Capítulo 25

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Elena

Las seis de la mañana y aún sin saber qué es de Blas.


Tras ver la foto de Paula me quedé paralizada. ¿Tanto tienen que sufrir los míos por él? No me compensa. Para nada. Tendré que deshacerme de él por muy poco que me guste la idea. Me sequé las lágrimas con un pañuelo y llamé a ese número que ya había guardado en mi agenda de como "Pesadilla".

― Hola, Elena.― me respondió esa voz que tanto odiaba.― ¿ya te has cansado de ver sufrir a los tuyos?

― ¿cómo lo hago? ¿cómo me deshago de Álvaro?

― Es fácil, querida, rompiéndole el corazón.

― Vale, si lo hago ¿me dejarás en paz?

― Por supuesto.― se rió.― Paula está en París, te mando el billete y el hotel. Ella estará ya en la habitación cuando llegues.

― Vale...

― Te ha costado eh... Tú haz lo que te he dicho y si necesitas ayuda me la pides, no te preocupes.

― Sí, claro.― ironice y colgué.


Salí del baño y vi a Carlos y Álvaro sentados. Suspiré y me acerqué a ellos.


― ¿Has localizado a Paula?― preguntó Carlos preocupado.

― Sí, está en mi casa. Se había dormido...― mentí.― Bueno...

― ¿Familiares del señor Blas Cantó Moreno?― oí una voz detrás de mi y me giré.

― Yo soy su novia.― me apresuré a responder.― ¿está bien?

― Por suerte sí... Pueden pasar a verle ya aunque aún está adormilado.

― Vale, gracias.― el medico se fue y me giré a mirar a Carlos y Álvaro.― Ya os podéis ir a descansar si queréis...

― ¿estarás bien?― me preguntó Carlos y asentí.― ¿Paula va a venir?

― No, no... Me ha dicho que se quedará en mi casa a dormir porque estaba muy cansada.


Ellos se fueron y yo entré a la habitación de Blas. Le vi en la cama con los ojos entreabiertos y la piel pálida dejando unas ojeras muy visibles. Me acerqué lentamente a él intentando secar mis lágrimas. Giró su cabeza lentamente y me miró. Le cogí la mano y con la otra le acaricié el pelo.


― Elena...― dijo en un hilo de voz.― no llores, estoy bien...

― Ya lo sé pero es por mi culpa joder...― él se movió haciéndome hueco en la cama con él y me indicó que me tumbara.― ¿seguro?― él asintió y me tumbé.― Lo siento mucho Blas, ha sido culpa mía...

― Ya lo sospechaba...― le miré extrañada.― Me llamó una voz muy rara y me dijo que te diera las gracias y colgó. No sé qué coño puedes haber hecho tú, pero me da igual.― le besé la frente.― ¿cómo estás?

― Me siento un poco mareada, con nauseas... Cosas de estar embarazada ¿no?

― Sí, supon... Espera, ¿qué?―me miró con los ojos abiertos.― ¿estás...?

― Según los dos test que me he hecho sí.― se quedó mirándome con la misma expresión.― Blas si no quieres..

― Shhh...― me puso un dedo sobre los labios.― ¿me estás diciendo que aquí dentro― señaló mi barriga.― está mi primer hijo creciendo?― asentí.― Dios mío... ¡Voy a ser padre!― hizo una mueca de dolor.

― Estate quieto, que te acabarás haciendo daño.― le sonreí.― Sí, vamos a ser papás...

Él me besó y me miró a los ojos para después pegar su frente a la mía. ¿Cómo le digo ahora que me tengo que ir a por Paula a París? ¡No puedo dejarle ahora! ¿qué puedo hacer?

― Blas...― él me miró.― Tengo que irme de viaje esta tarde...

― Pues ve, yo estaré bien.― él sonrió.― ¿cuándo vuelves?

― Mañana por la mañana estaré de vuelta...

― Es un viaje exprés... Tranquila, cuando vuelvas aún estaré en esta cama esperando.― me sonrió.― Tienes unas ojeras y una cara de cansancio que no pareces tú.― se rió.

― ¿Pero tú te has visto?― me reí.― ¿dormimos?― él asintió y cerré las persianas dejando la habitación a oscuras.― Buenas noches, Blas.

― Buenas noches...

{...}

― Entonces, ¿no está muerto?― me preguntó Paula conteniendo las lágrimas.

― Claro que no... Está bien pero me duele que por mi culpa haya estado su vida en peligro o la tuya.

― No es tu culpa... Bueno un poco sí.― me miró fijamente.― ¿Te gusta Álvaro?

― Me atrae, pero nada más.― suspiré.― Él se me declaró en la sala de espera...

― El bebé es suyo, ¿verdad?

― No lo sé ni yo... Puede ser de cualquiera de los dos. Blas se ha puesto tan contento cuando se lo he dicho...

― Él siempre ha querido una familia y estar enamorado y ser correspondido. Normal que esté así.― sonreí.― ¿A qué hora nos vamos?

― A las siete hay que estar en el aeropuerto.― miré mi reloj.― Son las nueve de la mañana aún...

― Podemos salir... ¿podemos? Es que quiero olvidar todo un poco y así aprovechamos el poco tiempo que tenemos aquí.


Estuvimos todo el día dando vueltas por la ciudad de compras y turismo. No volvimos al hotel hasta las seis para guardar todo lo que nos habíamos comprado y nos fuimos al aeropuerto. Me habría gustado quedarme más tiempo, pero Blas aún estaba ingresado y no quería dejarle más tiempo abandonado.

A las once y media estaba de camino al hospital desde el aeropuerto. En cuanto llegué corrí prácticamente hasta la habitación de Blas. Abrí la puerta y le vi sentado hablando con alguien que no podía ver pero cuya voz reconocí. Me tensé.


― Bienvenida, amor.― Dijo Blas sonriendo.― ¿qué tal el viaje?

― Bien.― pasé y le saludé con un beso.― ¿estás mejor?

― Mucho mejor, sí. Mañana por la mañana me darán el alta.― sonreí y le acaricié la mejilla.― Álvaro ha cuidado muy bien de mi mientras tú no estabas...

― Hombre, sólo faltaría.― respondió Álvaro sin dejar de mirarme.― Es lo mínimo que puedo hacer. ¿te ha gustado París?

― Sí, es muy bonita.― respondí sin mirarle. Ya es hora de acabar con esto.― Álvaro, ¿podemos hablar un momento a solas?

― Sí, por supuesto.― salimos al pasillo y me besó sin previo aviso.

― Álvaro, para.― le separé de mi enseguida.― Tengo novio y tú novia.

― ¿Y qué?― me acarició el pelo.― Podemos irnos... Yo cuido de tu bebé si quieres. Nos gustamos así que...

― No.― le interrumpí.― Yo te gusto, tú a mi no. Yo estoy enamorada de Blas, con el que me voy a casar y del que estoy embarazada.― él me miró con tristeza.― Lo siento Álvaro pero creo que lo mejor será que nos alejemos el uno del otro un tiempo, hasta que se te pasen los sentimientos por mi.

― Claro...― respondió él con una sonrisa con la que intentaba tapar su dolor.― ¿te puedo abrazar una ultima vez?


Asentí y nos abrazamos con fuerza durante un buen rato ya que ninguno nos atrevíamos a separarnos. Él tomó la iniciativa y se separó para irse sin decir nada más. Suspiré y volví a entrar a la habitación donde estaba Blas con un gesto un poco más serio. Me senté en la silla y él me miró.


― ¿Qué pasa Blas? ¿Por qué estás tan serio?

― Elena, ¿es mío el bebé?

Pillowtalk |Álvaro Gango|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora