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El clima era algo fresco, me encontraba fuera de un lugar extraño, enfrente mío había un edificio de unos cuatro pisos, se veía algo viejo. De él ví salir a un montonal de niños y niñas corriendo por todo el pasto verde.

¿Donde diablos estoy?—me pregunté a mi misma.

¿Señorita Alejandra?— escuché esa voz gastada detrás mío.

Voltee algo espantada, no esperaba que alguien apareciera detrás mío de la nada. Y no era cualquier persona, una mujer de unos sesenta años o más me estaba observando con una sonrisa tan tranquila.

Disculpe, ¿qué hago aquí?pregunté y sonreí con tranquilidad al igual que aquella mujer, aunque por dentro estaba entrando en una crisis nerviosa.

Venga conmigo, en el camino le explicaré con detalle— luego de eso la anciana avanzó a paso lento, la seguí —como puede ver, aquí recibimos a todos esos niños y jóvenes que se quedaron solos, sin hogar o hasta sin padres— y así claro, lo dijo de golpe.

Hace dos días que mis padres fallecieron, nunca supe la razón y en donde fueron a llegar sus cuerpos. Sobre mis tíos y abuelos, no sabía dónde localizarlos, puedo decir que nunca los conocí en persona, solo los miraba por fotografías que mis padres escondían en el almacén.

Aquella anciana con la que estaba no dejaba de hacer preguntas, es un dolor de cabeza.

Sé que no debo hablar así de mis mayores, pero si otros estuvieran en mi lugar juro que me entenderían.

Ya dentro de aquel edificio me llegó un fuerte olor a madera, por fuera se veía un lugar viejo pero por dentro era preciosa. Habían obras colgadas en las paredes y muebles con floreros que contenían tulipanes y algunos girasoles.

Tan distraída estaba que de un momento a otro la anciana ya no estaba, caminé por un pasillo, no había ruido alguno mas que el de mis pasos. Llegué a una habitación que se encontraba abierta, mire el interior y ahí estaba la anciana dándome la espalda, suspire.

Vaya al segundo piso y gire a la izquierda, entre a la primer habitación que vea y elige una de las últimas camas, se quedará aquí por unos días hasta que logremos encontrar información de algún familiar suyo— me ordenó aquella anciana sin darme vista alguna.

De acuerdo— al darme la vuelta sentí un escalofrío, esa anciana no me daba buena espina.

Caminé de regreso, en busca de algunas escaleras que me llevarán al segundo piso, mientras tanto miraba todas aquellas obras colgadas en las paredes. Esto me daba mala vibra.

Llegué al segundo piso y entré a la primer habitación que encontré. Me quedé con la boca abierta al ver el interior, esto era una gran habitación, habían varias camas y a lado pequeños cajones con más floreros.

Ver tanto florero me provocará un inmenso dolor de cabeza.

Al caminar hasta las últimas camas sentía miedo, no acostumbraba a escuchar mucho silencio. Toqué lo que sería ahora mi propia cama, abrí el cajón que me tocaba y dentro habían unas prendas blancas junto con un par de vestidos color amarillo viejo. Me probé un vestido y me quedaba a la perfección, me miré en un espejo que tenían por ahí y no se veía tan mal.

Miré por la ventana y observé a los niños siendo vigilados por otra mujer que se veía más joven, unos treinta y cinco años ha de tener.

Estaba algo cansada, me dirigí hacia mi cama y me acosté mirando el techo, mi vista se hacía más borrosa hasta que terminé en un profundo sueño.

Hey niña, es hora del almuerzo— desperté escuchando aquella voz tan angelical, aparte porque la dueña de esa voz me estaba dando palmadas en la frente.

¿Quieres dejar de pegarme?, es molesto— dije y me senté en la orilla de la cama, tallando mis ojos con ambas manos.

Al apartarlas logré ver a una pequeña niña frente a mí, observandome con una tierna sonrisa.

¿Sos la nueva?, eres muy linda— dijo aquella niña, tocando cada mechón de mi cabello.

Si lo soy, vos sos más linda pequeña aprete una de sus mejillas.

Vamos a almorzar, ¡muero de hambre!— de un momento a otro la niña me tomó de la mano y me llevó hasta el comedor.

Estaban a poco de repartir la comida, por suerte ambas logramos tomar lugar en una de las alargadas mesas. No tenía idea que era lo que daban de comer aquí, cuando vivía con mis padres siempre me daban dinero para comprarme algo de comer y siempre me compraba una rebanada de pizza junto con un refresco.

Al tener todos su almuerzo juntaron sus manos y cerraban los ojos, no tenía idea de lo que hacían.

Tan grande y tan boba, haz lo mismo que los demás y disimula que estas rezando— me susurró la niña e hice lo que ordenó.

¿Disimular?— susurre confundida.

Solo hazlo— susurró.

No puedo creer que una niña pequeña sepa más que yo, que supongo soy la mayor entre todos aquí.

Adoptada Por Youtubers. (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora