Parte V

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Parte V

La clase continuo sin más, el profesor simplemente había traído un bol de frutas y lo posiciono sobre la mesa, luego dijo dibujen y comenzó a leer un libro el cual Milo no pudo llegar a ver de que trataba. El menor opto por recostarse en su pupitre y no hacer nada, después de todo ya estaba castigado, no tenía por qué esforzarse. Pasó el resto del día escolar mirando por la ventana, se habían formado nubes grises en el cielo, se preguntó si llovería aquella tarde, no había traído paraguas, pero caminar bajo la lluvia lo relajaba, distraía su mente.
Sonó el timbre de salida y se levantó de su asiento con rapidez dejando su mochila en él, aquella aula seria usada como sala de castigo y no le quedaba otra que retornar. Corrió por el pasillo, bajando por las escaleras llego a la clase de química. Parte del plan de tratar de evitar a su hermano consistía en memorizar sus horarios, no quería arriesgarse a encontrárselo en ningún pasillo y menos aún si estaba con el esperpento.
Espero frente a la puerta mientras los compañeros de su hermano salían uno por uno, hasta que finalmente Vito cruzo la misma. Tenía suerte, al menos estaba solo.

_ Que estas? ....

_ Me castigaron –dijo con rapidez- tenes que buscar a Izzi.

_ Hoy?

_ No Vito, el año que viene.

Su hermano suspiro y paso la mano sana por su cabello negro, los mechones retornaron a su frente uno por uno y Milo casi quedo hipnotizado por ellos.

_ De acuerdo, trata de no meterte en problemas.

_ Oh lo siento, debo haber interrumpido la "cita" con tu novia.

_ No me refería a eso.

_ No me interesa, el profesor me espera. Adiós.

Milo dio la media vuelta caminando tranquilo, no quería que Vito notara cuantos deseos tenia de irse de allí, prefería estar en la sala de castigos que frente a frente con su hermano. Suspiro resignado, tendría que pasar la siguiente hora con aquel sujeto. Esperaba al menos no estuvieran a solas, pero al abrir la puerta del aula, comprobó que eso no sería así. El profesor estaba sentado sobre su escritorio, con la ventana abierta tenía un cigarrillo en sus labios, entre las nubes se filtraba un rayo de sol que le daba de costado, dejando ver algunas mechas más rojizas y rubias en su cabello castaño, aquel hombre podría ser apuesto, si no fuera porque lucia como si no se hubiera bañado en un mes. Milo apoyo su cuerpo de manera inclinada en el marco de la puerta y cruzo los brazos.

_ Realmente nadie más se portó mal hoy? O es una clase de pervertido fetichista y quería que estemos solos?

_ No me va la zoofilia niño.

_ Deberías hablarme como un profesor.

_ Y vos no deberías tutearme.

_ Supongo que ninguno de los dos obtendrá lo que quiere.

_ Así es la vida. –el profesor dio una pitada a su cigarrillo y soltó el humo lentamente- vas a quedarte ahí parado toda la hora?

_ Mientras tengas ese cigarrillo en la mano... odio el olor, además si queres cáncer es tu problema.

_ Realmente sos una princesita.

Milo lo miro completamente enfadado, sintiendo como sus mejillas se sonrojaban, nadie jamás lo había sacado tanto de sus casillas, nadie le había hablado así, sentía deseos de golpearlo, cerró el puño con fuerza, tratando de contenerse. No podía hacerlo, después de todo, necesitaba graduarse para conseguir un empleo e irse de su casa.

_ Y vos sos un...

_ Si?

_ ...un profesor, actua como tal.

Milo entro al aula, camino hasta su pupitre y agarro la mochila que colgaba de uno de los lados de su banco, junto sus cosas en ella y se sentó abrazado a su mochila, mirándolo fijo.

_ Bien princesita.

_ Prefería cuando me tratabas de perro.

El profesor sonrió de lado de manera chueca nuevamente, termino el cigarrillo y tomando un block de dibujo se acercó a Milo, dio vuelta la silla frente a su pupitre y se sentó en ella, quedando justo delante del menor, le arrojo el block a las manos.

_ Dibuja.

_ Porque? –el otro alejo el block, dejándolo sobre la mesa del pupitre y cruzo sus brazos a la altura de su pecho.

_ Me dijeron que sos muy bueno, quiero ver qué tanto.

Milo levanto una ceja, quien podría estar hablándole de eso? Porque le importaba? observó el block y mantuvo su curiosidad a raya.

_ Lo suficiente para no tener que demostrarlo. –contesto resguardando su orgullo.

_ No sirve de nada tener talento si lo ocultas. -el profesor tomo el block y un lápiz y comenzó a garabatear en el- cuando era joven... era igual que vos, arrogante, me creía el dueño del mundo.

_ Veo que solo cambio lo de "joven".

_ Pero no lograras nada con esa actitud Milo.

El profesor levanto la vista y lo miro a los ojos, Milo bajo enseguida la suya, sentía su corazón latir rápidamente, lo había llamado por su nombre y todo su cuerpo había reaccionado a ello sin entender porque. Se inclinó en el asiento, quedando de costado y observo por la ventana, estaba lloviendo, no supo cuando había comenzado ni por qué no lo había notado, pero afuera caía agua de manera torrencial. Apoyo el codo sobre el marco de la ventana y observo fijamente el agua caer, en ocasiones miraba a su lado, el profesor continuaba dibujando, sus ojos verdes miraban la hoja con una intensidad que Milo había visto en pocas personas. Estaban sumergidos en un profundo silencio, pero no se sentía incómodo al respecto. Sin comprender como, la campana sonó, indicando que la hora extra había terminado. Milo levanto su rostro, había pasado una hora? Se habían sentido como apenas minutos.

_ Tu castigo termino por hoy. -el profesor se levantó del asiento y sonó su cuello, cerro el block y se lo paso a Milo- espero la próxima cambies tu actitud o nos veremos aquí de nuevo pequeño poodle.

Milo lo observo con resentimiento, pensando que el maldito había combinado lo de perro con lo de princesa y ahora le había dado un nuevo apodo. Espero a que este se retirara, conteniendo su curiosidad, y al segundo que cruzo la puerta, abrió el block de dibujo, busco la hoja en la que había trabajado y se quedó sin habla. Aquel dibujo, había logrado en una hora un retrato exacto de Milo, cada mechón de cabello, cada detalle de sus piercings, sus pestañas, las sombras, su postura, todo era perfecto. El profesor lo había firmado, observo aquella firma sintiendo que palidecía. Había ido a exposiciones, muestras de arte, secciones de galerías con aquella firma. No podía creerlo, aquel profesor desagradable, desalineado, mal educado y arrogante, era la persona que había admirado desde su niñez, era su artista favorito y se preguntó, si intencionalmente no había dicho su nombre en todo el día.

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