Capítulo 2: Inicia la supervivencia

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Abro los ojos lentamente. Observe que él avión se había detenido. Las luces blancas del avión no dejan de encenderse y apagarse. Me duele todo el cuerpo y me encuentro tirado en el pasillo del avión.
Distingo delante de mí a un hombre alto, calvo, cubierto de sangre, con una tela cubriendo sus partes íntimas. Delante del hombre, tirado en el piso, se encontraba mi hijo, quien ya hacía desmayad boca arriba.
Comencé a arrastrar mi adolorido cuerpo con las pocas fuerzas que me quedaban. Lentamente avanzó intentando salvar a mi hijo. Nos separaban solo dos filas más. Entonces el hombre se agacho y tomo a mi hijo, cargándolo con sus dos manos. Me quedaba una fila más. Tenía que alcanzarlo.
El hombre solo observo la cara de mi hijo unos segundos, ignorando mi presencia. Se dio media vuelta y camino por el pasillo, alejándose cada vez más de mí. Yo sentía dolor en cada parte de mi cuerpo, estaba al límite de mi resistencia. Mi vista comenzó a nublarse hasta que volví a caer al suelo... Me desmaye.

[...]

Aun así, ahora estoy solo contra ellos. Oculto en una cueva... Mis parpados se sienten pesados, comienzo a tener sueño. Siempre que estoy a punto de dormir ruego que no me maten. Al menos desde el día en que me di cuenta que aquí solo era comida para ellos.

[...]

No he olvidado mucho de ese día. Desperté aun tirado en el suelo del avión. Me levante un poco confundido y muy adolorido. Ya era de día.
La parte delantera del avión no se veía que estuviera cerca. Comencé a caminar hacia la salida destrozada del avión. En un lateral de la primera fila estaba el cuerpo de una de las aeromozas con un hacha para romper cristales clavada en todo su pecho. Ella estaba muerta. La sangre de la aeromoza estaba goteando por el asiento hasta caer al suelo. En ese momento me percaté de que solo había ese cuerpo en el avión.
No preste más atención y decidí bajar del avión. Fuera de la destrozada aeronave había un frondoso bosque, muy hermosa a decir verdead. Sin embargo, ese no era el mejor momento para contemplar el paisaje. Me dispuse a buscar algo que me quitara el dolor del cuerpo.
Intente abrir las maletas cuando algo me alerto. Un sonido de pisadas estaba rodeando el avión. Decidí volver a subir. Corrí de la manera en el que me lo permitía mi cuerpo hacia el baño. Una vez ahí, me encerré en él, esperando que aquel sonido se fuera.

—Es solo un animal en busca de comida—Murmure dentro del baño.

Mis nervios me estaban consumiendo. Mis latidos cada vez eran más rápidos. El ruido ceso de repente y me dispuse a salir. Volví a querer bajar del avión pero, antes de salir, cogí el hacha que tenía la aeromoza enterrada en su desangrado cuerpo.

—Solo es por precaución—Me dije para no sentirme mal.

Baje del avión muy silenciosamente, con el hacha firmemente agarrada con mi mano derecha. Me sentía observado. Tal vez solo es paranoia mía o tal vez realmente me vigilan.
Me dedique a abrir nuevamente las maletas. Ropa, ropa, medicamentos, agua, comida y muchas cosas inservibles. No podía hacer mucho con eso. Recordé que tenía mi teléfono celular.

—<<Una llamada de ayuda... Con eso me salvare>>— Pensé egoístamente.

Para mi suerte, el celular no tenía señal y la pantalla estaba un poco rota. ¡Maldición! Mire que era el 14 de Septiembre, las dos treinta de la tarde, o al menos eso decía.

— ¡Vaya mierda!—Dije con voz alta.

Entonces el ruido volvió. Las pisadas eran de una persona, o eso deduje por la forma en que se escuchaban. El miedo me invadió por completo, ya que el ruido se acercaba cada vez más. Por mi costado derecho, desde un arbusto, salto un hombre de cabello largo sobre mí.
Caí al suelo junto con el hombre. Comenzamos a forcejear hasta que pude liberar mi mano derecha. La adrenalina fluyo por mi sangre haciendo que, instintivamente, golpeara con el hacha el costado desnudo izquierdo del hombre, causándoles una grave herida.
El hombre cayó al suelo, retorciéndose de dolor, mientras su herida expulsaba sangre a chorros. El hombre seguí retorciéndose, raramente no gritaba de dolor.

— ¡Púdrete en el infierno!— Dije con rabia.

Levante el hacha y, sin siquiera pensarlo, golpee la garganta del hombre, casi atravesándola. La sangre chorreo en mi cara. El murió al instante. Mis manos llenas de sangre no dejaban de temblar. ¡Había matado a un hombre! ¡Eso me hace un maldito asesino! Pero... ¿Realmente importa eso?

[...]

En este lugar, donde solo el más fuerte sobrevive, ¿me podría considerar un asesino? Las dudas sobre esa idea agobiaron mi cabeza en ese momento. Aunque, ¿quién me aseguraba que este lugar no tenía ley?
Eso lo descubrí con el tiempo, al igual que el lugar donde me encontraba...

The ForestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora