Capítulo 12: Pueblo Nevado

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Juraría que pasaron más de tres días. Sin embargo, ellos dicen que han pasado veinte cuatro horas solamente. El sol es imposible de ver con las espesas nubes delante mío. Creo fervientemente que nos hemos perdido. Al menos, ya no ha aparecido ningún otro caníbal de la nieve.
Continuamos caminando por horas. Mi cabeza esta a punto de explotar por no haber dormido en las últimas veinte cuatro horas. ¿Cuánto más tendré que caminar? Desearía estar en un hotel de cinco estrellas, mientras el servicio a cuarto me trae una taza de café.

No puedo continuar así. Esto me esta matando más de lo que quisiera. El escalar esta montaña me causa, aparte de un gran cansancio, una gran desesperación. Seguimos caminando, y todo en sereno. La tormenta de nieve parece que será nuestro mayor problema. Las nubes parecen mucho más oscuras que antes. Debemos buscar refugió lo antes posible.
A lo lejos, mis ojos pudieron distinguir una gran cabaña de madera oscura. No había luz alguna que saliera de ella y tampoco humo que saliera de su chimenea. Estaba abandonada. Eso era más que seguro. Aun así, era un gran refugió para la tormenta de nieve que se acercaba. Voltee a ver a aquellos que eran mis compañeros, los cuales seguían su camino hacia la cabaña.

Agradecí esa buena idea por parte de mis compañeros. Les seguí sin decir nada. Aun seguía molesto por aquello de usarme como carnada. Intente planear algo para vengarme pero nada útil a llegado a mi cabeza. El frio no me deja pensar adecuadamente.
Llegamos pronto a la base de aquella cabaña de madera. Note pronto varias otros lugares de la misma manera construidos. Mi sorpresa fue enorme cuando me acerque a la puerta de una de las cabañas, de donde un olor a putrefacción salió disparado hasta mis fosas nasales, las cuales hacían que unas fuertes nauseas envolvieran mi estómago con la simple finalidad de hacerme regresar aquello que desayune.

¿Qué demonios es ese olor? ¿Cuántos cuerpos de animales muertos habrá aquí? — pregunte en un intento por hacer un poco de platica.
Alrededor de veinte cuerpos humanos están en descomposición aquí y las demás cabañas. Ten cuidado— contestó Azuck sin mostrar sentimiento alguno.

Eso me dejó en shock por segundos. Había esperado esa respuesta pero aun así me pareció algo exagerado por parte de chico rebelde. Aun así, evite decir otra cosa, mientras cubría mi boca con aquella bufanda gris que portaba sobre la chamarra bicolor azul y rojo que portaba.
El olor era casi insoportable. ¿Qué demonios buscábamos en este lugar? Mejor no preguntar. Seria tan normal que me respondieran con un "buscamos un cuerpo". Tan normal que comienza a ser repulsivo. Obviando los olores nauseabundos, decidí entrar a una de las cabañas. El olor no era lo único que me llegue a encontrar en ese lugar. Los cuerpos en putrefacción estaban cubiertos por la nieve que ahora había perdido su blanco color por un rojo sangre que se mezclaba con la piel desgarrada de las ahora difuntas personas.

¿Qué ha pasado aquí? — pregunte en voz baja mientras me adentraba en la cabaña con techo totalmente destruido.

Miraba a mí alrededor, mientras me habría paso entre escombros y cuerpos que ya había dentro del lugar. Sentí nuevamente el miedo correr por mi cuerpo. Rogué por no encontrarme con nada que quisiera matarme. O que se moviera si ya estaba muerto.
Quise relajarme, a pesar de la situación, quería encontrar el lado bueno a este asunto. Un asunto que no tenia un lado bueno. El frio seguía siendo extremadamente fuerte. Ni siquiera podía distinguir mucho gracias a lo empañado de las gafas que llevaba. Seria difícil encontrar algo... Pero... ¿Qué era lo que yo buscaría? No mencionaron nada de algo que debería buscar en ningún momento. Creo que no soy parte de su plan.

Di media vuelta para salir de la cabaña y encontrarme con mis compañeros sobrevivientes. Sin embargo, algo me estaba esperando detrás de mí.
Un cuerpo escuálido estaba parado allí, delante de mi única manera de escapar. Podía nota su larga cabellera que pasaba su cintura. Su cuerpo estaba casi en los huesos, seguramente hacia meses que no comía algo. Me quede totalmente inmóvil. Sabia quien era aquel que estaba allí parado, o al menos a que pertenecía. Un caníbal de la nieve.
Parecía que no podía verme, ya que se mantuvo quieto durante un buen rato. Tal vez el sonido de mis pisadas lo atrajo hasta mí. No moví ni un solo musculo. Me mantuve lo más quieto posible mientras mi respiración aumentaba de poco a poco.

El caníbal de la nieve simplemente me ignoro. Dio media vuelta y se alejó por donde vino. Me moví lentamente haciendo un mínimo ruido con el rose de la nieve con las botas de cuero. Me acerque a la ventana, notando los cientos de caníbales de nieve que se encontraban allí fuera.
Todos ellos se movían tétricamente allí fuera. Como si de zombis se tratase. Con sus cuerpos escuálidos y cabellos largos, junto con sus cuerpos desnudos, caminaban entre la nieve. El frío llegó a mis huesos con solo verlos. Esto era inhumano.

Escuche un grito en la lejanía, donde se encontraban mis compañeros. Como si de una llamada de guerra se tratase, todos aquellos caníbales comenzaron a correr hacia la dirección de donde venia el grito. Salí corriendo de aquella cabaña, intentando mezclarme entre los caníbales, lo cual me resultó de la mejor manera posible.
Ellos no notaron mi presencia al correr junto a ellos. Tal vez por el hambre o por las ganas de sentir sangre correr entre sus manos. Justo algunos metros delante vi a Azuck, quien se mantenía quieto entre la multitud que le esquivaba como si de un obstáculo se tratase.

Llegue contra él, tomándolo de la cabeza, cubriendo así su boca para que evitara gritar. Sentí como intento tomar aire para gritar mientras le agachaba junto a mí. Dejo de oponer resistencia al notar la tela de aquella chamarra invernal que portaba.
Sin embargo, no note a Akki por ningún sitió. Su grito llamó mi atención, solo para ver como era atacada por varios caníbales. Su destino estaba marcado, ella moriría allí. Aunque, Azuck intentó lanzarse a su rescate, siendo detenido por mí al sujetarle las piernas. No podía permitirme dejarlo morir, aunque desearía poder también salvarla a ella.

Continuamos escuchando los gritos de Akki, quien pedía ayuda mientras desgarraba su garganta diciendo nuestros nombres. Mantuve a Azuck agachado, con su cabeza casi hundida en la nieve. Intente ignorar todo lo que ella gritaba. Las frases de dolor seguidas por un "Ayúdame Azuck". Aun así, no dejaría que el chico abandonara su vida por ella. No siendo él, quien nos trajo hasta aquí.
Los gritos cesaron. Los caníbales habían terminado de comer toda la carne de la ahora difunta Akki. La nieve se había teñido de un rojo escarlata intenso, mientras a Azuck y a mí nos veíamos enterrados por la nieve. Deseando poder sobrevivir ante todos esos caníbales...

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