Inociencia

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—Eso es pecado, irán al infierno.–Comentaba un viejo del culto en la puerta de la misma iglesia, señalando a dos chicos que sostenían sus manos irradiando felicidad.

Pero, no comprendo, ¿Porque es pecado? Si son amigos, no hacen nada malo...

—Se quemaran como todos los de "su especie".– Añadía una mujer mayor con canas que cubrían su sien, colocándose una bufanda costosa alrededor de su cuello, seguramente de un pequeño zorro que no merecía acabar de esa manera.

—Hijo, así es como nunca debes ser, todos te odiaran, a tus espaldas hablaran mal de tí y serás mal visto por Dios.–Tomaba mi hombro, el de un niño de apenas 7 años, inocente, no sabía nada de la vida, aprendiendo de una cultura plenamente cristiana, viendo de esa manera el mundo, asintiendo a lo que mi padre decía solo queriendo que el estuviera contento de su único hijo, la única familia que le quedaba viva.

—Si tu eres feliz, papá, no seré como ellos.–Le dedicaba a mi padre una gran sonrisa una de las mejores que podía ofrecerle, sin comprender como le haría feliz aquello, aún escuchando de fondo a algunos de los señores que estaban en la puerta junto a nosotros.

Mi no-tan-canoso padre rodeaba con sus brazos mi pequeño cuerpo con una gran fuerza, como si lo que había dicho era muy importante para el, simplemente correspondí a su abrazo sin dudar.

—Tan solo mirenles, solo quiero vomitar.– Esta vez era un chico de mi misma edad con una pequeña melena rubia, podía verse en sus verdes ojos el asco que mencionaba, ya estando fuera del alcance de mi padre eran los chicos de antes, pero esta vez separaron sus manos mirando cada uno por un lado, se dirigían a diferentes calles.

—Acaso... ¿No son amigos?–Alzaba mi vista y todos negaban está vez mirándome fijamente a mi, acercándose la señora con la bufanda del animal.

—Son dos hombres que son totalmente anti-naturales, cometen pecados totalmente, no son amigos, son pareja que es peor.

—Pero...¿Acaso... No se puede?

Todos los allí presentes negaron rápidamente, entrando en la iglesia para la pequeña misa que comenzaría en nada, percibiendo la mano de mi padre que me llevaba dentro de ella, mientras echando una mirada atrás la luz iba desapareciendo, solo viéndose la luz tenue del lugar.

Mis Delirios NocturnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora