó de su bolsillo uno de los dos objetos que llevaba del soldado caído.
Burns la vio y se arrastró a ella con el aspecto de un hombre poseído por el demonio, en su rostro se reflejaba el horror. 

—¡AYÚDAME, TRUMAN! ¡AYÚDAME! 

Pero ella sólo dejo caer la granada sin seguro hasta el fondo del laboratorio.

Entonces disparó a Burns alejándolo hasta tropezar con el cuerpo del yautja. La granada estalló haciendo un hueco en el suelo, el chamuscado cuerpo del humano se precipitó a él.

***


Las creencias de orden popular solían decir que ante la muerte, o la consciencia de que ésta se encuentra cercana a uno, se entra en un estado de calma, aceptación y melancolía tal como se observaba en los pacientes terminales o aquellos dispuestos a recibir la eutanasia, pues de acuerdo a varios médicos y psicólogos, todas las muertes debían sentirse igual, siendo las únicas variables el tiempo y las circunstancias.

No obstante, muchos detractaban de aquella hipótesis, en especial por el decapitamiento —el cual le permitía a la víctima tener unos segundos de consciencia mientras se cabeza caía libre— o las muertes en ácido y llenas de violencia —como el caso del hombre que fue asesinado en un triturador de basura en South Beach. 

Richard Schaefer, uno de los detractores, comenzaba a esperar que su muerte no fuera una estúpida pasividad romántica.

Se puso de pie lentamente con un punzante dolor ahorcándole por la nuca. Aguzó la mirada buscando la Uzi en el suelo, por otra parte, lo primero que divisó fue el yautja acercándose a la pared donde colgaban diversos objetos xenomorfes, tomó uno de ellos y lo azotô en el aire.
Un látigo negro y seccionado en placas.

Tras el Rastro del Cazador | Predator #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora