La huida de la señora gorda.|11|

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Narrador externo


—¿Contraseña?— dijo la señora gorda despertándose sobresaltada.


—«Fortuna maior»— contestó Harry con desgana.


El retrato le dejó paso y entró en la sala común. Estaba repleta de chavales de
primero y de segundo, todos hablando, y de unos cuantos alumnos mayores que obviamente habían visitado Hogsmeade tantas veces que ya no les interesaba.


—¡Harry! ¡Harry! ¡Hola, Harry!— Era Colin Creevey, un estudiante de segundo que sentía veneración por Harry y nunca perdía la oportunidad de hablar con él. —¿No vas a Hogsmeade, Harry? ¿Por qué no? ¡Eh!— Colin miró a sus amigos con interés. —¡si quieres puedes venir a sentarte con nosotros!—



—No, gracias, Colin.— dijo Harry, que no estaba de humor para ponerse delante de gente deseosa de contemplarle la cicatriz de la frente. —Yo... he de ir a la biblioteca. Tengo trabajo.—


Después de aquello no tenía más remedio que dar media vuelta y salir por el agujero del retrato.


—¿Con qué motivo me has despertado?– refunfuñó la señora gorda cuando pasó por allí.


Harry anduvo sin entusiasmo hacia la biblioteca, pero a mitad de camino cambió de idea; no le apetecía trabajar.


Dio media vuelta y se topó de cara con Filch, que acababa de despedir al último de los visitantes de Hogsmeade.


—¿Qué haces?— le gruñó Filch, suspicaz.


—Nada.— respondió Harry con franqueza.


—¿Nada?— le soltó Filch, con las mandíbulas temblando. —'¡No me digas!
Husmeando por ahí tú solo. ¿Por qué no estás en Hogsmeade, comprando bombas fétidas, polvos para eructar y gusanos silbantes, como el resto de tus desagradables amiguitos?—


Harry se encogió de hombros.


—Bueno, regresa a la sala común de tu colegio.— dijo Filch, que siguió mirándolo fijamente hasta que Harry se perdió de vista.


Pero Harry no regresó a la sala común; subió una escalera, pensando en que tal vez podía ir a la pajarera de las lechuzas, e iba por otro pasillo cuando dijo una voz que salía del interior de un aula:


—¿Harry?— Harry retrocedió para ver quién lo llamaba y se encontró al profesor Lupin, que lo miraba desde la puerta de su despacho. —¿Qué haces?– le preguntó Lupin en un tono muy diferente al de Filch. —¿Por qué no pasas? Acabo de recibir un grindylow para nuestra próxima clase.— 

—¿Un qué?— preguntó Harry.


Entró en el despacho siguiendo a Lupin. En un rincón había un enorme depósito de agua. Una criatura de un color verde asqueroso, con pequeños cuernos afilados, pegaba la cara contra el cristal, haciendo muecas y doblando sus dedos largos y delgados.


—Es un demonio de agua.— dijo Lupin, observando el grindylow ensimismado. —No debería darnos muchas dificultades, sobre todo después de los kappas. El truco es deshacerse de su tenaza. ¿Te das cuenta de la extraordinaria longitud de sus dedos?
Fuertes, pero muy quebradizos.— El grindylow enseñó sus dientes verdes y se metió en una espesura de algas que
había en un rincón.


Colors. |Draco Malfoy|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora