Capítulo 3
Richard Schaefer estaba nervioso. Le costaba creer que era escoltado por Burns y otros dos militares en un helicóptero de aspecto futurista hasta una base. Le trataban como una celebridad. Al bajar del avión, esperaba un auto, no otro aparato aéreo. Maldito vértigo.
Suspiró y cerró sus ojos, ignorando el sudor frío que perlaba su frente.
—Llegamos. —dijo una voz minutos después, haciéndolo reaccionar.
—Al fin —susurró del detective para sí.
Como buen neoyorkino, no tenía sueño, sin embargo, la edad era otra cosa, resintió el frío cuando corrieron la puerta. Recordó sus años de juventud, cuando en invierno él, y su hermano mayor, Dutch, visitaban la granja de su abuelo y salían a la nieve a jugar.
Si no fuera porque el más grande le insistía en que se pusiera la bufanda, Richard habría salido en pelotas.
Tras jugar, volvían a la casa, donde los abuelos les esperaban para cenar con la chimenea encendida y un buen vaso de chocolate acompañado de las galletas de la abuela, o si tenían suerte, algún estofado, aperitivo de la cena navideña que se acercaba.
La última vez que Richard visitó ese lugar, había sido para enterrar a los dos ancianitos que tanto lo querían, hace dos años. Dutch no estuvo ahí. Para sepultar a los frágiles abuelos que ni siquiera murieron por causas naturales.
"Un maldito asalto" recordó el detective.
Una ola de viento lo sacudió regresándolo al presente. Ni el abrigo que le acababan de dar era suficiente para salvaguardarlo de aquella tempestad.
Siguió caminando detrás del agente Burns hasta llegar a un enorme vehículo verde todo terreno.
—¿Qué tan lejos está la base? —Preguntó Schaefer en voz alta.
Burns se volteó y sonrió.
—A dos horas —replicó orgulloso—; pero en éste bebé, a toda velocidad, en treinta minutos.
Ambos entraron al auto cuando dos soldados les abrieron las puertas. Schaefer escrutó el coche, cabían diez pasajeros y el conductor. Observó la nieve a través del parabrisas. No distinguía nada.
"Media hora".
—Suena a que será algo largo.
El general Phillips era el hombre de mayor rango presente en la base Hopkins. Su traje militar verde parecía recién sacado de la lavandería. La sala en la que se hallaba, estaba llena de hombres. Todos trabajando, intentando hacer frente a la situación.
—Caballeros —dijo a los presentes poniéndose enfrente.
La mayoría abandonó lo que hacían, algunos se asomaron sobre sus monitores. Phillips se rascó el bigote cano.
—En media hora —prosiguió—: se nos incorporará un nuevo elemento para nuestro siguiente movimiento. Necesito que la armería esté disponible cuando antes. Tendremos a un equipo de especialistas poco más tarde, por lo cual, me encantaría que no cometieran errores —Phillips caminó, tomó su boina de un escritorio y se la puso—. No los conozco, pero confió en ustedes, no me decepcionen.
El general siguió firme, su espalda estaba ligeramente arqueada hacia atrás. Caminó hasta una ventana.
Esta mañana había despertado normalmente en Washington, pero el destino lo llevó hasta Alaska.
Sujetó la fotografía que había visto esta mañana, aún tras casi medio día de haberla tenido frente a sus ojos, seguía provocándole la misma sensación. Asco, escalofríos, y tal vez, sólo tal vez, temor. Sabía de qué se trataba, qué era, y qué iba a hacer.
"Espero y ese tal Richard sea tan bueno como su hermano" se dijo.
Lo único que esperaba, era que esta vez no hubiera un cráter de explosión. Ahora que reflexionaba, el general no tenía por qué temer. A su avanzada edad, Phillips seguía destacando.
No dejaría de hacerlo por nada del mundo.
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Tras el Rastro del Cazador | Predator #2
FanficDesde asesinatos domésticos, ejecuciones y aquella noche en la que Nueva York se bañó en sangre. El detective Richard Schaefer lo ha visto todo. Ahora, será reclutado contra su voluntad para ser transportado a Alaska, donde una vez más...