6 de junio.
Me desperté justo un minuto antes que la alarma del móvil. Era un odioso lunes de junio pocos días antes de que nos dieran vacaciones de verano y sí, me estaba asfixiando de calor. Me deshice de las sábanas pegajosas y me enderecé en la cama. Cogí el teléfono y le puse un mensaje a Ana para que me pasase a buscar para ir al instituto. Lo tiré en la cama sin hacer y me encaminé hacia la cocina. Mi madre estaba liada con la tostadora, intenando, supongo, sacar los restos de migajas de pan para que no se quemara.
–Hola cariño, ¿me podrías meter un vaso de leche en el microondas?– preguntó ella. Me froté los ojos para quitarme las legañas y me encogí de hombros.
Cogí un par de vasos y los llené de leche mientras bostezaba. Dios, como odio los lunes. Bueno, los lunes y cualquier otro día que esté relacionado con hacer cosas productivas. Eso nos reducía a sábado y domingo. Y el domingo ni siquiera tanto, porque al día siguiente es lunes.
Me lío yo sola.
Di tres minutos al microondas para que se calentara la leche y me senté en uno de los taburetes que había en la cocina mientras me cogía la cabeza con las manos y me quejaba en voz alta.
–Veo que te has levantado de buen humor.– bromeó mi madre.
–Sí. Súper.– dije intentando parecer entusiasmada.
–Esta tarde vamos a acercarnos un momento al centro, así que vuelve rápido del insti.
–¿Al centro? ¿Con este calor? Vamos a acabar como cerdos sudorosos.
–Exagerada. Anda, desayuna y a darlo todo hoy en clase.
–Sí, hoy es el día. Me sacaré el doctorado prestando mucha atención, mamá.
–Estás hoy juerguista, eh.– dijo. Bufé rodando los ojos y el pitidito del microondas llenó la cocina.
Me eché dos cucharadas de ColaCao en mi vaso y lo removí con felicidad. Esto es lo único bueno de las mañanas. Sé que mi madre se había esforzado en limpiar la tostadora, pero si me ponía ha hacer tostadas se me haría tarde, así que cogí un par de magdalenas y las fui mojando poco a poco en la taza de ColaCao. Miré el móvil mientras tragaba. Ana no me había respondido es más, ni siquiera lo había leído.
Será maldita.
Copié el mensaje que la había enviado y lo pegué en la conversación de María, a ver si ella está un poco más atenta. Aunque lo dudo, o sea, es primera hora de la mañana, lo normal es que todos mis amigos medianamente normales estén en estado zombie deambulando por su casa sin encontrar una camiseta limpia que ponerse. Vale, yo estaba un poco así, pero yo me perdono a mí misma, a ellas no. Malditas Sorbí el último trago de leche y me relamí los labios. Que delicia. Esto si que es un buen amigo y lo demás son tonterías. Llevé la taza al fregadero porque soy una buena persona, aunque no la fregué porque también soy una persona vaga. Fui al baño para lavarme la cara y los dientes. Me peiné, bueno, intenté dominar mi pelo revoltoso con unas cuantas horquillas y un poco de colonia de Nenuco. Después me dirigí a mi habitación para vestirme. Bostecé mientras me ataba los cordones de las converse. Metí todo lo que me faltaba en la mochila, incluyendo un sandwich y una lata de CocaCola para el recreo y volví a mirar el móvil.
Seguían sin responderme. Miré la hora. Las 8:12. Entraba en diecisiete minutos y nadie parecía tener intención de venir a recojerme para no ir sola por la vida. Aj, que asco de amigas. Cogí los cascos y fui hacia la habitación de mis padres para despedirme. Mi padre se iba a trabajar muy tempramo, sobre las cinco, mi madre aldrededor de las nueve. No entiendo como este hombre puede pegarse semejantes madrugones y luego "acercarse un momento al centro". No me entra en la cabeza.
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Síndrome de Estocolmo {David (Auryn)}-EDITANDO
Random"Se denomina Síndrome de Estocolmo a la relación entre un secuestrador y su secuestrado más alla de eso, como una relación de amistad, incluso más. Puede llegar a extremos altísimos, tanto como para defenderle delante de autoridades" Un trabajo par...