Capítulo 28

180 15 0
                                    

¿Cómo?― pregunté con los ojos abiertos a lo que él se encogió de hombros.― ¿Cómo?― grité esta vez.― ¿Te gusta Álvaro?

― Sí, no sé... Es que es muy guapo y esos ojos que tiene...― suspiró.― Es que ya no podía aguantar ese secreto más...

― ¿Blas? ¿Vas en serio?― él asintió.― ¿Eres gay? Pero... ¿por qué sales conmigo entonces, joder?

― Yo no he dicho que sea gay, lo has dicho tú eh...― se rió.― Tú eres mona y me gustan tus abrazos. Eres mi tapadera, básicamente.

No sé cómo pasó, pero perdí el control sobre mis propias acciones y para cuando me quise dar cuenta, le había pegado una bofetada. No me gustó hacerlo de nuevo, ayer ya me arrepentí y hoy más. Esta vez no mostré arrepentimiento porque sus palabras me hirieron.

― ¿Y me lo dices así tal cuál?― grité mientras las lágrimas amenazaban con salir.― ¿Y por qué coño me dices esas cosas de antes si eres gay y no te gusto yo? ¿Eres idiota o qué te pasa en la puta cabeza?

― Tranquilízate, mujer.― se rió acariciándose la mejilla.― Era sólo una broma, tonta...― me intentó abrazar y le empujé dándole la espalda para que no me viera llorar.― Hey, venga... No quería hacerte llorar.

― ¡Pues lo has conseguido!― me sequé las lágrimas y él me abrazó fuerte contra su pecho.― Déjame...

― Ni lo sueñes.― me apretó un poco más.― Nunca me alejaré de ti, te lo prometo.

― Pero, ¿eres gay?― él soltó una sonora carcajada.― Oye, responde.

― No, no soy gay, tranquila...― le miré tratando de descifrar en sus ojos si me mentía.― Te juro por nuestro bebé...― me acarició la barriga.― que soy hetero.

― Vale...― le abracé.― pensé que mi marido sólo me usaba para tapar su sexualidad...

― Oh... ¿soy tu marido?― asentí.― Y por eso te lías con otro ¿no?― preguntó riendo.

― Oh y por eso te follaste a una cualquiera ¿no?― le respondí en tono de burla.

Nos pasamos lo que quedaba de ese día en la cama hablando, tal y como solíamos hacer antes de toda la mierda de las discusiones.

Y así fueron pasando los meses hasta que llegó el día que no quería. El día de la prueba de ADN. No sé qué hacer porque le he afirmado y reafirmado a Blas que era suyo pero es que no creo que lo sea. Sé que él dice que cuidará del bebé igual pero sé que no va a ser igual si después tengo otro con él. Para empezar, si le diera igual, no pediría la prueba ¿no? Joder tío...

― ¿Estás nerviosa?― me preguntó Blas sentándose a mi lado tras hacerse la prueba. Me encogí de hombros.― En nada tendrán los resultados.

― No si ya...― suspiré.― Espero que no tarden demasiado, llegaremos tarde a la ecografía para saber el sexo del bebé...

― Ya... ¿Has pensado nombres o al menos lo que quieres que sea?

― Pues... Que sea lo que dios quiera, pero prefiero que sea niña ¿y tú?

― A mi me da igual.― sonrió.― Pero puestos a elegir, una pequeña Elena me encantaría.― sonreí.― ¿Y nombres?

― Pues... He pensado un par para niña y otro par para niño. Si es niña me gustan Sophia, Camila o Elisa y si es niño Axel, Bruno o Daniel...

― Jum... Soph, Cami o Eli... ¡Me encantan! Y Axel es mi favorito para los chicos, desde luego.― se paró a pensar.― Sophia Cantó Fernández...

― Queda genial, amor.― sonreí.― Tengo ganas de que nazca ya...

― ¡Anda que yo!― se rió.― Ay, Sophia...― me acarició la barriga.― Sal ya que papi se muere por conocerte.

Me encantaba cuando hablaba con el bebé. Todas las noches cuando me meto en la cama pone su cabeza en mi regazo y le cuenta todo lo que ha hecho a lo largo del día. A veces el bebé se mueve y eso le motiva a hablar más. Muchas veces me he quedado dormida y le he dejado hablando como si el bebé estuviera presente.

Me lo imagino con ella o él en brazos paseando por la habitación hablándole de cualquier tontería o cantándole para que se duerma. Se me cae la baba sólo de imaginarle... O me lo imagino dormido con el bebé en el pecho y... Muero.

― Bien, ya tenemos los resultados.― se sentó el doctor sacándome de mis pensamientos.― Déjenme ver...― abrió el sobre y Blas me agarró la mano nervioso.― Según el test, hay una coincidencia de un 99'34%

― ¿Qué significa eso...?― preguntó Blas.― ¿significa que es mío?

― Sí, enhorabuena.

A Blas se le iluminó el rostro como nunca y se le formó la mayor sonrisa que le vi jamás. Me abrazó fuerte mientras yo me preguntaba cómo era posible. Estaba casi segura de que era de Álvaro, es decir, podía ser de Blas, pero la fecha coincide con Álvaro, no con Blas.

Salimos de la clínica mientras yo seguía dándole vueltas al asunto. Blas me hablaba de algo en el coche de camino a ver el sexo del bebé, pero yo no le escuchaba porque estaba sumida en mis pensamientos y paranoias de cómo era posible que el padre fuera Blas y no Álvaro.

― ¿te parece bien entonces?― asentí fingiendo haber oído la pregunta.― Osea que te parece bien que la cuna sea un ataúd con pinchos, ¿no?

― ¿Que? ¡No! ¿Estás loco o qué?― nos reímos.

― No me prestabas atención

Te estaba comentando el cuarto del bebé pero veo que estás en otro mundo así que ya lo hablaremos más tarde.― sonrió.

Llegamos a la clínica y enseguida nos hicieron pasar a la consulta. Me tumbaron en la camilla con la barriga destapada y me pusieron un gel muy frío. El doctor empezó a esparcir el gel con esa clase de lector de barras y apareció una imagen en la pantalla que no supe ver bien... Espera, ¿era ese el latido del corazón de mi bebé? Blas me miró fascinado mientras oía ese latido.

― Aquí está lo que será su carita aunque ahora no sea demasiado parecido... En un mes se verá mejor.― movió un poco más el lector.― Aquí tiene las manitas...― le cuenta los dedos.― Los tiene todos.― mueve de nuevo el lector, esto es su corazón latiendo.― nos lo señala.― Y aquí... Está el sexo del bebé.

― ¿Qué es exactamente?― preguntó Blas con impaciencia.

― Es una niña...

Blas dio un salto y me abrazó emocionado. Nunca le había visto así de feliz y me encanta haber conocido este lado suyo. Quiero más hijos con él sólo por verle así de feliz más veces. El doctor empezó a rellenar el informe tras darme papel para limpiarme. Mi móvil empezó a sonar y miré la pantalla. Me tensé al ver el número. Me disculpé y salí al pasillo.

― ¿Qué quieres tú ahora? Pensé que ya me habías dejado en paz.

― Te he salvado el culo, así que dame las gracias. Yo he movido hilos para que digan que el bebé es de Blas.

― ¿No lo es acaso?― pregunté en un grito.

― No me grites. No, no es de Blas sino de Álvaro.

Pillowtalk |Álvaro Gango|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora