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Al despertar mire a un lado de la cama y estaba Oliver durmiendo en un colchón que tenía en el suelo.

Tan tierno.

—Oliver...— moví su brazo.

Nada.

—Es hora de que despiertes de una buena vez— dije volviendo a mover su brazo.

Nada.

—¡Oliver despierta ya!— grité cerca de su oído, lo cual despertó muy asustado.

—¿Qué sucede?— preguntó al sentarse muy alterado.

—Ya es de día, tengo que regresar a mi casa— me levanté de la cama y cogí mis cosas.

Tomé mi móvil, genial, 7 llamadas pérdidas de Guillermo. Volví a marcar el número y al instante contestaron.

—¡Alejandra! ¿Porqué carajos no respondías? Nos tenías muy preocupados.

—¿Perdón? Estuve llamandote un montón de veces y no contestabas, ¿donde chingados andabas?

—Ocurrió otro problemita, luego te cuento, en unos minutos llego por ti así que prepárate.

—De acuerdo, te espero.

—Mientras esperas puedes desayunar con nosotros— ofreció Oliver.

—Buena idea, solo espero no ser una molestia— dije nerviosa.

—Para nada, vamos— tomó de mi muñeca y caminamos hacia el comedor.

—Buenos días chicos, ¿cómo amanecieron?— preguntó la madre de Oliver muy amablemente, mientras colocaba los platos en orden.

—Muy buenos días, amanecimos muy bien— sonreí tímida.

—Me alegro mucho, desayuna bien para que puedas irte a gusto, cuando quieras regresar ya sabes que eres bienvenida— dijo aquella mujer, mientras sonreía.

—Muchas gracias por todo— sonreí.

—Te veré en la preparatoria, vayan con cuidado— dijo Oliver desde la puerta principal.

—Hasta luego— le di un beso en su mejilla cálida y fui hacia mi destino.

Observé a Guillermo y tenía cara de pendejo, como si recién se hubiera aliviado de una cruda.

—¿Donde estuviste toda la noche?— pregunté curiosa.

—Pues verás, otra vez Rubén y Mangel fueron a hacer sus pendejadas a un bar, pero no un bar común, sino un bar gay— ya camino a casa me contó, mis ganas de reír eran inmensas pero tenía que aguantar y disimular un poco.

—¿Y luego que sucedió?

—Yo y Frank fuimos a rescatarlos, pero en vez de hacerlo, nos unimos a la peda y llegamos muy ebrios a casa, tanto que olvidé que no estabas tú— soltó una risa.

—Mocosos pervertidos.

Al llegar a casa estaba todo en orden y se me hacia extraño, escuche ruidos en la cocina y al entrar estaba Samuel cocinando, aproveché que no se da cuenta de mi presencia para poder asustarlo.

Bien, aquí vamos.

*nalgada*

—¡Ah! ¡Alejandraaa!— gritó Samuel lanzando el cucharón que tenía en mano.

—Perdón, quería intentarlo— dije mostrando un rostro muy inocente —es broma ¡hubieras visto tu cara!— reí a carcajadas.

—Maldita, esto no se va a quedar así...

Adoptada Por Youtubers. (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora