Capítulo 22: Así que... ¿montando caballos?

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—¡Cami, abran la puerta!—dije gritando desde el jardín delantero de los Parker.

—No—dijo desde la ventana y cerró las cortinas.

—¡Nolan!—grité desesperada.

—¡Sí, ya voy!

Lo que dijo me hizo calmar (un poco).

—¡No le abras!—sentí a Cami gritar.

—Pero me va a matar—dijo Nolan.

—Cami ¿qué te pasa?, ¿dónde está tu mami?

Cami abrió las cortinas y me vio de reojo.

—No les debo abrir la puerta a extraños.

Abrí mi boca y levanté mis manos aturdida.

—¡Pero soy Eli!

Cami arrugó su nariz

—Estás muy peluda para ser nuestra niñera.

Apreté mis dientes, mirando mis piernas. Olvidé que no me había depilado y, como idiota que soy (la mayor parte de mi vida), me puse unos shorts.

«Al menos soy rubia», intenté consolarme de alguna manera.

«¡Rubia o no, me salen pelos más negros que las orejas de un oso panda!».

Cerré mis ojos y traté de taparme con mis manos.

—Sí, lo siento, prometo que luego me los saco. Pero déjame entrar—dije al ver que los vecinos se asomaban.¿Por qué sería? Si no habíamos gritado tanto.

—No tengo las llaves, Eli, y mami hace más de una hora que está en su baño de lodo—dijo Cami con voz inocente.

«Inocente tu abuela».

Gruñí por lo bajo.

—¿Y si llaman a Dylan?—dije ansiosa.

Cami arrugó su ceño y señaló algo confundida las escaleras del segundo piso.

—Dylan está...

—Él se fue—la interrumpió Nolan ¿nervioso?

—¿A dónde?

Cami se giró hacia su hermano y se cruzó de brazos.

—Sí, Nolan, ¿a dónde?

—Se fue a montar caballos—dijo rápidamente Nolan.

Alcé mis cejas.

—¿Qué?

Esto me huele a mentira.

—Sí, es su pasatiempo.

Asentí mirando un punto perdido.

«Elizabeth Campbell, deja de buscarle doble sentido a las cosas.

Pero si yo no...

Shh».

Cami interrumpió mis pensamientos.

—Ve por la terraza del patio, fíjate si puedes entrar.

Asentí lentamente y fui trotando hacia el patio trasero. Tuve que saltar la reja con mucha dificultad (ya que casi la destrozo...estoy pesada) y cuando lo hice un vecino me estaba mirando serio, con un celular en su mano.

Alcé mis manos y le sonreí.

—¡No se preocupe, la reja no se rompió! ¡no hace falta que llame a nadie!—alcé mis dos pulgares y le guiñé un ojo—. ¡Gracias igual!

El vecino sacudió su cabeza y volvió a entrar en su casa.Tampoco es que estuviera robando.«Creo que él creyó eso. Mierda».Di la vuelta hasta una esquina y con dificultad pude ver la terraza.Solo necesitaba algo con qué trepar, y pronto supe qué sería.

ESA NIÑERA ES ¡MÍA! © [✔️] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora