Capítulo 26

169 14 0
                                    

Me quedé de piedra. No me esperaba esa pregunta para nada... Pensé que había dado por sentado que era suyo. ¿Lo es? Pues no lo sé ni yo a decir verdad. ¿Qué hago? ¿Le miento y le digo que estoy cien por cien segura de que es suyo? No... O sí.

― ¿A qué viene esa pregunta?― respondí seca.

― Pues a que Álvaro me ha dicho que tiene sospechas de que sea suyo... Coinciden las fechas del embarazo con cuando estabas con él en Viena...

― Ah. Pues nada, cree a Álvaro antes que a mi.― me levanté dispuesta a irme pero él me agarró del brazo.

― Hey, no te enfades... Yo me haré cargo de él sea de quien sea...― me solté de él con brusquedad.― ¿qué pasa? ¿qué he dicho?

― ¿en serio Blas? Me haces quedar como una cualquiera que se acusa con mil hombres y se queda embarazada y tú te ves obligado a cuidar del niño.

― No... Me has entendido mal. Quería decir que... Bueno, me gustaría saber si es mío y si no lo es quedará entre tú y yo.― suspiré.― No quiero que te enfades, solo quiero saberlo...

― Yo sé que es tuyo...

―Pero no lo puedes saber con certeza... He investigado un poco mientras estabas fuera con Álvaro y bueno...― sacó el móvil.― Al cuarto mes de embarazo pueden hacernos una prueba de ADN al bebé y a mi...

― Vale, por mi no hay problema.― sí que lo hay y muy gordo.― Lo haremos.


Y pasaron las semanas... Seis para ser exactos. Seis semanas sin ver ni hablar con Álvaro. Y lo que le echo de menos... Me niego a admitirlo pero siento mucho por él. Demasiado. Quiero verle y quiero hablar con él... Volver a abrazarle e incluso besarle...

Una vez por semana voy a los lugares que él frecuentaba más solo para poder verle, pero no lo lograba ver. Parecía que se había desvanecido del mapa... ¿Y si se ha ido a otro lugar a vivir con tal de alejarse de mi? ¿Y si lo que de verdad quiere es tenerme lejos? Si él hubiera querido que le viera, le habría visto ¿no? Tal vez eso fuera lo mejor... Olvidarnos el uno del otro y hacer como que todo lo que habíamos sentido o lo que seguíamos sintiendo, no hubiera existido jamás...

Una vez más. Una última vez. Voy a buscarle y si no le encuentro, me olvidaré de él para siempre.

Me vestí y salí sin despedirme de Blas porque no le hablaba. La noche anterior habíamos discutido hasta el punto de pegarle una bofetada para que reaccionara y dejara de decir todas las tonterías que decía. Después de eso, sólo me encerré a llorar en el baño hasta que me dio un ataque de ansiedad... Uno de los muchos que me daban durante esas últimas semanas. Blas siempre se sentía muy culpable después de discutir y enseguida se disculpaba pero ya eran tantas las discusiones que aunque me pidió perdón, le ignoré.

Busqué en todos los lugares que sabía que frecuentaba sin éxito alguno. Sólo me quedaba la tienda de discos pero sólo me había hablado de ella una vez... Por probar una no pierde nada. Fui a esa tienda y tal y como me esperaba, no estaba allí. Salí de allí con lágrimas en los ojos que no tardaron en rodar por mis mejillas. Yo no solía llorar por hombres pero este era diferente. Me paré en el parking de la tienda y me apoyé en una pared para secarme las lágrimas. Cuando me tranquilicé un poco más e iba a irme, sentí un brazo a mi alrededor que tiró de mi hasta chocar con un cuerpo.

― Me estás poniendo tan difícil esto, nena...― su voz... Dios, es él.― Me es imposible evitarte y más encontrarte.

― ¿Álvaro?― me giré a mirarle.― ¡Álvaro!― me abracé a él mientras las lagrimas salían de nuevo.― Dios...― me separé de él y le miré.― ¿eres gilipollas?― le grité mientras le daba un golpe en el pecho.

― Au... ¿y yo qué he hecho ahora?

― ¿como que es difícil evitarme? ¿me has estado viendo todo este tiempo sufrir y no te has acercado?

― Pensé que era lo que querías... ¡Tú me dijiste que me alejara!

― Ya, pero me arrepentí y tú te esfumaste.― le miré con los ojos entrecerrados y me crucé de brazos.― Te odio.

― Me amas. ¿verdad? ―yo me sonrojé.― ¿lo vas a admitir ya?― negué con la cabeza agachada.― ¿Te ayudaría a admitirlo en voz alta si yo te lo digo?

― ¿decirme el qué?

― Que te amo. Que te amo más que a mi propia vida. Que eres más importante para mi que el oxigeno para vivir...― me mordí el labio inferior.― ¿lo admites ya?

― Nunca.― le susurré cerca de los labios con una sonrisa que no se me quitaría jamás.

― Ven conmigo a casa, anda.― se rió él y tiró de mi brazo.― Hoy te voy a dar amor hasta que te salga por las orejas.

No puse resistencia y me dejé llevar hasta su casa. Nos sentamos en el sofá y empezamos a hablar. Cada vez un poco más cerca... Y más, y más, y más... Hasta que sin darme cuenta, me vi sentada en su regazo mientras él me acariciaba y yo a él igual. Me encantaba estar así con él... Era perfecto.

― Yo buscándote como una tonta y tú escondiéndote de mi como si fuera un monstruo...

― Anda mi amor, no exageres...― me acarició la mejilla.― No era por eso, sino porque pensaba que tú lo querías así y me sentaba a mirarte escindido para deleitarme un poco con tu belleza...

― Sí, ahora hazme la pelota ¿no?

― No es hacerte la pelota, es decirte la verdad o decirle cosas bonitas a mi chica...

― Ahora resulta que soy tu chica ¿no?― él asintió.― Pues tu chica quiere oír de nuevo lo mucho que la amas.

― Sólo si ella me lo dice primero.

― ¿En serio...?― suspiré.― Está bien, Álvaro... Te amo. Te amo tanto que con sólo imaginar el no estar contigo un segundo en mi vida se me corta la respiración...

Y antes de poder acabar la frase, me besó...

Pillowtalk |Álvaro Gango|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora