Capítulo 23: Sembrando y cosechando

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Dylan me miraba fijamente. No podía determinar si estaba furioso o divertido. Me puse bien nerviosa ya que no podía controlar mis ojos, los cuales iban sin parar de la cara al abdomen del simio. Cerré mis ojos y apreté mis labios.

—Por favor, cúbrete—dije alzando mis manos.

Dylan se apoyó en la mesada y comenzó a reírse.

—¿Qué? ¿No te gusta lo que ves?

Rodé mis ojos nerviosa.

—¡Es incómodo! ¡Lo mismo sería que yo estuviera en ropa interior al frente tuyo!

Dylan alzó una ceja.

—Sería lo justo.

Me crucé de brazos indignada y lo fulminé con la mirada.

—Eres un asqueroso.

Dylan pegó un silbido.

—Miren quién habla.

Su respuesta me dejó totalmente aturdida.

—¡¿A qué te refieres?! ¡Yo no soy la que se anda acostando con todo el mundo!—dije señalándolo furiosa—. ¡¿Eres consciente de que tienes hermanos pequeños?! ¡Sé un poco más responsable!—pasé mi mano por toda mi cara—. ¿Sabías que es muy peligroso lo que haces? Hay algo que se llama enfermedad sexual, ¿te suena?

Comencé a caminar de un lado a otro, muy enojada.

—¿Acabaste?—preguntó Dylan mirándome serio.

Asentí rápidamente y me quedé mirándolo (a la cara, no al abdomen).

—¿Y tú que hiciste con ese tal Travis?—se cruzó de brazos.

Abrí mi boca sorprendida.

—Solo fuimos a un bar Dylan, somos amigos—luego un leve clic sonó en mi cabeza—. ¿Sabes qué? ¡No tengo porqué darte explicaciones! ¡No te metas en mi vida!

Dylan se puso rojo.

—Y tú,¡¿por qué te metiste en la mía?! ¡¿En qué mierda pensabas cuando sacabas a Tífani y a Carmen?!

Lo fulminé con la mirada.

—¡Me molesta que uses a tus hermanos para cubrirte de tus cagadas!

—¡Para eso están! ¡¿No?!

Me puse seria y mi mentón comenzó a temblar sin aviso (soy muy sensible).

—Cómo puedes decir eso—tapé mi cara para limpiar mis lágrimas—. ¡Eres un idiota que no valora lo que tiene! ¡Y eso es horrible Dylan!—lo miré con asco—. ¡¿Sabes lo que sufro cada día?! ¡Nicholas está muerto por mi culpa! Y es por lo que dices—le sonreí—: los hermanos sirven para eso ¿no? Cubrirlos.

Dylan alzó sus cejas.

—Estás yéndote por las nubes, no sé qué tiene que ver tu hermano con todo esto.

Más lágrimas caían por mis mejillas.«Dylan tiene razón: estoy exagerando».

Sacudí mi cabeza y traté de calmarme.

—Ya no importa.

—Eli, yo no quería hacerte mal.

Alcé mis manos.

—Está bien, estoy bien. Olvidemos esta discusión.

Dylan intentó acercarse, pero me corrí hacia un costado.

—No.

Dylan bajó su cabeza y se fue a las zancadas del lugar.

Me arrodillé en el suelo y me abracé a mí misma. Hacía mucho que no me derrumbaba así.¡Dios!Con solo pensar en Nicholas, una puntada me pegaba en el pecho. Lloré en silencio por un rato, recordando aquel día, el dolor seguía siendo el mismo, yo creo que esto no se supera, sino que se aprende a vivir con ello. «Sé que suena horrible, pero es la verdad. Nicholas siempre ocupó -y ocupa- un lugar muy especial en mi corazón y sin él, ese espacio quedó lleno de recuerdos inolvidable, que van desde los más felices hasta los más destructivos. Yo creo que extrañar -o perder- es el peor sufrimiento del mundo, y las personas se sienten dolidas por el simple hecho de la soledad cruda ubicada en nuestro corazón. Una soledad que nadie puede arreglar, nadie puede ocupar. Como siempre dije, una persona es capaz de abarcar hectáreas en todo tu ser, sembrando y cosechando, pero cuando se van, todas las hectáreas quedan congeladas y frías, en soledad. Esto nos destruye por tanto espacio libre, pero a la vez lleno de recuerdos que viven dentro de nosotros, sabiendo que nunca podrán ser retirados, que vivirán siempre en ti, haciéndote la vida imposible. Con esto se aprende a vivir, pero jamás se supera».

ESA NIÑERA ES ¡MÍA! © [✔️] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora