La chica Inmóvil.

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Miraba a su alrededor. Asustada de cualquier movimiento. Asustada del mismo aire que le rodeaba. Tomando aire con cuidado como si el respirar fuera a matarla.

La gente pasaba, mirándola como si estuviera sucediéndole algo.

Se paró enfrente de ella, observando su pelo azul y sus ropas negras, unos ojos marrones se paseaban por el chico, ocultando el temor de ver en sí.

—¿Estás bien?

La chica solo le miraba, sin saber si responder o tan solo observar sus marrones ojos, y su pálida piel acompañada por un gorro negro que ocultaba su pelo.

—Perdone, ¿puede escucharme?

Asintió esta vez, vió preocupación en el rostro del chico que revisaba las heridas de la chica esta tan solo no le dio importancia.

—Llevo años esperando... No me pasará nada por esperar algunos mas. –Su voz dulce hizo que los ojos del chico brillarán. Una voz aterciopelada y muy calmada. Este no pudo evitar sentir como en su pecho se formaba una gran tormenta que no cesaría.

—¿Podría saber que es lo que esperas? –Se sentó junto a ella, en un escalón helado por el frío invierno. Sentía su calor y eso hacía que recordara algo más.

—No lo sé. Tan solo espero. Mi nombre es Heia.

—Esperar sin un motivo en particular. Bueno, no tiene sentido desde un punto de vista común, yo soy Nathan. –El chico le mostró una gran sonrisa, sería la primera de muchas. Ella tan solo le miró, quedando inmóvil donde estaba, apenas giro su cabeza para mirarlo. Pero el sabía que le atraía un poco su forma de ser.

Los días siguientes fueron muy similares, Nathan iba a buscar a Heia con la mirada a ver si lograba identificarla. Había días que no estaba y días en los que sí, con la misma ropa y el mismo peinado. Sin cambiar su postura.

Era la chica inmóvil.

Uno de los días fue, pasados algunos años. La encontró. No había ninguna arruga en su cara. Jamás le pregunto su edad si quiera tenían conversaciones normales.

—Heia.

—¿Si, Nathan?

—¿Eres real? –Fue por un instante pero dirigió su mirada hacia él. Siquiera se la veía sorprendida tan solo algo desubicada.

—No lo sé.

—Supongo que ambos esperamos lo mismo.

—Entonces deberíamos esperar juntos.

—Si.

Mis Delirios NocturnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora