Capítulo 29

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―¿Pero tú de qué coño vas?― grité.― ¿quién te crees que eres?

― Te he dicho que no me grites.― apreté mi mandíbula con fuerza.―Mira lo que te he mandado. Son mensajes entre Blas y Carlos, léelos.

Me colgó y miré lo que me había mandado...

Blas: Tío

creo que el bebé es de Álvaro...


Carlos: Blas, ya lo hemos hablado mil veces

Tú ya le dijiste que te comprometías


Blas: Ya lo sé joder...

Pero es que si sale que es de Álvaro

No se lo voy a ocultar, es el padre


Carlos: Ya, sería lo mejor


Blas: pero entonces él iría a por ella

Y ella muere por él... Así que

si sale que es de Álvaro, la dejaré


Carlos: es muy precipitado eso ¿no?


Blas: No, es lo mejor porque ella no me dejaría

porque sólo piensa en los demás

Así que si la dejo, no tendrá escusa para ser feliz

Aunque sea con Álvaro y lejos de mi...


Carlos: ¿seguro?


Blas: No, pero si así la hago feliz...


Carlos: ¿y qué hay de tu felicidad, tío?


Blas: ¿ha importado alguna vez?


Los mensajes seguían, pero yo ya no podía más... ¿cree que no me importa su felicidad? Joder... Sin darme cuenta estaba llorando. Me dolía que él pensara así. Oí la puerta de la consulta abrirse y me sequé las lágrimas rápidamente. Guardé el móvil e intenté disimular.

― Amor, ya está...― me tocó el hombro.― ¿Elena? ¿Has llorado?

― ¿Eh...? No, ¿lo parece?― él asintió con cara de preocupación.― Pues no he llorado, será de la emoción de nuestra pequeña Sophia.

― Dios, es que me muero de ganas de que nazca ya.― sonrió él pasando un brazo por mi hombro mientras andábamos hacia el coche.― Mañana vaciaremos la habitación e iremos planeando cómo lo colocaremos todo cuando lo compremos.

― Querido...― nos metimos en el coche y arrancó.― Hace meses que mami Elena tiene planeada la habitación.― él se rió.

― ¿en serio? Pues genial, mami Elena.―sonrió.― Ponme al día y empezamos a buscar.

La verdad es que con la ilusión en un mes ya teníamos todo encargado y la pintura comprada. En una tarde vaciamos todo lo que teníamos metido en la habitación y lo llevamos a un trastero. Pintamos la habitación de un color gris clarito y blanco por recomendaciones de una psicóloga infantil que nos ayudaba a tener una idea de cómo hacer con la niña. Yo había estado buscando lámparas de araña pequeñas pero no encontré ninguna y me entristecí bastante.

― Cielo, han llegado algunos muebles y ropa que pediste y los he ido a recoger mientras dormías.― dijo sonriendo.― ¿los montamos?

― ¿Sí? Qué bien...― me levanté medio adormilada rascándome los ojos.― Los de al lado han estado taladrando un buen rato y te juro que me he cagado en ellos.

― Hablaré con ellos y les diré que mi mujer está embarazada...― me abrazó por detrás y me besó el cuello.― Y que le molesta mucho el ruido que hacen y necesita descansar, ¿te parece?

― Un plan de diez mi amor...― me giré hacia él y puse mis brazos alrededor de su cuello.― Gracias por mimarme tanto durante este embarazo tan caca que estoy teniendo...

― Faltaría más mi princesa...―me besó.― ¿vamos?

― Vale...― asentí y fuimos a la habitación. Él encendió la luz y me sorprendí porque aún no había bombilla en ese cuarto. Alcé la vista y vi una pequeña lámpara de araña preciosa.― ¿Blas?

― Dime, cielo.― dijo como si nada sonriendo.

― Hay una lámpara de araña en el techo, ¿sabes algo?

― Ni idea de cómo ha llegado allí. Habrán sido los vecinos, ¿no?

― ¡Eras tú el que taladraba!― le abracé.― Ay te amo tanto mi vida...

― Yo más mi amor.― me abrazó fuerte.― ¿montamos el resto?

Asentí emocionada y empezamos a montar todo. Colocamos la cuna en el centro, alejada de la ventana para que no enfermara; debajo de la ventana estaba la cómoda de la ropa que ya teníamos casi llena; en una pared estaba el cambiador y en la de enfrente un sofá. Todo en blanco y rosa claro. Cuando terminamos nos miramos sonriendo.


― Sólo falta esperar a que llegue nuestra pequeña... ― dijo mientras me acariciaba la barriga.

Pasaron los meses y un día antes de salir de cuentas, empecé a sentir dolores. No quise alarmar a Blas así que esperé y aguanté y le fui mentalizando poco a poco. Nos fuimos a dormir bastante pronto, pero a las 3:28, sentí algo estallar dentro de mi y al ponerme de pie, un líquido bajó por mis piernas. Encendí la lamparilla y vi que acababa de romper aguas. Los dolores se intensificaron mucho más así que con las pocas fuerzas que tenía, me vestí y preparé para ir al hospital. Me acerqué a Blas y le moví para que se despertara. Él me miró, miró el reloj y me volvió a mirar.

― ¿qué pasa?― me preguntó adormilado.

― Blas, he roto aguas hace un rato...― al decirlo en voz alta fue cuando realmente me di cuenta de lo que pasaba.― Tengo miedo...

― Amor, haberme despertado antes.― se levantó corriendo y se puso sus vaqueros y una camiseta. Yo le miraba mientras él se movía corriendo por toda la habitación. Terminó de ponerse sus zapatillas y se acercó a mi para después abrazarme.― No tengas miedo porque voy a estar contigo hasta el final...

― ¿Saldrá todo bien?

― Todo perfecto, en un par de horas tendremos a Sophia en brazos.

Y así fue. Fueron seis largas horas, pero por fin nació la pequeña Sophia. Cuando me la dieron después de lavarla ya en nuestra habitación no pude dejar de mirarla. Era preciosa y parecía un ángel. Blas estaba como yo, embelesado sin poder despegar la vista de ella.

Tocaron a la puerta y al abrirla sólo vi flores y globos rosas. Álvaro asomó la cabeza detrás de estos y sonrió. Entró y dejó las flores en la mesita y los globos en el suelo. Se acercó a mi y me dio un beso en la mejilla.

― Sophia...― le acarició la mejilla a la pequeña.― ¿puedo cogerla?

― Claro, adelante.― sonreí y se la di.― Gracias por las flores, son preciosas.

― De nada, mujer...― me sonrió y se quedó mirando a Sophia.― Blas que ya eres papi eh, ¿cómo te sientes?

Pillowtalk |Álvaro Gango|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora