Capítulo 1- la pesadilla

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Este libro es un trabajo de ficcion. Los nombres, personajes, negocios y eventos retratados en este libro son ficticios. Cualquier similitud con personas reales, vivas o muertas, negocios o eventos es una coincidencia y no está destinada por el autor

Capítulo 1- La pesadilla

Natalie:

Las calles estaban desiertas, todo era silencio y obscuridad. No podía ver más allá de mis narices y el silencio era aterrador. El único ruido que se escuchaba eran los de mis tacones golpeando el duro asfalto y los fuertes latidos de mi corazón queriéndose salir del pecho.

Estaba aterrada, tenía que salir de ese lugar, pero el miedo que me embargaba me entorpecía de manera imposible de controlar. Debía llegar a donde hubiera gente, pero por más fuerte que corría no parecía avanzar.

De vez en cuando escuchaba risas y pasos que me seguían de cerca, las cuales eran opacadas por el silbido del viento. Esas voces en vez de darme tranquilidad me aterraban aún más, porque precisamente de ellas es que huía.

Parecía una escena sacada de una película de terror y la estaba viviendo en carne propia.

Quería llorar, gritar por auxilio, pero el miedo que me consumía formaba un gran nudo en la garganta, evitando que saliera algún sonido de ella.

- Ayúdame Dios por favor - suplicaba entre sollozos una y otra vez en oración, pero ni eso parecía funcionar. Todo estaba en mi contra y al parecer hasta Dios mismo.

Sin verla venir o poderlo evitar, tropecé con algo y fui a dar al suelo.

Planteé mi cara en el asfalto, incrustando grandes partículas de cemento en mi piel. En ese momento no sentía dolor, mi cuerpo estaba entumecido por la adrenalina que corría por mis venas.

Traté de ponerme de pie, pero fue imposible lograrlo porque una fuerte mano se apoderó de mi tobillo, evitando que lo hiciera.

Un grito ensordecedor salió de mi garganta y me desperté hiperventilando.

Unos brazos me apretaban fuertemente tratando de tranquilizarme, de consolarme. No hubo necesidad de abrir los ojos, para saber de quién se trataba.

- Tranquila estás bien, todo está bien, solo fue un mal sueño -repetía una y otra vez mientras acariciaba mi pelo.

Debía respirar profundamente, no podía debilitarme en este momento.

Hoy es mi cumpleaños, cumplo veintidós años y a diferencia de las demás personas, para mi no es un día gozoso, al contrario, es el peor día del año.

¡Siempre es igual, año tras año!.

Las pesadillas y el odio que corre por mis entrañas me enloquecen, nadie entiende mi comportamiento y no me interesa que lo hagan. No necesitó de nadie y lo que menos quiero es la compasión de extraños, que ni me van, ni me vienen.

No me gusta mostrarme débil ante los demás, por eso para el mundo entero solo soy una zorra. Zorra sin sentimientos que juega con las demás personas y precisamente así quiero que continúen las cosas.

Aunque la gente me odia, me respetan, ya sea por miedo a mi padre o a mis arranques de locura.

¿Quién es mi padre? Bueno, pues es más ni menos que uno de los hombres más poderosos de la mafia.

Aunque muchas personas le teman por lo frío que es, conmigo es el hombre más dulce del planeta y lo amo.

Él me ha apoyado en mis decisiones y ha mantenido oculto del mundo, el dolor y humillación que viví hace siete años. Exactamente el día que cumplía mis quince años.

La única que conoce mis verdaderos sentimientos y dolor que llevo dentro, es ella, mi mejor amiga, Susan. Es la única que ha permanecido junto a mí, después de mi dolorosa travesía. La única que ha aguantado mis cambios drásticos de humor.

La quiero como a una hermana y sería capaz de dar la vida por ella.

Inhale profundamente tratando de controlar mi respiración. Sé que será un día largo y difícil de llevar, pero soy fuerte y lo podré lograr.

- Ya estoy bien - dije mientras me alejaba de su cuerpo -no te preocupes por mi, gracias por estar a mi lado en los momentos más difíciles de mi vida. -Sonreí -ahora vuelve a tu cama, necesitas dormir.

Ella me observó unos segundos y sonrió.

- Cómo no estarlo, eres mi mejor amiga.

Ella sabía perfectamente que no me gustaba mostrar mis sentimientos, que no quería verme débil ante nadie y no hablaría más. Dio unas palmadas a mi muslo antes de levantarse e irse a dormir.

No pude pegar el ojo por el resto de la noche y por la mañana, fingí dormir para no hablar de lo ocurrido.

Tenía decidido no ir a la escuela ese día, pero después de darle vueltas al asunto, comprendí que era mejor salir a estar torturándome con los recuerdos.

Llegaría tarde a clases y sabía que me esperaba un sermón de mi profesor, pero no quería estar sola, no ese día.

Sé que me veía horrible, pero no me importaba. No me interesaba impresionar a nadie.

Al llegar al colegió me puse unas gafas de sol y entré a mi aula. Yo se, era ridículo entrar a un cuarto con gafas oscuras, pero debía ocultar el dolor que mis ojos mostraban.

La clase estaba por terminar, así que sin saludar, me dirigí a mi asiento.

- ¿Que horas son estas de llegar señorita?

Me detuvo la voz de mi querido profesor. No estaba de humor para escuchar su mierda, así que lo ignoré.

- Señorita he hecho una pregunta y exijo una respuesta. Esta es mi clase y hay reglas, si no las piensa seguir -apuntó a la puerta con gran autoridad - ahí está la puerta. En esta clase hay pura gente que quiere hacer algo productivo con su vida.

Me detuve en seco y voltee a verlo furiosa.

- Buenos días querido profesor, si yo estoy en esta clase de mierda, es porque tengo las credenciales y calificaciones que se necesitan. No estoy aquí por referencias o caridad de nadie y si a usted le molesta mi tardanza - me di la vuelta - me voy.

- Si sale de mi aula, en este momento quedará expulsada.

- Me vale, puede hacer lo que mejor le parezca. - solté furiosa, pero antes de llegar a la puerta hablo.

- Tal vez a usted no le importe ¿Pero qué tal a su padre?

Eso me detuvo, porque sé que él quiere que estudie una carrera que me mantenga de pie, y fuera de toda la basura en la que él anda.

Al ver que me detuve, continuó sin preguntar que haría.

- Necesito uno o dos voluntarios, para crear otro grupo con la señorita aquí presente.

Yo sabía perfectamente que nadie se daría de voluntario.

- No necesito a nadie, soy lo suficientemente capaz para hacer el trabajo sola y hacerlo mejor que toda la bola de...

- Yo, yo me doy de voluntario.

Me interrumpió una voz ronca y muy sexy. Volteé a ver a quién pertenecía esa deliciosa voz y para mi sorpresa el dueño estaba más delicioso aún.

Sin darme cuenta de mis acciones, llevé las manos a las gafas y las bajé al puente de mi nariz.

Lo barrí de pies a cabeza descaradamente y di un leve mordisco a mi labio inferior.

Me gustaba lo que mis ojos veían, era un bombón. Sería el mejor proyecto de mi vida, de eso me encargaría yo.

La sonrisa desapareció de mis labios al encontrarme con sus ojos.

Mi corazón se aceleró descomunalmente, creía que las piernas me fallarían y caería al suelo.

Esos ojos, esa mirada, !era él!.





Enseñame a olvidar: Lágrimas De SangréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora