Capítulo 13: Los Primeros Supervivientes  

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Seguíamos con el cuerpo hundido en la nieve, respirando lentamente, mientras ocultábamos nuestra presencia de aquellos caníbales. Sentía la adrenalina fluir atraves de mis venas. El miedo abarcaba mi mente. En ese momento, los pies desnudos de aquellos caníbales comenzaron a moverse, como si de una película de zombis se tratase.
Estaban alejándose, como si la fiesta hubiera acabado hacía tiempo. Sin decir nada, ni emitir sonido alguno más que el rozar de sus desnudos pies con la nieve. El frio llegaba hasta mis huesos de solo imaginarme tocando con la piel la nieve, al igual que esos caníbales.

Tardaron varios minutos, pero al fin, todos y cada uno de ellos se perdieron entre la neblina causada por la nieve. Sin hacer mucho ruido, intente levantarme. Mi mayor temor era encontrar a varios de esos caníbales aun merodeando por la zona.
Azuck se levantó junto conmigo, mientras limpiaba las lágrimas de sus cristalinos ojos color café. No pude resistir el evitar voltear a ver a la ahora difunta Akki. Mi mirada se desvió unos segundos, los cuales fueron los más aterrorizantes de mi vida...

Akki. Aquella chica de cabello castaño largo. Ella aún estaba viva. Me miraba mientras seguía desangrándose atraves de los variados mordiscos remarcados en su cuerpo. Su mirada reflejaba miedo, odio, ira y desprecio. Sentí pena por ella, mientras un sentimiento de satisfacción recorría mi cuerpo.
Ella cerró los ojos a los pocos segundos. Decidí no decir nada. Me guarde aquella escena que me causó un miedo terrible. Entre a una de las cabañas más cercanas, donde ahora estaba Azuck con la mirada perdida en la nieve. Debía ser horrible perder a alguien de esa forma. Podía casi sentirlo.

No dije nada. Aguarde en silencio. Presintiendo que él hablaría sin que yo abriera la boca. Me senté algo alejado de él. Mi cuerpo se dejó caer entre la suave y fría nieve, mientras intentaba buscar la solución a aquella situación.
Noté que mi mano tocó algo sólido. La pasta de un viejo y congelado libro ya hacia debajo de mi mano. Escarbe un poco entre la nieve, mientras Azuck no paraba de divagar en su mente. Encontré el libro. Algo viejo y con un forro de cuero algo gastado.

Abrí aquel antiguo libro, mirando aquellas hojas desprenderse. Suspiré y comencé a intentar leer:

"Hemos llegado hace muy poco. Nuestro navío vago por el mar durante algunos meses. ¿Dónde estaremos ahora? Esta isla que parece desierta no aparece en los mapas de navegación. Mi tripulación tiene miedo. ¿Y si es una isla plagada de piratas? ¿Qué haríamos contra eso?
Sin embargo, parece que los enormes árboles y los pocos arbustos frutales no han mantenido con vida a nadie desde el inicio de los tiempos. Los días van pasando. Si es una isla pirata, pronto nos encontraran. De lo contrario, dudo que cualquier navío o barco mercader se acerque a este lugar.

Tres, cuatro o cinco semanas. En esta vieja bitácora de navegante sigo anotando lo que veo. Hace tiempo que dejamos atrás la bahía y nos internamos a investigar. Parece que somos los primeros supervivientes. Y también los únicos.
Algunas personas de mi tripulación decidieron seguir esperando algún barco que apareciera milagrosamente por el horizonte y les salvara. Idiotas. Yo, que soy el capitán, decidí dejar aquella bahía por una sola razón: El olor a muerte"

Era como una bestia que nos acechaba durante las noches. Me sentía intimidado de sólo sentir aquella mirada sobre mi cuerpo. Sabía que saboreaba mis entrañas con cada parpadeo, ya que siempre estaba allí, oculto entre los arbustos, esperando que todos durmiéramos para acabar con nosotros.
Solo Dios sabe lo que era aquello. Decidí huir junto con veinte personas más que siguieron la falsa esperanza de encontrar un pueblo al otro lado de la isla... Si es que hay algún otro lado al cual llegar. Hemos caminado unos cuantos días y veo por fin a lo lejos unas grandes montañas cubiertas de nieve.

Antes de llegar debíamos cruzar un bosque. Cruzamos unos cuantos árboles y rocas y pronto vimos un gran claro. La pradera marca un gran círculo en aquel bosque y, en medio de ese círculo, un gran agujero de forma circular. Nos acercamos varios de nosotros a ver que era aquello.
Era aquello como un gran pozo. De una enorme caída, donde ni siquiera se lograba ver el fondo. Miradas desconcertadas se aparecían entre nosotros. Fue sólo un segundo de distracción y sorpresa para ver como uno de nosotros caía por aquel enorme pozo mientras se golpeaba en cada superficie filosa.

Todos volteamos la mirada, en busca del responsable de lanzar a aquel compañero. Ahí lo vi. Aquel hombre de un corpulento cuerpo. Podría jurar que media más de dos metros. Detrás de él se mantenía de pie varios hombres casi desnudos, con aquella mirada sedienta de sangre.
Sin pensarlo dos veces, comenzamos a correr. Nos alejamos lo más posible mientras intentábamos salvar nuestras vidas. ¿Por qué? Porque ellos expresaban esa intimidación de animales. Ellos solo nos veían como alimento. Y todos ellos salían poco a poco de aquel enorme pozo..."

The ForestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora