Capítulo 7- Mi nueva adicción
Natalie:
Se apoderó de mi boca y deslizó sus dedos entre mi pelo, controlando el beso.
Yo nunca he sido sumisa en la cama, pero con él no tenía voluntad propia. Quería que él controlara la situación, que hiciera conmigo lo que quisiera.
Era como mantequilla que se derretía entre sus dedos.
¿Qué me sucedía? ¿En donde estaba la mujer posesiva, la indomable, la que usaba a los hombres para placer suyo?
Todo eso quedó en el olvido al sentir como mi piel se erizaba, al deslizar su mano por mi espalda. El oír como mi garganta profería melodía al sentir sus dedos entrando en mi vientre. Era poesía pura sentir nuestros cuerpos entregarse a la lujuria.
Todo fue hermoso, diferente a lo que estaba acostumbrada. Si alguna vez hubiera hecho el amor con alguien, juraría que era precisamente lo que acabamos de hacer.
Los besos y caricias fueron intensos, penetraba lo más profundo de mi ser y si algún día creí que Leo era el único que me hacía sentir como diosa, con Will se quedó corto. Me idolatraba con cada caricia, con cada beso.
Creó acababa de encontrar una nueva adicción y eso me asustaba. Su cuerpo, sus besos eran tan profundos que parecían tatuarse no solo en mi piel, si no en mi alma misma.
Debía despertar de ése sueño y pisar tierra firme, antes de que fuera demasiado tarde. Yo no podía, ni debía confiar en él. No lo conocía, ni tenía idea de que era lo que buscaba al acercarse a mí, porque era evidente que él hacía posible nuestros encuentros.
Desperté la mañana siguiente en su cama, sola. Me senté en la orilla, tratando de poner mi mente en orden. ¿Cómo después del miedo que me causaba llegué hasta aquí?
Mis pensamientos fueron interrumpidos por la puerta que se abría y el intoxicante olor de su piel penetrando mis más profundos sentidos.
— Buenos días, veo que ya te levantaste — se acercó y cayó de rodillas frente a mí, tomó mi pie en su mano. Lo llevó a sus labios y dio un suave beso.
— Todo un caballero — dije con una sonrisa en los labios. Me observó unos segundos a los ojos y llevó su mano a mi mejilla.
— Exactamente lo que necesita una dama...eres tan hermosa — dijo en susurro. — pasé la mejor noche de mi vida, creo me has marcado con hierro — se puso de pie — ¿No te quieres dar un baño conmigo? Necesitamos cerrar con broche de oro nuestro encuentro.
Se quitó la bata que llevaba puesta, y dios, era un semental. Estaba completamente desnudo, no pude evitar barrer su cuerpo de pies a cabeza.
Tenía un cuerpo de dios, sus músculos bien marcados, debía pasar horas en el gimnasio. Sus brazos y pecho, estaban cubiertos de tatuajes, haciéndolo ver irresistible.
Él veía mi reacción atentamente y al parecer lo excitaba, porque se estaba poniendo duro para mi.
— Me encantaría — dije, poniéndome de pie y dando ese paso que se necesitaba dar, para tenerlo en mis brazos.
Sin pensarlo mucho me tomó por la cintura y me colocó a horcajadas. Se apoderó de mi boca una vez más y entre besos nos dirigió al baño.
Sus labios eran un manjar que no podía, ni quería dejar de saborear. Las manos recorrían nuestro cuerpo, sin control.
Esta vez no fue diferente, el sexo con él era fascinante. Era delirante tenerlo en mí y creía nunca podría olvidar lo que me hizo sentir.
Él tuvo que salir unos minutos después, por una llamada importante que recibió. Yo aproveché para vestirme, debía regresar a casa.
No quería ni imaginar como se encontraban Leo y mi padre sin saber de mí. Espero no se hayan abierto las puertas del infierno buscándome.
Al tomar mi bolso me percate que la droga seguía intacta. Tanto que deseaba consumirlas anoche y ni siquiera las necesité, porque su cuerpo era más adictivo que ese polvo.
Salí de la recámara, necesitaba encontrar la salida y marcharme antes que regresara. Justo antes de llegar a las escaleras, pude oír la voz de Rafael reclamando a Will, que haya pasado la noche conmigo.
— William ¿Es que ya olvidaste porque estás aquí? ¿Vas a dejar que un par de tetas desvíe tu atención de los planes?
— Te equívocas Rafa, sé muy bien lo que hago. El plan no ha cambiado en lo más mínimo, solo se le han hecho unos cuántos ajustes. No solo me apoderare de todo el territorio de California, si no que de paso me divertire un poco.
¿Quería apoderarse del territorio de mi padre? ¿Entonces los balazos que escuché en casa del cholo, no fueron mi imaginación? Claro que no, era Will que se apoderaba a la fuerza de el.
Debía informarle a mi padre, advertirle lo que pensaban hacer. Ahora debía encontrar la forma de marcharme sin que sospecharan que escuché.
Regresé al cuarto, debía averiguar quién era él y más importante aún ¿El porqué de su parecido con aquel demonio?. Empecé a abrir gavetas, buscando algo que me dejara saber sobre su persona.
Mis ojos se abrieron como plato y mis manos temblaban sin control, al encontrarme con una fotografía de esos hombres. No solo estaba la foto, si no también la medalla que él siempre llevaba.
¡Eran ellos! ¿Acaso venía por mí? Mi padre bien lo dijo, vendrían a buscarme, pero ¿Porque mandar a alguien más? ¿Será que él vendrá después?
Mil y una preguntas vinieron a mi cabeza. Quería salir corriendo de ese lugar en ese instante. Creía que perdería la razón de un momento a otro. El miedo que se apoderó de mí, fue el mismo que sentí aquella noche.
Pude oír pasos acercándose e inmediatamente cerré la gaveta y me senté en la cama fingiendo ponerme los zapatos. "Respira, respira" me decía una y otra vez, me debía tranquilizar o se daría cuenta que lo escuché.
La puerta se abrió y el olor de su piel embriagó mis sentidos una vez más. Quería voltear a verlo, pero no podía. Ahora que conocía sus planes y sabía que estaba relacionado con el monstruo de mis pesadillas, no podía verlo a los ojos.
— ¿Te vas? — preguntó mientras se sentaba a mi lado.
— Sí, creo que los dos sacamos un poco nuestro estrés — respondí a la vez que me ponía de pie. Caminé a la puerta y con mis dedos, hice la seña de paz. Aunque no estaba segura de que fuera verdad, al contrario, creía que la guerra estaba por empezar.
— Espera, olvidas algo — volteé a verlo y me mostraba la droga con una enorme sonrisa.
— Ya no la necesito — Negué con la cabeza y continúe mi camino. Al llegar a la salida me encontré con Rafael, no abrió la boca, pero su mirada me siguió hasta que salí de esa casa. Mis piernas no tenían fuerza en ellas y si no caí al suelo frente a él, fue puro milagro.
Maneje unos cuantos minutos, hasta donde mis fuerzas lo permitieron. Me estacioné a orillas de la carretera, porque si no lo hacía podría causar un accidente.
Recargando mi frente en el volante di rienda suelta a mis emociones y me puse a llorar. La imagen de aquella fotografía bombardeaban mi mente. Me sentía tan vulnerable en ese momento, que no sabía cómo llegaría a casa. Necesitaba la seguridad que las cuatro paredes de mi recámara me brindaba. La protección, que solo los brazos de mi padre y los de Leo, me podían ofrecer.
Un golpe en la ventana de mi coche me hizo brincar. Con miedo a ver con quién me encontraría, levanté mi cabeza lentamente. Me encontré con unos ojos furiosos y cansados, que al verme se enternecieron al instante.
Era mi padre, que al ver mis lágrimas se preocupó y tiró de la puerta sin resultado. Llevé mis manos temblorosas al seguro y abrí.
Mi padre me sacó del auto y me llevó a sus brazos.
— ¿Qué te sucede princesa? — preguntó al tiempo que acariciaba mi pelo — ¿Alguien se atrevió a lastimarte? — negué con la cabeza, pero la voz no salía de mi garganta.
— !Él vino por mí! — por fin pude decir entre sollozos.
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Enseñame a olvidar: Lágrimas De Sangré
Roman d'amourSer hija de uno de los capos más poderosos del narcotráfico, llevó a Natalie a ser el blanco de muchos enemigos, ya que era la única debilidad con la que contaba el gran Marcelo Grimaldi. Lloro muchas lágrimas de sangre, convirtiéndose en una mujer...