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Es broma, ¿verdad?— aquella niña apareció de nuevo, escuché el sonido de mi cama y no dude en imaginar que estaba sentada observandomeSi vienés a recalcarme lo que sucedió en el comedor, es mejor que no hables— dije sin observarla, estaba tan ocupada mirando por la ventana.

Debes acostumbrarte a la nueva vida.

—No tiene caso, en menos tardar me iré de aquí— voltee a mirarla.

¿Cuál es tú nombre?—cambió de tema tan repentinamente.

—Alejandra, ¿cuál es el tuyo?

Miranda— sonrió —¿Por qué razón estas aquí?— preguntó algo curiosa.

Esta niña siempre cambia de tema tan repentinamente.

Por la misma razón la cual muchos están aquí, a ver, ¿tú por qué lo estás?— me senté frente a ella.

No te incumbe.

—Entonces a ti tampoco te incumbe saber porque estoy aquí— toqué su nariz y sonreí —Y bueno, ¿cuál es tu edad?— pregunté algo sorprendida, su actitud cambiaba frecuentemente.

Tengo siete años, ¿y tú?— mi boca se abrió formando una perfecta "o" —cierra esa boca, se te meterá una abeja, con eso de que hay un montón de flores en este lugar.

Disculpa, y tengo dieciséis.

Eres muy grandecita como para no saber lo que es orar— se burló.

—Olvida eso, es ofensivo, debes respetar a tus mayores— le di una palmada en la cabeza.

¡Hey eso dolió!— se colocó una de sus pequeñas manos en la nuca.

Ni te quejes que vos hacías lo mismo esta mañana— me crucé de brazos.

Ja, que astuta— sonrió y me regresó la palmada.

Pequeña demonio— me lancé a ella y comencé a hacerle cosquillas, ella no paraba de reír.

Toda la tarde salimos a jugar con un balón, sinceramente me la pasaba muy bien con ella. Al principio no quería hacerla una amiga ya que pronto me iría de aquí y ya no la volvería a ver, este fue mi error.

Han venido por usted, jovencita.

Así es, esas palabras me quitaron el ánimo.

¿Ahora?, solo han pasado dos días desde que llegué— dije.

¿Por qué le sorprende?, si usted era la apresurada por irse.

Sin darme cuenta, la pequeña Miranda estaba escuchando todo.

¡Alejandra no puedes irte!, no te vayas sin mi— la niña rogaba a gritos y jalones a mi ropa.

La anciana se fué en señal de darme tiempo para despedirme, miré a la pequeña y me puse a su estatura.

Miranda, tranquila todo estará bien— dije tomándola de los hombros.

¿Me vas a olvidar?— preguntó en un tono bastante triste.

Claro que no, no te olvidaré, en estos últimos dos días te convertiste en la pequeña persona más especial en mi vida— sonreí y la abracé muy fuerte.

La anciana y Miranda salieron para verme partir. Subí a una camioneta negra muy bonita, dentro olía agradable; no sabía quien era el hombre que conducía y a donde me llevaba, solo esperaba que Miranda estuviera bien sin mi. El auto avanzó y miré por la ventana a Miranda, agite mi mano en plan despedida y ella hizo lo mismo hasta ya no poder verla.

Llegué a una grandísima casa, era una mansión, tomé mi mochila y aquél hombre que conducía se tomó la molestia de abrirme la puerta.

He visto muchas mansiones muy bonitas, pero ninguna se compara con la belleza que tengo frente mío. El hombre abrió la puerta principal y me guió dentro del hogar. Sea quien sea el dueño de esta casa, tiene muy buen gusto eligiendo colores.

¿Samuel, has llegado?— escuché una voz varonil por las escaleras.

Frente a mi tenía a un chico de un metro ochenta, cabello teñido de rubio en un buen peinado, su sonrisa tan brillante como el sol, en pocas palabras era...perfecto.

Alejandra, ¿no?- me observó de pies a cabeza —¡claro que eres tú!— por alguna extraña razón comenzó a abrazarme y darme besos en la frente.

Esto está empezando a incomodarme— susurre entre dientes, rápidamente él se separó de mi.

¡Lo siento! Tal vez esto te pareció extraño ya que aún no me presento— sonrió apenado —mi nombre es Rubén Doblas Gundersen pero puedes decirme Rubius, soy tu primo por parte de tu padre.

¿Mi primo?... Que extraño— estaba confundida, papá nunca mencionó que tenía algún primo por parte de él.

¡Si!, que dices Samuel, ¿nos parecemos?— preguntó Rubén al hombre que conducía la camioneta que me trajo.

No, ella es más bonita— dijo y me burle.

Jaja que gracioso...idiota, vamos Alejandra, te mostraré tu nueva habitación— dijo con entusiasmo y me tomó de la mano para guiarme hasta lo que sería mi nueva habitación.

Al llegar Rubén abrió la puerta y miré el interior, observé cada detalle de la habitación, era perfecta. Paredes de color morado pastel, cama con sabanas blancas al igual que las almohadas, un pequeño escritorio con una lámpara para hacer tareas, supongo y un gran espejo junto a una mesa de noche.

¿Te gusta?— preguntó Rubén, al mirarlo, él sonreía como si fueran los momentos más felices de su vida.

¡Me encanta!— grité de emoción —muchas gracias Rubén— lo abracé.

Adoptada Por Youtubers. (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora